miércoles, 16 de febrero de 2011

ARGENTINA CENTRAL

MENDOZA


Habíamos llegado a la ciudad de donde parten todas las expediciones que intentan coronar la montaña mas alta de Sur América, el Aconcagua. Ahora por nuestra parte, no nos tocaba subir esa cumbre, así que pasamos los días conociendo la ciudad. El lugar me sorprendió, la urbe tenia calles muy amplias que albergaban casas de estilo colonial con espectaculares zonas ajardinadas. Todas las aceras estaban invadidas de plataneros que intentaban tocar el cielo, los cuales teñían las calles de color verde y su sombra daba cobijo al paso de los viandantes. Por cierto, no descarto en un futuro intentar coronar la cumbre del Aconcagua. Estuvimos a punto de venir, en un pasado no muy lejano, con miembros del grupo excursionista de Linyola, aunque dejo esa tarea para el futuro, ya que este será el encargado de enviarme nuevos proyectos.
De la ciudad destacaría su ambiente sosegado de día y bullicioso de noche. Estuvimos unas cuatro noches conociendo el ambiente nocturno de la ciudad. Anexo a la calle donde estábamos alojados se encontraba la zona de bares y restaurantes, aunque el nivel estaba alto, ese no era nuestro ambiente. Multitud de gente con careta (pijos) rondaban por los bares y restaurantes anexos a la calle principal. Nuestra indumentaria, parece ser, que nos identificaba claramente como turistas.

 Nos fuimos de bares, recomendados por las chicas del hostal, a Mundo perdido, un local situado bastante alejado del centro. En el local era asiduo oír Manu Chao y otros artistas similares. La sala era sencilla, pero contaba con terrazas para sentarse y relajarse, creando varios ambientes.
 En el local, era fácil conocer a gente, solamente tenias que decir que eras de Barcelona y te salían amigos como los donetes. Una vez cerraron el local, nos fuimos de after con un grupo de gente que conocimos. Nos desplazamos al centro y surgieron en mi cabeza varias imágenes paranoicas. Estábamos dialogando con el segurata del after, para ver si podíamos entrar al local y pegado a nosotros había una larga fila de gente haciendo cola. Algo no me cuadraba, entre esa gente que hacia cola, había personas de todas las edades. No podía entender como podía ser que la abuela octogenaria se fuera de fiesta a las 06:30 de la mañana. Todo volvió a la normalidad cuando me explicaron que era la cola de la gente que esperaba su turno para poder entrar a la Delegación de Trafico de Mendoza para hacer sus tramites pertinentes.
Al final no entramos en el local y decidimos irnos a desayunar unos panchos. Las siguientes noches restantes fuimos a ver unos grupos de regy e intentar entrar en unos boliches (discos). El sábado por la noche, teníamos que entrar en una macro disco. El Chusma se fue a comprar unos jeans y unas zapatillas para poder entrar en el local. La sorpresa es que esta vez me negaban la entrada por mi aspecto. Llevaba musculosa “camisa de tiras” y chancletas. Eso me indigno, hubiera podido ir a cambiarme y el problema estaría resuelto, pero me sentía ofendido. Me supo mal por el sacrificio que había hecho mi compañero en agenciarse su ropa nueva, pero  habían atacado a mis principios. Optamos por el plan B y nos fuimos a Mundo Perdido.


EN SOLITARIO

Por la mañana del lunes 31/01, tocaba despedirse de mi compañero, tenia que irse a Córdoba a coger un avión para volar a Brasil para reencontrarse con su novia. Nos separamos en las puertas del albergue y aun no tengo claro cuando será el momento de nuestro reencuentro. Haremos, probablemente la misma ruta, pero desfasados un mes en el tiempo así que eso producirá una separación en la dimensión del espacio. Pero ya se sabe, hoy en día con las computadoras y las nuevas tecnologías, es fácil hacer las gestiones pertinentes para encontrarse en cualquier  momento y lugar.
Aquí comienza una nueva etapa en mi camino, aunque se perciben cambios, la esencia del viaje es la misma, ahora las vivencias serán mas intensas. Las largas horas acompañadas con migo mismo, incrementará la sensibilidad con que percibiré las nuevas situaciones. La larga distancia restante, con multitud de  paisajes diferentes, incrementará la incertidumbre que se me presentará en el futuro recorrido. El sur de Argentina no se parece nada con su antónimo del norte. Su climatología hace que aparezcan nuevos inconvenientes. Surgirán diferentes ecosistemas y las condiciones de vida se tornan mas duras y  hostiles. Aunque queda mucho por recorrer, comienzo a percibir cambios. Los primeros días en ruta, aparecían nuevos paisajes. Multitud de plantaciones frutícolas, rodeaban las áreas colindantes a Mendoza. Por el camino, iba percibiendo fragancias a melocotón y manzana que me iban persiguiendo por la fondalada del valle. Viejos recuerdos afloraban en mi memoria como consecuencia de mi pasado vivido como agricultor. Recorridos unos 100 km tuve que detenerme donde el camino se bifurca en Parecitas.

Lugar donde la ruta 40 abandona el asfalto y se convierte en pista con ripio. Me esperaban 120 km donde no había nada. Paisajes de matojos bajos, llenos de polvo invadían toda mi visión. Pasados los primeros 70 km, llegué al embalse Agua del Toro, lugar donde acuden multitud de pescadores a la caza de la trucha y el peje rey. Aquí pude beber algo fresco y sacarme el polvo impregnado de mis fosas nasales. El embalse tenia unas dimensiones considerables y en sus aguas tenia ancladas unas plataformas fabricadas con madera donde los pescadores podían practicar el arte de la pesca con total comodidad.
Continué la marcha siguiendo mi camino hacia el sur. Tenia como referencia, la cordillera de los Andes. Sus cumbres muchas de ellas nevadas, se escondían entre la neblina creada por el inmenso calor. Sus enormes picos se mostraban difusos, sobresaliendo del fondo del paisaje, debido a su enorme altura. Esa noche tuve que montar la carpa, volvía a compartir mi techo con el cielo. Este volvía a encender sus luces y con sus estrellas, la noche brillaba de otro color.

Por la mañana siguiente cuando dejé el ripio, volvía a circular de prisa, pero había que espabilar ya que aparecían metálicos molinos de viento en medio de los campos. Eso significaba que entraba en una zona de vientos, así que había de aprovechar las primeras horas del día antes de que apareciera las rachas aire. En los margenes de las largas rectas por las que circulaba aparecían otra clase de maquinas. Su función era bombear del subsuelo el valioso liquido negro. Su sinuoso movimiento parecía que quisiera hechizarte debido a su acompasado ritmo. Inmensas extensiones de terreno, tenían distribuidas multitud de bombas petrolíferas, las cuales estaban conectadas a oleoductos subterráneos que enviaban el petroleo directamente a las refinerías. Al fin llegué a Sosneado, lugar muy pequeño donde pude reponer fuerzas en el único comedor que encontré. El sol apretaba fuerte y mis prendas habían quedado chorreando de sudor. Las dejé secar al sol mientras comía unas costeletas con papas. Desde aquí, el camino hasta Malargüe fue un paseo, el camino hacia bajada y la máquina con el peso que llevaba cogía velocidades de vértigo. Ahora me alojo en los albergues, donde entablo conversación con las gentes que lo habitan. El viajar solo, te da mas facilidad para cruzarte miradas y palabras con otras personas que se encuentran en una situación semejante a la tuya.

Al día siguiente tenia un nuevo encuentro con el ripio, pero no tenia ni idea de lo que se me venia encima. Peor es imposible. Recorriendo la pista, después de una dura subida tenia ganas de relajarme en siguiente bajada. Quería dejar rodar la bici y aprovechar las inercias que se generan, pero no fue así. El viento en contra, anulaba la energía potencial de la pendiente y nubes de polvo aparecían en el horizonte. Al avanzar, las rachas de polvo te cegaban la vista, así que tuve que apearme de la bicicleta. Era imposible dar dos pasos seguidos. Polvo y mas polvo, intentaba chocar contra mi, empujado por el viento. No hubo mas remedio que apearse y empujar la bici. Tuve que realizar miles de paradas cuando la nube de partículas me venia encima. Al cabo de un rato, me percaté de la causa de las repentinas nubes. Maquinaria pesada realizaba trabajos para el acondicionamiento de la pista. Estaban rebajando varios cerros y en este proceso las máquinas iban extrayendo tierra de las pendientes anexas al camino. Todos esos trabajos unido al viento, estaban provocando mi peor pesadilla. No recuerdo exactamente el tiempo en que estuve escupiendo y tragando polvo pero los segundos se me hacían infinitos, era una situación insoportable. Tenia arena en todas las partes de mi cuerpo, el sudor se me tiñó color marrón y me sentía atacado e indefenso. Miles de minúsculos granos de mineral te iban golpeando a gran velocidad, irritándote la piel y acumulándose en todo mi cuerpo. La nariz y oídos se me tapaban y me costaba respirar con normalidad. En muchos momentos caminas a ciegas, y aunque llevaba gafas, estas no podían evitar la entrada de algunas partículas en el iris de mis ojos. Al acabar la pesadilla solo quería encontrar un arroyo donde poder limpiarme y quitarme esa sensación enganchosa que me recorría todo el cuerpo.

Por estos paisajes de prados secos, a veces parecen arroyos donde surge la vida. Chopos y álamos indican la aparición de cursos de agua. Alrededor de estos, aparecen algunas casas donde habitan los jinetes de la pradera. Los gauchos cabalgan con sus monturas a ritmo sosegado dominando todas sus bastas extensiones. En esa inmensidad del paisaje desaparecen las prisas y brota la tranquilidad. Uno de los días en que estaba de ruta entre el tramo de Bardas Blancas y Chos Malal, pedí permiso a una familia de campesinos, para poder instalar mi carpa en sus terrenos. En Argentina, tienen la costumbre de vallar todos los campos con alambradas y eso, a veces, me obstaculiza el acceso a muchos parajes. La familia, la cual uno de sus miembros era descendiente de españoles, me dió permiso para acampar y tuvieron el detalle de invitarme a cenar. Pude comprobar con mis ojos, las duras condiciones de vida que tienen esas personas. La ausencia de energía eléctrica les priva de todas las comodidades básicas a las que uno esta acostumbrado.
Me comentaron que los últimos años habían sido duros, debido a la escasez de lluvias y la falta de nieve en las montañas. Eso había provocado la degradación de los pastos y la desaparición de los arroyos, provocando la muerte de muchos animales que forman la cabaña bovina.
Por la noche estuve recordando años pasados, mediante sinfonías musicales de grupos nacionales. Mi favorito, sin duda, es el grupo formado por Manolo García y Quimi Portet. Gracias, sois unos malabaristas de la fantasía cantada, gracias por ayudarme a escapar volando en vuestras letras, así me mantenéis en la esperanza de oír mundos mágicos que creáis en vuestras canciones, elevándome a ese lugar especial que cada uno esconde en su imaginación.

Al día siguiente mientras rodaba por el ripio, me encontré con una pareja de maños que estaban recorriendo la ruta 40 en un vehículo todo-terreno. Venían de Usuhaia i se dirigían hacia el norte, concretamente hacia la localidad de la Quiaca. Intercambiamos impresiones de la ruta y después de una larga conversación nos deseamos un buen viaje. Había que continuar la ruta. Las largas distancias se hacían agotadoras y eso hizo que llegara a Barrancas cuando estaba a punto de oscurecer. Aunque el principal culpable, fue mi amigo el viento que me ralentizó muchísimo mi avance en el tramo final del día. La etapa siguiente era llegar a Chos Malal y cuando llegué decidí quedarme un día de descanso para poder recuperarme, relajar las piernas y preparar las sucesivas etapas. Por cierto tuve que cambiar un radio de la rueda trasera que el día anterior se me había partido en la subida que precede al pueblo de Barrancas.

Parece que la bici me va enviando mensajes, aunque se esta comportando como una campeona. Ahora es cuando tengo que comprobar que todo encaje perfectamente. Pronto tendré que substituir el neumático delantero, ya que el dibujo central de la cubierta comienza a desaparecer debido al rozamiento con el rugoso asfalto argentino.
Estuve varios días recorriendo paisajes monótonos donde el sol y el viento me iba castigando con el paso de las horas. Las largas distancias, sin encontrar ningún paraje donde paliar mi sed con algún liquido fresco, se hacían pesadas aunque uno se va acostumbrando al paso de los kilómetros. Pasé por varias poblaciones como las Lajas y Zapala, lugares donde pude abastecerme pero opté por no detenerme porque no tenían ningún encanto especial. Seguí por la ruta 40 pero antes de llegar a Bariloche tomé un desvío en el cual aparece la vía 242. Esta ruta, atraviesa las poblaciones de Juanín de los Andes, San Martín de los Andes y cruza la zona llamada ruta de los siete lagos. El cambio fue inmediato, solamente bifurcar me de la cuarenta , aparecieron los primeros arroyos de agua. El paisaje se teñía de verde y las montañas comenzaban a mostrarse mas cercanas .

Las reses vacunas pastaban a su bola por los prados y se mostraban mas cebadas respecto sus hermanas de las llanuras. La temperatura se tornaba agradable y uno no sudaba tanto como en días anteriores. La primera parada la realicé en Juanín de los Andes, pero tuve que irme debido a que se estaba celebrando en la localidad, una feria de ganado y todas las plazas para hospedarse estaban ocupadas. Sin dudarlo me encaminé hacia San Martín de los Andes. Como cambian las cosas en tan pocos kilómetros, había dejado atrás el polvo y ahora el agua me estaba amenazando. La temperatura bajó en picado y tuve que taparme. Todas esas señales me iban indicando que había llegado a la montaña. San Martin era un lugar bonito, todas las casas estaban construidas en madera, piedra y estaban coronadas con empinados techos de pizarr a dos aguas. El lugar, tenia un su vertiente sur, un lago donde había una especie de playa para poder bañarse o practicar deportes acuáticos. La verdad, es que todas las localidades cercanas a pistas de sky guardan un parecido similar pero esta al tener el lago tenia un aliciente más. Me alojé en el Bike Hostel, lugar donde se respira ambiente de bicicleta. Su dueño, Maxi, es un apasionado de este deporte y me comentó que en un futuro tiene la intención de realizar la travesía Ushuaia-Alaska, así que le pasé un poco de información. Al final, estuve tres noches alojado en el hostel debido a las adversas condiciones climatologías. Una depresión instalada en el valle hacia que cada día lloviera.

Merecía la pena esperar ya que en la ruta había 40 kilómetros de pista que de bien seguro con la lluvia estarían en mal estado. El domingo abandoné el lugar y fui serpenteando por la sinuosa carretera de montaña que me llevaría por los diversos lagos. El lugar era bonito, pero la gran cantidad de turismos con que compartía la vía hacia que el viaje perdiera un poco de su encanto. Por el camino me encontré con tres ciclistas, bueno matizo, tres estudiantes que habían alquilado unas bicicletas e intentaban hacer el recorrido de los lagos. Eran aficionados a este deporte y no habían previsto la infinidad de cosas que te pueden suceder cuando vas de excursión en medio de la naturaleza. Los tres se quejaban de un fuerte dolor en su trasero y eso que solo llevaban dos jornadas. Yo iba a otro ritmo, pero los dejé que me pasaran ya que hacía multitud de paradas para tomar instantáneas. Mas tarde en el final de una dura subida me los encontré descansando del esfuerzo realizado. Aquí después de conversar un rato, continué avanzando y recorridos unos cuantos kilómetros, paré en un desvío para acceder a un camping catalogado como agreste.

Allí decidí esperar a mis tres amigos ciclistas, pero no veáis lo que tardaron, en la pista había varias subidas y eso fue lo que los ralentizó. El lugar donde se ubicaba el camping era precioso, las parcelas estaban anexas a un lago y se respiraba naturaleza. Mis nuevos compañeros no disponían de material adecuado para afrontar la fría noche así que les cedí mi chaqueta de plumas y un jersey térmico. Para cenar, me invitaron a unos arroces de sobre, que por cierto sabían a gloria y compartimos la noche con una fogata que al principio no quería quemar. Por la mañana siguiente la humedad estaba instalada en mi carpa. Todo estaba humedecido con finísimas gotas de agua y la condensación era brutal. Al abrir la cremallera de la carpa, vi como las finas hojas de césped estaban mojadas y suspendida en sus puntas había minúsculas partículas de agua. La solución fue sencilla, volverse al saco hasta que el sol o el viento tuviera la suficiente energía para poder secar dicha humedad. Aquí me despedí de los ciclistas y continué la marcha hasta llegar a Villa Angostura. El lugar era calcado a San Martín de los Andes con la diferencia que en sus alrededores aparecía un lago de inmensas proporciones. El lugar estaba plagado de turistas chilenos, ya que habia multitud de vehiculos con placas de matricula de ese pais. Fui siguiendo el camino hasta llegar a San Carlos de Bariloche.


VIOLACIÓN DE VERSOS


Siento el olor a verde, escupida por la hierba
y saboreo la soledad del paisaje.
Me alimento de su frescor y del color rojizo
de su tierra, aunque a veces
me quedo enganchado
en ella detenido por mi avance.

Me alimento de viejos recuerdos
aunque sin saberlo ardo en ellos.
El pasado va añadiendo fuego
y en la siguiente etapa aparece otra hoguera
que pide que la siga alimentando


Ahora ya estoy habituado a mi compañía
y me surgen multitud de preguntas.
Las que no tienen respuesta desaparecen
y las que lo tienen
sus respuestas, te hacen libre


Muchas han sido las rutas por
las que estoy transitado, pero
ninguna curva en el camino
ha tenido menos importancia
que cualquier de mis destinos


Cualquier obstáculo en la ruta era sorteado
sin tener que cuestionarse su presencia
realizando el esquivo movimiento para
evitar tropezar en la inevitable caída

Veo personas, paisajes y lugares.
Veo multitud de experiencias
pero si observo en el tiempo y la distancia
lo que vi, fue a mi mismo, intentado disfrutar
del camino elegido.


Cada golpe de peal ha sido
igual de necesario del que le precede
pero a veces, el giro de los platos
no ha sido suficiente para el avance.


Todo no ha sido agradable aunque
uno intenta aprender de esos momentos
aunque no se tenga profesor
y no se te de bien la lección


El tiempo que nunca es perdido
se vuelve algo insignificante.
intentando disfrutar de sus agujeros
en que se anclan los mejores momentos.


Ahogo los sufrimientos
en viejos recuerdos
intentando escuchar las intenciones
de mis nuevos pensamientos.