sábado, 15 de octubre de 2011

RETORNO A CASA

Como vuelve la marea a la orilla. Renovando el perfil de la costa. Acercando del lecho marino el polvo brillante que antes había sido roca anclada en la orilla.Así es como me sentía, cuando retornaba a mi hogar, sin que mi familia supiera ninguna de mis intenciones. Nada mas llegar, Varela me llevó a la casa de una de las hermanas de Nuria. Era la noche de San Juan. Junto a la piscina se alzaba un escenario a juego con el equipo de sonido y sus luces tricolores. Después de degustar sabores olvidados en mi paladar comenzaron las actuaciones. Artistas internacionales se mezclaban con los nacionales. Los nervios de los debutantes desaparecieron ante el entregado publico. Mientras, Kylian, iba preparando mojitos y el speaker (Huertas) se encontraba en su salsa, recordando a Floid vigoroso de épocas pasadas. Al final, el trofeo a la mejor actuación, fue para el Minero. Su actuación eclipsó a todas las demás. Ayudado únicamente por una sintonía de su móvil, elevó el tono de   voz hasta niveles infinitos, riase el Pavaroti ese. El cartel del festibal lo completaron :  Alaska sin Dinarama, Fredy con la Caballé, Camarón de la Isla, Azucar Moreno, Un famoso mago francés, una bailarina clásica, Eros Ramazotti con Tina Turner y un grupo de rancheras acompañados con un cojo.
Por la mañana siguiente, con sueño retrasado y con la sien algo aturdida por el señor JB, me dirigí a casa de mi prima. Era el cumpleanos de mi padre y lo celebraríamos en familia. Ellos no sabían nada, así que les  tendí una trampa. Hice creer  a mi madre,  que estaba en Hong Kong y al verme allí fue para ella un xoc tan grande que  tardó unos segundos en reconocerme. Me sentí como un fantasma. Ni mi tío ni mi prima me reconocieron mientras estaba sentado junto a ellos comiendo en la misma mesa. A veces los ojos solo te dejan ver lo que el cerebro quiere imaginar. Una vez dejado el mundo  esotérico de los fantasmas y volviendo a la realidad, toco disfrutar del veranito.
Lo primero fue el contacto con los pies de gato y la roca. Después tragaba agua surcando con la piragua, sobre las olas sin sal en el río Noguera Pallaresa. Seguidamente me encontraba rodeado de pequeños acantilados en las pozas de algún que otro barranco pirenáico. Vimos pasar el tour en la etapa de lo Pirineos de Coll de Belle. Tube , también el placer de volver a descubrir la escalada clásica en las paredes de les Agulles d’ Amitges y en las paredes de Cavallers junto mi amigo Farrus y de nuevo volvía a tragar agua en las orillas del río Esera. En montaña, subía a la cima del pico de Alba junto a Jaume. Únicamente me faltó tomar algún vuelo con el parapente pero por razones obvias me lo tenían prohibido.
Mientras, sin darme cuenta, aparecían dos ojos nuevos. Nacía mi sobrino dotado de Fuertes pulmones. Sin que el fuera consciente, se volvió el centro de todas las miradas creando un hechizo que te absorbe como una pócima mágica. El fuerte calor, parecía no indicar el fin del verano, pero el inicio de mi partida estaba cerca. Lo ultimo que vi antes de partir a Asia fueron las lágrimas descendiendo de las mejillas de mi madre y mi hermana. Ajeno a esta situación, el baby yacía inmerso en sus prolongados sueños, arrugado sobre si mismo intentando refugiarse en su mundo. Volé con la compañía Air Berlin, la cual deja transportar una caja de 32 kg para bicicletas , coste 75 euros. Cosa a tener en cuenta para el viaje de regreso. Después de unas largas horas sentado en una butaca, comiendo porciones individualizadas y bebiendo mono-dosis, llegué al país de las sonrisas.
Antes me gustaría explicar una sensación extraña que he tenido durante todo el verano. No sabría definirla o clasificarla en términos regulares. Después de ver a familiares y amigos,  noté  una especie de indiferencia a ciertas cosas que antes me podían afectar positivamente o negativamente.  Parecía que tuviera una sensación de apatía por estar de nuevo en mi casa. Quizás el haber estado un año  haciendo vida nómada, moviéndome continuamente y descubriendo nuevas situaciones tuviera en parte algo de culpa. Pero en realidad,  el ambiente general  que se estaba instalando en nuestra sociedad aportaba esa falta de alegría que da la llegada del calor. El verano siempre ha sido indicador  de tomarse las cosas  con pasión, quitarse las telarañas del invierno e intentar aprovechar todo el tiempo  disfrutando al máximo cada segundo. La realidad pintaba los colores con tonos muy diferentes. Los medios de comunicación bombardeaban continuamente a sus interlocutores, noticias que cada día iban a peor.  Abriendo debates alarmistas entorno a un futuro incierto. Daba la impresión que los políticos eran los grandes culpables de todo  y tenían miedo de tomar las decisiones adecuadas por la negativa  respuesta de los ciudadanos. Pero como siempre, somos un país de chorizos, donde no se piden responsabilidades a nadie. Donde importantes  decisiones  tomadas, se han demostrado ineficaces, siendo erróneas desde un principio,  beneficiando a veces a unos pocos  aun afectando negativamente al resto de la sociedad. Mientras, las personas intentan adaptarse a los nuevos cambios de esta nueva situación, expectantes a nuevos recortes. En general había indiferencia en la cara de las personas, excepto en algunas minorías que intentaban hacer oír sus voces, ahogadas en la infinidad del problema o en repetidas discusiones en barras de bar. Los ánimos de mucha gente estaban en mínimos históricos así que no me queda más que agradecer desde aquí a todos esos amigos que con su calor me han  empujado durante este verano. Su energía en  compartir sus  actividades ha hecho que pareciera que el viaje no se tomara una pausa. A veces estaba apático, con falta de motivación pero ya me perdonaran, el viaje ha ido moldeándome la cabeza   poco a poco y  a veces uno  necesita más tiempo para adaptarse a los cambios.  

domingo, 26 de junio de 2011

EJE CAFETERO.


EJE CAFETERO.CAMINO HACIA CALI.

En esta altura del camino, a mi computadora se le han escacharrado unas cuantas teclas. Demasiadas horas castigando la tecnología acabaron pasando factura a la máquina. Así, es muy complicado escribir, por tanto intentaré ser breve.
En la población de Medellin nos hospedamos en el municipio de la Estrella el cual esta anexado a la ciudad. El lugar se llamaba Buddha Hostel y ofrecía un servicio diferente al de los otros establecimientos. Sus propietarios buscaban aportar un toque de calidad al establecimiento. El lugar estaba alejado del centro pero el sitio transmitía paz y relax. Sus guardianes de cuatro patas, Guapa y Prospero, vigilaban el perímetro mientras sus huéspedes estábamos en coma después de despedir cada noche con nuestra amiga Marijuana y unas botellas de aguardiente con un toque un poco adulzado, pero no demasiado.
No teníamos ganas de movernos del hostel. Otra vez estábamos atrapados por una tela de araña pero después de acabar todas mis tareas, me decidí. Fui a visitar Medellin. La red de transporte estaba bien diseñada y era bastante fácil desplazarse por la gran urbe.
La ciudad estaba ubicada en medio de un valle siguiendo un eje norte-sur. Sus viviendas estaban suspendidas en laderas verticales y parecían que de un momento a otro se fueran a caer. Redes de calles, tejían una complicada encrucijada de caminos entre fabelas donde es mejor no perderse, porque su salida, era una incógnita. Por encima de sus tejados, surgían unos gruesos cables por donde se deslizaban unos teleféricos. Me subí a una de sus cabinas y desde mi asiento flotante tenia una visión privilegiada de la ciudad. Me sentía como si estuviera pilotando mi parapente, aunque esta vez no tenia que preocuparme por el incierto aterrizaje.

La ultima noche en la ciudad, visite el barrio de Sabaneta. Parecía mentira pero en medio de la gran urbe se podía encontrar un oasis de sosiego. Calles tranquilas se tiñeron de colores blancos y verdes. Estos eran los pigmentos de la camiseta del equipo local, el cual se clasificó para la gran final.
Al abandonar la urbe, el terreno se volvió sinuoso, una colina iba dando paso a la siguiente. Envueltos de verdes montañas, los azules barrancos iban buscando sus sinuosos caminos. La vegetación se vuelve exuberante, las plantas tienen portes vigorosos coronadas por coloridas flores. El sol, la calor y la humedad tropical eran los factores mágicos para conseguir ese milagro. El llamado eje cafetero es la zona donde la tierra se vuelve fértil y eso facilita la aparición de cultivos. Naranjales, tomatales, cafetales esculpen la arquitectura de las laderas. Rectas filas de vegetales se alinean dibujando lomos de cebra en sinuosas pendientes.
Aquí, por el eje cafetero surgieron algunos problemas. La climatología iba pasándonos factura. Mi compañero se deshidrataba continuamente y aunque íbamos ingiriendo grandes cantidades de liquido parecía que este no quisiera retenerse en su cuerpo. El segundo día de ruta, a Chusma le vino un pajarón, el cual le dejó secuelas. En etapas posteriores su cadencia, se torno mas lenta. Debido a esto, los planes surgieron unos susceptibles cambios. La meta de llegar a Cali se iba desvaneciendo a medida que avanzábamos. Las etapas se iban acortando y la media calló por los suelos. El plan A dejó paso al plan B, el cual era una incógnita. Nuestra hoja de ruta se iba modificando cada mañana en función de las sensaciones que nos iban visitando.

Parece mentira pero a la desgracia, uno no acaba de acostumbrarse. Solemos hacernos la ilusión de que estamos soportando la ultima penalidad, aunque después, al pasar las horas, nos vayamos empezando a convencer que lo peor esta aun por pasar. De repente llegan esas ideas que nos trastornan. Te pican los ojos que se van llenando de sudor venenoso cuando miras fuertemente y la sudor crece en mi frente como crecen los hongos en la humedad.
No vale la pena apretar el ritmo al vernos sorprendidos en medio de la tormenta de sol. Nos deshidratábamos y nos fatigamos mucho mas. Los rayos de sol nos destemplan y nuestra sangre, nos golpea las sienes y la garganta. Al final llegamos a Pereira, lugar donde decidimos apearnos de nuestras bicicletas y empaquetarlas en frágiles cajas de cartón. Aquí se ponía fin a la aventura de atravesar las Américas.
Chusma, se despidió de mi, en el aeropuerto de Bogotá. El se dirigía a Barcelona mientras yo me iba una semana mas hacia Santa Marta. Me volvía al Dreamer donde todo continuaba igual, reencontrándome con viejos amigos y haciendo de nuevos. 

Durante ese breve periodo de tiempo, decidí hacer labores humanitarias, asi que me apunté a un grupo de voluntarios que daban clases en una escuela de un barrio marginado. Mariposas amarillas, ese era el nombre de la escuela ubicada en el barrio Oasis. La precariedad unido al desamparo de las instalaciones y del material era contrarestado por la voluntad y las ganas que poníamos todos los voluntarios.
En el Dreamer, llegué habiendo parado un largo mes, que unido al año que llevaba por el mundo, fuera de mi casa , hacia que me acordarse con mayor frecuencia de lo que allí dejé. Al principio, era solo por las noches cuando me metía en las sabanas, pero poco a poco el pensar se fue extendiéndose, hora tras hora, inicio antes de tomar un vuelo que me retornaría a casa.
Quería poner tierra entre mi sombra, mi nombre y mis recuerdos clamando a mi propia conciencia. Ya estoy apunto de rozar mi vuelta a casa, aunque antes tendré que matizar.

Mi primera intención, como muchos sabéis, era viajar durante tres años sin pasar por mi casa, pero hay acontecimientos que se escapan de mi control. Parece ser, que mi hermana esta embarazada y durante el próximo mes de setiembre dará a luz a un bebé. Esto ha provocado un cambio en mis planes y por tanto la vigilia de San Juan estaré en Lleida, para pasar un verano disfrutando con mi gente.
Ahora se acaba una etapa y otra parece iniciarse, aunque nunca fue la memoria mi punto fuerte y se con certeza que probablemente me haya olvidado de muchas cosas, incluso algunas de interesantes. Pero como sabéis la imaginación intenta reconstruir el pasado eligiendo, algunos flashes vividos que he intentado reproducir en estos cibernéticos papeles.



CUANDO ALGUIEN DESEA ALGO DEBE SABER QUE CORRE RIESGOS. POR ESO LA VIDA VALE LA PENA.



lunes, 6 de junio de 2011

REENCUENTRO


RETORNO A SANTA MARTA

Mi paso por la Guajira se acababa en Cuatro Vías, donde la buceta me retornaba a Santa Marta. Era sábado y tenia ganas de pegarme una fiesta. Me alojé en el Dreamhostel, que era como mi segunda casa. Necesitaba relacionarme con el submundo que surge alrededor de la piscina y empaparme de su magia. Grata fue la sorpresa que tuve en ese día ya que mi compañero de fatigas, volaba desde Santiago de Chile hasta Santa Marta y ademas tenia una reserva en el mismo hostel donde me hospedaba. Llegó justo a tiempo para la Chiva y nos fuimos de bares. La fiesta acabó en la piscina con todo el mundo habiendo sobrepasado esa linea que transforma los seres racionales en otro tipo de entes despreocupados de razones. Pocos aguantaron los excesos pero ahí quedamos seis locos charlando en varios idiomas, sentados alrededor de una mesa con una botella de Red Label y unos paquetes de cigarrillos. La luz del sol nos sorprendió y vino hacernos compañía. Ahora nos veíamos las caras que cada vez tenían ese brillo opaco, mostrándose mas pálidas. Acabamos la jornada con unos guiños al sol y con un sabor seco en la garganta.

Camas confortables, vestidas con sabanas limpias, me rodean y se mueven levemente por los flujos de aire que acarician las tres aspas del ventilador. El silencio acompaña la frecuencia del pequeño motor, consiguiendo aliviar el calor acumulado. En la piscina, un tráfico continuo de cuerpos semidesnudos intentan robarle al sol unos cuantos rayos bronceadores. Algunos ingenuos, acaban quemándose por creerse poseedores de una inmunidad que solo poseen las cremas solares. Por la mañana todo discurre con lentitud. No hay horarios para alimentarse y el cuerpo va indicándome sus necesidades. En el pasto colindante a la lámina de agua van instalándose las toallas en estratégica disposición. A media tarde todo cambia, el ambiente camaleonico transforma el área y la apertura de los neones anuncia la apertura del bar. Es entonces, cuando la mayoría de la gente muda sus prendas, pero otros nos mantenemos con el bañador permanentemente instalado en nuestro cuerpo. La noche aparece alrededor de las 6:30 pm iniciando la orden de salida para el vaciado de las neveras. La gente ahogada en bebidas espumosas comienzan a relacionarse e interactuar. La boca se suelta, el cerebro, sin tener que esforzarse, va entendiendo multitud de lenguas. Todo se acaba tarde, muy tarde. A veces no lo recuerdo, pero por la mañana siguiente las caras nos delatan. No hace falta malgastar palabras. Un simple guiño de ojo, una mueca o un gesto con la mano basta para saludar a nuestros aliados de la noche. Este lugar me volvió a seducir por la comodidad de sus instalaciones y su agradable ambiente de su personal... chevere.

Intentamos abandonar el lugar pero las endorfinas corrían por el aire. Un día, después de recoger las bolsas y preparar la bicicleta, estábamos decididos a marcharnos. Desayunamos y sin darnos cuenta atravesamos esa burbuja invisible, inhalando ese perfume cálido que nos volvió a drogar después de un par de inspiraciones. Estábamos flotando por encima de un mundo de ensueño, así que decidimos quedarnos. Los días pasaban rápidos, muy rápidos. Nunca había encontrado un lugar donde los días duren tan poco y las largas noches fueran tan fugaces. Todo tenia una explicación, por la mañana nos levantábamos tarde, alrededor de las 12, desayunábamos lo que producía que el almuerzo pudiera alargarse hasta las 16:00 horas y a las 18:00 ya se hacia de noche. La piscina entonces me seducía y todo se reducía a dejar pasar la horas.
En el hostel nos hicimos amigos de un Suizo llamado Martín, el cual se dedicaba a dar clases para una ONG durante el día pero en la oscuridad, las fuerzas de la noche lo atrapaban en su mundo. También conocimos a un español de Alicante que también se llamaba Martín y que tenia un hostel llamado Buda en la ciudad de Medellín, el cual en breve iremos a visitarlo. Por cierto le encantan los delfines.
En el hostel las tardes se encandilan en el reflejo del agua. Las hamacas despliegan su multitud de cuerdas, tensándose y ondeándose en los vacíos del aire. Mis pies mojados iban dejando huellas temporales en invisibles caminos. Húmedas ropas se balanceaban y ondeaban en finas cuerdas, esperando ser secadas para poder reutilizarse. Todo esto sucedía sin darse uno cuenta, rodeado de un botellin de cerveza refrescándome la mano y aliviando la garganta. De fondo, suena la música del bar y se oye el suave chasquido de unas bolas de billar cayendo por oscuros agujeros.
 Nos tocaba irnos del lugar y los dos lo sabíamos, no podíamos demorar mas. Las despedidas siempre son amargas pero dan inicio a futuros reencuentros. Nos fuimos a Cartagena pero esta vez debido al consejo que nos dieron, nos trasladamos con bus para poder esquivar unas zonas humildes de Barranquilla, las cuales nos habían dicho que eran peligrosas. La buceta no era muy confortable pero al principio íbamos relativamente anchos y cómodos. En Barranquilla el bus se llenó y los asientos dejaron de ser cómodos. El lugar se transformó en un a lata de sardinas. Las articulaciones padecían la estrechez y el agarrotamiento evitaba la correcta circulación de la sangre.




CARTAGENA DE INDIAS


Llegamos a media tarde. Caos en las calles, trafico a ritmo paralizante sin aparente solución. Obras perpetuas sin terminar, diseñan el nuevo trazado mientras nuestro taxista intenta esquivar el tapón cogiendo supuestos atajos. En estos caminos vimos la otra ciudad. Barrios humildes, con casas semejantes a cabañas, habitadas por gente a medio camino entre la pobreza y la supervivencia. Mientras, en el horizonte, aparecían edificios altos, majestuosos e inherentes de grandes ciudades. El hostel estaba bien situado ya que nos quedaba a escasos metros de la zona amurallada. Cuando llegamos al lugar nos apuntamos a la cena que organizaban. El menú consistía en platos elaborados con pescado, cocinados por un xef que no dejó a nadie indiferente. Todo estaba ambientado con música electrónica que pinchaba una aprendiz de DJ. Después de la cena la gente continuaba bebiendo y tomando otras sustancias. Cada vez que iban pasando las horas , muchas caras se iban desencajando y no era precisamente debido al exceso de alcohol. La gente hacia muchos viajes sospechosos de cortos minutos. Salimos un momento del hostal y rápidamente nos abordaron varios personajes ofreciéndonos finas hierbas y polvos mágicos. El trapicheo era descarado, varios gorrillas paseaban cercanos a las puertas de los hoteles y bares en busca de rápidas transacciones comerciales.

Al día siguiente visitamos la ciudad antigua de Cartagena pero el calor era insoportable. Atravesamos su muralla que protegía antiguamente sus habitantes de los ataques de flotas hostiles. El lugar era un pupurri de colores. Las paredes de las casas estaban pintadas de colores vivos que contrastaban con puertas de maderas macizas y rejas metálicas retorcidas en antiguas forjas. Su interior era un cúmulo de estrechas calles llenas de intersecciones con suelos adoquinados.
En la ciudad, la humedad era terrible y asociada a esa temperatura provocaba que el cuerpo estubiera transpirando a toda máquina. La sudor te empapaba en pocos segundos y si tenias que hacer algún esfuerzo ni os cuento. La piscina era la única solución para paliar dicha calor. Aquí es cuando los aires acondicionados tenian un peso especifico ya que ademas de refrescar el aire van robando un poco humedad al sofocante ambiente.



HACIA MEDELLIN POR EL RIO CAUCAS

La próxima ruta era ir desde Cartagena hasta Medellin para después dirigirnos hacia Cali. Las etapas fueron sucediéndose. El primer contacto, después de unos cuantos días de merecido descanso, fue enfrentarse al caliente asfalto. El aire en movimiento era inexistente y el calor extenuante. En cada etapa bebíamos mas de 5 litros de liquido para no deshidratarnos. La piel intentaba no quemarse exudando gotas de sudor.
Los contrastes volvían aparecer de nuevo, del calor al frío, de la infatigable subida a la confortable bajada, del seco desierto a la humedad de la selva.
Agua de lluvia, agua de manantial, agua de torrente, agua de sucio charco. Todas se cruzaban en mi camino, salpicándome y mezclándose con mi agua de sudor. Todo quedaba empapado, estábamos húmedos de sudor con restos de suciedad adheridos a nuestra piel. Cuando paramos, no había tiempo para que la ropa se pudiera secar y poco a poco nuestras prendas adquirían su metamorfosis apareciendo unas olores amoniacales que se tornaban insoportables.
La dureza de la climatología pasó factura a mi castigado cambio. El agua agarrotaba el tensor y la cadena tras sufrir tantas distensiones acabó por romperse. Lo mas jodido fue que se me rompió el desviador y eso si que era un grave problema. Por suerte, en este país tienen soluciones para todo y resolver el problema fue tarea fácil.

 La orografía de Colombia esta llena de sorpresas y los desniveles en sus montañas poseen marcadas pendientes. Estábamos en época de lluvias, pero no hacia falta que nos lo explicaran, era obvio. Los ríos estaban bordeando sus limites, poniendo en peligro diversas poblaciones y algunas infraestructuras. En la ruta, los desprendimientos eran habituales. Los suelos arcillosos que formaban los frágiles taludes de las carreteras se desmoronaban con facilidad. Los cortes en las carreteras era una cosa habitual y la gente estaba resignada a este tipo de situaciones.
El tránsito de camiones era constante pero sus conductores eran muy prudentes con nosotros, cosa que no puedo decir de los autobuses. Los camiones, aquí están algo tuneados. Sus propietarios siempre intentan llevar sus mulas, lo mas limpias posibles. Al llegar la noche encienden las luces de neón y comienzan a brillar en la oscuridad, luciérnagas de varios ejes. En su paso por las oscuras calles de desconocidos pueblos, rompen el silencio y ahogan el aire con un rugido de sus toberas de escape.
 El viaje hasta Medellin duró nueve días, aunque en uno de ellos paramos para ver como el Barcelona ganaba su cuarta Champions, dando otra lección magistral de buen fútbol.
Las etapas fueron Cartagena, San Onofre, Coveñas, Monteria, Caucasia, Puerto Valdivia, Yarumal, Don Matias, Medellin. En Monteria tuve que ir al DAS (Policía Especial) para poder prolongar mi estancia en Colombia ya que mi visado estaba apunto de finalizar.
Las etapas mas duras que encontramos, fueron a partir de Puerto Valdivia. Las colinas iban sucediéndose y poco a poco íbamos ganando terreno a las alturas. Pasaron los dias y por fin llegamos a Medallo, el diminutivo de Medellin, en un dia de lluvia donde nos reencontramos con Martin y conocimos a Mariano, ambos dueños del Budha Hostel.

lunes, 16 de mayo de 2011

GUAJIRA


En Santa Marta, el sol, violento y salvaje, se derrama, sobre el asfalto, en lluvia dorada de polvo. El cielo esta nublado, sucio, triste. Mis pupilas intentan soltarse de un solitario grano de arena, introducido por equivocación en una concha sin perla.
Poquísimas personas transitaban por la ciudad a esa hora, el viento opaco y caluroso levantaba hojas de periódico amarillentas y sucias. La tarde era sudorosa, repleta de sonidos sordos y lejanos, mientras yo soportaba el peso salvaje y violento del abominable sol. Por cierto me escondí en un eclipse de sombra y vi como el Madrid ganaba la Copa del rey.
Estuve visitando varias playas cerca de Santa Marta y  quizás la mas bonita sea Bahía concha. Tambien estuve en el Rodadero y en Taganga. En las playas se veían a lo lejos, numerosas velas que parecían extenderse por el mar. Sobre la playa dorada de arena, morían mansas olas y solo el sonido de algún ronco motor anunciaba la llegada de pescadores a su llegada a la playa
Por mi parte, me escondía a regazo de alguna confortable sombra, descansando, adormecido por el ajetreo, el calor y el polvo arenisco.
La brisa aromada, fecundada en los crepúsculos tropicales bailan sobre mi cuerpo. Aquí tumbado en la arena sabiendo que era San Jordi, decidí a sincerarme.Pero cuanto cuesta sincerarse sin cebada...

Escrito en San Jordi......para ella:

Aquí tumbado en las playas del Caribe observas que cuando la vida te golpea, comprendes que todos los hombres que vivimos “intensamente” guardamos un secreto. Puede ser una mujer o tal vez... no sé, hay infinidad de cosas. Pero lo guardamos aquí, en el corazón. Y hay días que el corazón pesa demasiado y parece que reventará aunque cada uno se libera a su manera. Pasó en un pasado ya muy lejano, cuando aun conservaba pelo en mi despoblada cabeza. Que cobarde que fui entonces , pero el efecto de sus ojos en mi, era desastroso. Su presencia ejercía sobre mi ser, una especie de esclavitud misteriosa, repercutiendo en mi alma. Parecía que mi mente se trituraba entre miradas intermitentes. Mi cerebro saltaba dentro de mi cabeza y cada vez que pensaba en ella, los sofocones de amor me hacían el efecto de cien cañonazos disparados contra mis nervios. Nadie ha conseguido que con tan poca pólvora se calentara mi sangre. Parecía que estuviera en un cuerpo enfermizo, o en el de otra persona que no identificaba como mi mismo. Nuestros amores debían tener una solución, como la tienen todos, pero yo no contribuí a la faena con mis miedos en ese momento ya tan lejano. Que tonto que fui cuando tenia que tomar una decisión y esa fue ignorada , pero la vida se basa en eso, aprendizaje por errores. Ya han pasado muchos años y observando la vida, me doy cuenta de mi equivocación. Era ella la mitad de la naranja? pues creo que si, pero que estoy diciendo.
 Claro que si, sin ninguna duda. Aun me tiembla la voz cuando por casualidad hablo con ella. Ahora en estos días de calma donde tengo infinidad de tiempos muertos, donde mi cuerpo y mi alma descansan, no puedo evitar que a veces me venga la visualización de imágenes de su cara y encontrarme con ella en algunos sueños. Que fácil que parece todo cuando estando dormidos. La imaginación nos hace vivir historias que la realidad nos impide afrontar. Hoy en día uno puede vivir como está o conformarse con tener un zumo de naranja exprimido que con el paso del tiempo coge acidez y pierde esa fuerza que solo tiene esa mitad del cítrico y vivir engañado de la realidad. Tal como en estos días se encarrila la vida, ese tren tiende a salirse de vía o quedarse en vía muerta.
Afortunadamente, creo que las mujeres que nos cautivan de esa manera no aparecen mas que una vez en la vida. Ya que si volviese a pasar quizá desaparecería ese encanto que las envuelve en esa aura misteriosa y seguramente mi corazón y mi cabeza podrían sufrir daños irreparables.
Para no hacerme mas pesado decir que los hombres y las mujeres somos mentirosos y mas cuando se trata de amor, así que quien se lo crea bien y el que no también.

BUCEO

Bueno, después de este rollo os explicaré que en Taganga me fui hacer unas inmersiones después de 8 años sin ponerme los plomos. El instructor me recordó todo lo que me se había olvidado y pal fondo. He sido bautizado otra vez. He vuelto a ponerme unas botellas de buceo en mi espalda. Parecía, camello con pies de pato. Mi viaje consistía en dar una vuelta por la casa de Aquario. Sus aguas no estaban frías y el día me ha regalado un quieto mar con muy buena luz. Sensaciones olvidadas venían a mi. Los primeros minutos en la gran pecera eran como estar en un sueño. Las olas se hacían invisibles en el fondo y la refracción del agua hacia aparecer todo mas grande de lo normal. Me notaba un poco extrañado por la vuelta a lo desconocido en un mundo de invisibles fronteras. Estaba en un estado de ingravidez y mis sentidos estaban en constante alerta a todo lo que sucedía. Parecía que la magia de un cristal se reflejara en el fondo marino .
Ese frágil mundo se presentaba ante mi, sin inmutarse a mi presencia. La fauna de las profundidades se vestía con multitud de colores, formas y tamaños. Era fascinante observar las claras diferencias entre los dos mundos. Debajo del agua las reglas cambian y aunque llevemos nuestras mascaras y un buen equipo, parecemos ranas aleteando nuestras ancas.
En el fondo, la vida parece que transcurre alrededor de pequeños refugios que proporciona las oquedades de los corales y rocas marinas. El silencio parecía infinito y solo se rompía por el ritmo de mis ventilaciones. Notaba como a cada secuencia se descorchaba una botella de champan. Miles de burbujas huían de mi e iniciaban una carrera para poder llegar a su liberación en la superficie. Flotaba en las profundidades del fondo marino y eso me producía un estado de relajación brutal. Pasados 43 minutos, la reserva me avisaba de que se acababa mi tiempo así que remontamos hacia nuestro bote para preparar la segunda inmersión.



HECHIZO

El paso de los días parecían inocular veneno en mi cuerpo. El body no tenia ganas de inquietarse por minuteces y la cabeza trabajaba a ralentí . El oasis donde había plantado mi hogar tenia todas las comodidades posibles. La vida se vivía en el contorno de la piscina. El hostel se parecía a la serie de Melrouse Place, pero ahora el plató abandonaba California y se instalaba en el Caribe. Una tela de araña había teñido sobre mi, un punto de cruz que me tenia atrapado en sus vacíos. El cuerpo estaba relajado y mientras iban pasando los días, mas perezoso me tornaba. No tenia nada que hacer y a eso me dedicaba. Me despojé de mi swatch para no poder oír el monótono paso de las agujas y aislarme de horarios. Las horas se acumulan en días, día tras día pasan los meses, 12 meses preceden a un año y un año viajando pasa volando. Menos mal que aun me queda un par de años  para recorrer mas kilómetros.
Creo que he topado con un lugar hechizado, este se conjuró y atrapó mi cuerpo. Pasaron varias semanas hasta que me torné inmune a su veneno y después de que se acabaran los cuatro clásicos Madriii-Barçaa decidí que me tenia que mover. El cuerpo comenzaba a pedirme un poco de caña.
 Antes de irme, recuerdo que un día no se cual, pensaba que había una fiesta en el cielo. Creo que ese día las puertas del cielo se rompieron, porque vi a un grupo de siete ángeles en la piscina. No podía ver sus alas, pero de bellas que eran no podía equivocarme. Ademas hablaban una lengua rara, rara, rrarra. Ya veis que aquí en el caribe la vida se vive como la escribes, tal como  decía Aute.
En el hostel con tanto tiempo ahogándome en sus rincones, me hice amigo de todos los currantes, incluidos de los jefes. Abandoné el lugar donde me había encontrado como en casa y me dirigí hacia Minca, un pueblo situado en las montañas ubicado a pocos kilómetros de Santa Marta.
Su puta madre, perdón por la expresión pero esa subida me dejó bastante tocado. Había unos 700 metros de desnivel o eso me dijeron, y doy fe de eso. La poca actividad de los últimos días me habían oxidado la musculatura y a eso se le unía la deshidratación que me produjo la climatología.
Las manos me patinaban, mis ojos me picaban y mi piel sudada. Gotas transparentes transportaban mares de sal que saltaban por el trampolín de mi espalda. Mi ropa mojada, se ceñía a mi y el bOb patinaba en el sillín. La pista no ayudaba. Sus infinitos agujeros y su arrugado asfalto frenaba la cicla. De vez en cuando movía la bicicleta hacia las sombras de los arboles para parapetarme del sol y poder secarme el sudor. Quería esquivar a toda costa la calor ya que el ambiente parecía un infierno.
Al llegar al pueblo parecía que este se hubiera convertido en la ciudad perdida ya que las casas estaban dispersas. Estaban construidas con materiales locales y estas se camuflaban entre la espesa vegetación selvatica.
Para poder aliviar mi calor corporal fui a bañarme en las pozas del río que cruzaba el pueblo. El agua estaba rica y mientras bajaba la tarde estuve disfrutando del baño.
Por la noche, la temperatura se tornaba normal ya que aparecía el viento que corre por los tejados, aliviando la calor concentrada en locales cerrados. En mi habitación se habían colado un par de inquilinos. Dos lagartos, estaban fijos en la pared, boca abajo, situados al lado de un orificio que había en la ventana. Estaban inmóviles, con la vista obsesionada, esperando el paso de sus presas.
Al cabo de dos días me fui, tenia que dirigirme a la frontera con Venezuela para sellar el pasaporte para poder volver entrar a Colombia. Eso me llevaba a conocer la provincia de la Guajira. Pasé por los limites del parque del Tayrona y por los de Sierra Nevada. Paré en Palomino, Riohacha, Maicao, Manague y el Cabo de la Vela. La ruta es interesante por la diversidad de paisajes que uno recorre, pero la zona norte de la Guajira es puro desierto. La temperatura es muy calurosa y las duras condiciones de vida hace que solo vivan los wayus, una raza de indígenas que pueblan estos parajes desde tiempos remotos. Esos paisajes me recordaban a Marruecos ya que las mujeres iban vestidas con túnicas que les tapaban todo el cuerpo y las protegía de los rayos solares.
Los únicos animales que se veían eran ovejas y cabras que intentaban robar a las diminutas plantas un poco de materia verde casi inexistente.
Los wayus tienen un aspecto muy amigable y las ropas de sus mujeres tiñen de colorido el arcaico paisaje. Mi relación con ellos fue increible, se estrañaban de verme y cuando les contaba partes de mi viajera historia, se quedaban como paralizados escuchándome. Pero no todo es tan bonito como parece  ya que estas  comunidades se rigen por una leyes propias que a veces chocan con las nuestras.
El cabo de la vela esta ubicado a pocos kilómetros de Uribia, pero la pista estaba en muy mal estado. Los múltiples agujeros, las piedras y la aparición de arena hacia complicado el manejo de la bici. El sol por su parte no ayudaba y la ausencia de lugares para poder beber, hacia que todo se complicara. En el cabo, hay un conjunto de barracas hechas de cañas dedicadas a hospedar a extranjeros que buscan reposo. El acceso para poder llegar al lugar posee una zona de 5 kilómetros donde es puro desierto. No crece ningún vegetal y el suelo presenta un color blanco debido a los restos de sal presentes en la tierra.

 Allí la brújula se convierte en  un instrumento inútil  debido a que la sal vuelve loca a esa fràgil aguja imantada que parece bailar sin compás.  Antes de llegar al cabo de la vela me topé con un par de pueblos pesqueros, donde encontré  a todos los hombres matando el tiempo fulminandose varias cajas de cervezas mientras las mujeres balanceaban sus cuerpos en cómodas hamacas abrazando la brisa marina en el cobijo de las sombras. Pasados varios dias descansando en las puertas del infierno decidí abandonar el insoportable calor y retornar a Santa Marta. El camino de vuelta seria repetitivo volver a recorrelo montado con mi burra asi que cogí un bus para evitar instalar rutina en mi pedaleo.



domingo, 24 de abril de 2011

COLOMBIA

Al abandonar las tierras Argentinas se apoderaron de mi, una mezcla de sensaciones extrañas, habían sido tres meses circulando por un inmenso país lleno de contrastes que van dejando huella en esos lugares donde se almacenan los recuerdos. El duro recorrido junto las condiciones atmosféricas adversas había hecho que la tarea no fuera fácil. Sin lugar a duda, las metas mas difíciles de conseguir producen estímulos mas satisfactorios que con al paso del tiempo se saborean mas intensamente. Ahora tocaba disfrutar del éxito sucedido y aposentar algunas reflexiones que se me plantearon mientras pedaleaba. Todo esto esta madurándose en mi baúl de los recuerdos. Como anécdota, al irme de la Tierra del Che, en la zona de embarque del aeropuerto tuve la grata sorpresa de no pagar ninguna luca por embarcar las bicicletas tanto en Ushuaia como posteriormente en Buenos Aires. Tuve muchísima suerte porque llevaba de largo exceso de equipaje y eso se paga, y se paga caro. Creo que las personas que encontré en los mostradores de embarque no querían complicarse la vida haciendo burocracia tramitando formularios que habitualmente no estaban acostumbrados a gestionar. Eché un vistazo a mi billete electrónico y este me mostraba una información que ya conocía de antemano. Tardaría un día y medio en llegar a mi destino, así que me lo tomé con calma. Primero el avión hizo una escala en Río Gallegos donde no tuve que bajarme del avión. 
 Únicamente cambiaron algunas caras de algunos pasajeros. Seguidamente y después de unas tres horas de vuelo aterrizamos en el aeroparque de la ciudad de Buenos Aires. En la capital de los porteños tenia que cambiar de aeropuerto así que tuve que coger un bus que atravesó toda la ciudad y me trasladó al aeropuerto Internacional Pistarini.
 En el aeropuerto no había free wifi así que tenia que matar el tiempo de alguna manera. Quedaban 8 horas antes de mi segunda escala que me llevaría a Lima. Me dediqué a visionar algunas películas de mi disco duro pero el cansancio estaba presente en mis ojos asi que no les presté demasiada atención. Mas tarde ya estaba volando hacia Lima aunque para decir verdad no me enteré de nada ya que mi visión se me quedó como el color de las nubes.
En el aeropuerto de Lima, tocaba mas de lo mismo, 8 horas mas de espera que me pasé nuevamente visionando mas películas y viendo el partido del Barcelona Scaktar donde el equipo local ganó 5-1. Este resultado junto al del Real Madrid indican que los dos equipos se verán las caras en las semifinales de la Champions. Será un mes de abril de infarto ya que se sucederán cuatro clásicos F.C Barcelona- Real Madrid. Este choque promete espectáculo. En el aeropuerto, las horas se me hacían pesadas y mi cuerpo pedía a gritos una ducha y un descanso en posición horizontal.
 Al final, después de 30 horas de vuelos y escalas en aeropuertos, llegué a Bogotá. En el aeropuerto la policía comenzó hacerme preguntas sobre mis cajas y mostraron mucho interés por mis bultos así que utilizaron sus perros para revisarlos. Los animales ni se inmutaron oliendo los embalajes. Después de pasar los controles policiales me fui a buscar mi taxi. En teoría, tenían que venir a buscarme desde el Hostel pero en el exterior del aeropuerto no había ningún cartel con mi nombre, así que después de dejar pasar un poco de margen de tiempo me fui a buscar un vehículo en que pudiera encajar mi caja.
 Mientras me dirigida al Hostel, comencé a visionar la ciudad. Lo que vi no me gustó nada ya que iba pasando por unas calles que daban miedo. La gente parecía deambular en ellas sin tener rumbo . Las calles estaban escasamente iluminadas, con multitud de viviendas que parecían abandonadas. Las aceras eran de color negro debido a la suciedad impregnada y a  restos de basura. La fauna que transitaba por allí, iban sucios con prendas haraposas y parecía que se escondieran entre el cobijo de las sombras. El taxista me comentó que esa zona era extremadamente peligrosa aunque no hacia falta que lo dijera, era obvio. Mi hostel estaba en el casco antiguo, concreta mente en el barrio de la Candelaria . El lugar era bonito pero había que ir con cuidado ya que al ser el centro históricode la ciudad, la zona era visitada por turistas y eso atraía a otro tipo de fauna que intenta conseguir unos pesos para poder subsistir a un nuevo día.
 Por la mañana el lugar estaba lleno de policías y el sitio era seguro, pero a partir de las 19:00 horas la oscuridad se aliaba con el lado oscuro y sin disponer de una espada láser el sitio se tornaba potencialmente peligroso. Por mi parte no tuve ningún problema pero no iba tentando la suerte. Estuve 5 días recorriendo la ciudad que tiene 9 millones de habitantes. La urbe no me acabó de agradar, no le encontraba ningún encanto aunque le daré otra oportunidad cuando retorne a mediados del mes de junio para coger otro vuelo que me llevará  a Asia.
La Candelaria era un barrio con las calles adoquinadas con techos de tejas árabes y casas de estilo colonial. Sus paredes estaban pintadas de colores vivos donde resaltaban sus puertas y ventanas trabajadas en madera. Las calles eran empinadas y mientras te dirigías a la Plaza de Bolivar sobresalían por encima de los tejados diferentes campanarios de distintas iglesias que poseía la ciudad.
El domingo decidí irme de la ciudad y dirigirme hacia el noreste para visitar las playas del caribe colombiano. Estaba cansado de las inclemencias del sur de Patagonia y mi cuerpo parecía tener memoria. Aun se recordaba del frío y la humedad instalada durante varias semanas en mis extremidades. Por todo esto, me pedía unas sesiones de playa y hamaca con noches de terrazas . Había estudiado el camino para salir de Bogotá y la gente del Hostel me facilitó un mapa para no perderme.
 La salida fue fácil ya que el domingo se cortan algunas calles de la ciudad para que la gente pueda practicar deporte sin tener que preocuparse por el denso tráfico. Pero paso lo peor, cuando afrontaba una subida, el cambio hizo un sonido mientras daba un golpe de pedal y crak, se rompió el desviador y la cadena. Estaba en las afueras de la ciudad, era domingo y llovía. Mi compañera estaba muerta, no podía dar un paso con ella así que me tranquilicé y paré un taxi.
 El vehículo era muy pequeño así que dije a su conductor que llamara a un vehículo mayor para que me llevara al hostel. El taxista era muy amable y me ofreció intentar poner la bicicleta en su vehículo. No quería que el servicio se lo llevara otro asi que desmonté la bici y probé de introducirla. Previamente habíamos abatido los asientos traseros del buga y fue un milagro pero entró perfectamente. Al retornar a mi hospedaje, los del Hostel se sorprendieron de volver a verme. Tenia un día para descansar, era domingo y todo estaba cerrado, o eso creía. Me informaron que era posible que hubiera tiendas de bicicletas abiertas . Volví a montar la bicicleta en un taxi y me fui a la calle 13 a buscar tiendas de bicicletas. Aquí un par de mecánicos me cambiaron la cadena, el casette y el desviador aunque esta vez perdía un desarrollo, pase de 9 a 8 piños. Al día siguiente a las 6:30 salia del hostel para cruzar la ciudad y no encontrar tanto transito.
 La verdad es que el tráfico era un poco caótico sobretodo debido a la anarquía de las maniobras que realizaban los autobuses. Cuando ya había abandonado las principales arterias de Bogota, el cambio se me desajustó y no era plan, parar en las afueras así que continué con el piñón pequeño fijo en el cassete. Menos mal que me quedaba la opción de poder jugar con los platos.
 Mas adelante me informaron que había una tienda de bicicletas antes de iniciar el alto del vino. Eso me dio ánimos aunque no hacia falta porque encontré a Jose, un colombiano sexagenario amante de la bicicleta y que había recorrido medio mundo. Me acompañó hasta un mecánico y después de que me ajustaran el cambio nos fuimos juntos a subir el alto del vino. La subida no era muy larga pero exigía un esfuerzo. Al coronar el alto nos despedimos con Jose y cada uno siguió caminos diferentes.
Me gustaría recalcar la gran afición que tiene Colombia con el deporte de la bicicleta. Era lunes y la carretera que se dirige hacia el norte de Bogota, estaba repleta de multitud de gente que salia a practicar ciclismo.
Había gente de todas las edades haciendo mover los pedales y eso transmitía buenas sensaciones ya que parecía que te encontraras  en familia. Después de coronar el alto del Vino, venían las bajadas en la que uno tenia que ir con cuidado ya que el asfalto no estaba en muy buenas condiciones. En la  ruta iban apareciendo algunos agujeros y los neumáticos en uno de ellos, acabaron pinchando. Tocaba cambiar la cámara y continuar pedaleando. El paisaje era diferente al que había recorrido durante mi viaje. Ahora la carretera estaba rodeada de una vegetación exuberante. La selva se apoderaba de todo y el verde predominaba a ambos lados de la calzada, aunque en los altos de montaña todo estaba tapado por una neblina que iba mojandolo todo.
 Rodando llegué a una población llamada La Vega y a partir de aquí desapareció la neblina que dio paso a un halo de calor que era sofocante. Al final decidí parar en Vileta, un pequeño y encantadora población a setenta kilómetros al oeste de Bogotá. Eran las 15:00 horas y no tenia ganas de afrontar un nuevo alto que venia nada mas cruzar susodicha población. El pueblo era encantador y me hospedé en una residencia que tenia un patio interior con dos palmeras y un par de loros que iban repitiendo algunas palabras. Aquí conocí a un mecánico de bicicletas que me cambio el cable de frenos, me cuadro el cambio y ajusto mis ruedas sin cobrarme nada.

EL ALTO DEL TRIGO

Comenzaba la mañana con luvia tenue. Al salir del pueblo comenzaba la subida y esta se me hizo interminable. Multitud de mulas (trailers) me iban adelantando en mi lenta marcha. El desarrollo estaba a tope y las rampas iban dejando paso a mas rampas. De vez en cuando iba parando y hidratandome ya que la humedad era del 100%. Sudaba, sudaba y sudaba, el ambiente era sofocante y tenia las ropas mojadas tanto por fuera como por dentro. De repente, comencé adelantar camiones ya que estos se encontraban apeados. Varios derrumbes habían provocado cortes en la vía. Los taludes estaban compuestos por empinadas pendientes que al saturarse de agua no podían soportar el incremento de peso y eso comprometía su estabilidad. Ahora era yo el que avanzaba y los camiones estaban esperando una señal para poder continuar su marcha. Los conductores de los diferentes vehículos me miraban extrañados. Sus miradas iban dirigidas a mis bultos y algunos de ellos me soltaban gritos dándome ánimos en la subida. Vaya con el puerto, saque el hígado. Desconozco la altura y el desnivel pero parecía que hubiera tardado un siglo en llegar a la cima. Luego en la bajada, los frenos no paraban de chirriar. La humedad estaba calada en las llantas y los giros se volvían peligrosos por el transito de camiones. Estos intentaban invadir el carril contrario para poder ir mas rápido en el sinuoso trazado y eso me restaba espacio para poder maniobrar. En el final de la bajada encontré el pueblo de Guaduas, aquí almorcé y agarre fuerzas para poder afrontar el siguiente alto.
 La subida era mas suave que la anterior y la distancia fue pequeña así que corone el alto de la Mona bastante rápido. De aquí hasta la localidad de Honda fue todo bajada. Multitud de curvas iban serpenteando las colinas pero el estado del asfalto estaba fatal debido al transito pesado y al continuo brote de torrentes que destrozaban la fina capa de betún.
Al día siguiente salí de Puerto Salgar y fui rodando hasta que llegue a San Joan de Dios. Ese día pequé de novato ya que los rayos de sol me rostieron los brazos. Olvidé ponerme crema protectora y al acabar la etapa notaba mil pinchazos en mi piel. Menos mal que por estas tierras se come bien y uno puede coger fuerzas. Grata ha siso la sorpresa versus la comida que estoy conociendo. Aquí los platos son abundantes y uno nunca se queda con hambre. Las carnes siempre vienen acompañados con raciones de lentejas, frijoles, arroz y plátanos macho frito. A todo eso, aveces ponen una especie de acompañamiento de algo frito que aun no se de que se trata pero esta bueno.
La ruta que tomé al abandonar la capital era la vía 50 pero al llegar a Honda, apareció un cruce de caminos. La carretera se bifurcaba y tomé la ruta 45 que es la que atraviesa el centro de Colombia y sigue el cauce del río Magdalena. La selva tiñe de verde los paisajes y en el plano, el agua intenta inundarlo todo. Los mosquitos están cada noche de fiesta y a veces vienen a visitarme. Esos pequeños vampiros quieren morderme y lo consiguen demasiadas veces. La ruta que sigo a veces es para mi una incógnita ya que los únicos mapas que encontré en Bogota no estaban muy currados. La mejor táctica para mi, es usar el boca a boca con la gente local y me funciona bastante bien aunque aquí las referencia de las distancias se hacen en función del tiempo que tarda un coche en recorrer una distancia y eso es bastante relativo. Mi viaje por el centro del pais era duro por la intensa calor que hacía y por la humedad presente durante todo el dia. Las lluvias o mejor dicho los diluviones eran frecuentes. Cuando mirabas a los campesinos o trabajadores, estos vestian con botas de plástico hasta media rodilla  asi que ya os podeis hacer idea de como estaba el suelo. Cada mañana el tráfico de camiones me salpicaba con litros de agua encharcada en los inexistentes peraltes de las curvas.
A media mañana toda el agua de la carretera desaparecia como arte de magia. El sol, la fuerte temperatura y el tráfico pesado se encargaban de secar el asfalto. A media mañana hacía una parada para desayunar, momento donde iba conociendo a difrentes camioneros. Estos me iban dando consejos sobre la ruta y se interesaban por mi recorrido.
En los ultimos dias los  fenómenos de la niña hacen estragos en el país. Los ríos se desbordan al igual que las quebradas, las montañas se deslizan y hay avalanchas de lodo de todas las proporciones. Obviamente las carreteras están en mal estado, taponadas muchas y otras con interminables cortes debido al derrumbe de arboles . Al paso de mis dias por la ruta he observado un incremento de trafico de vehiculos ligeros, esto se debido a que estamos a las puertas de semana Santa y eso hace que haya mucha gente viajando por carretera. Desconocia la riqueza de estas tierras, las cuales son productoras de café, bananas, frutas tropicales, ganado, oro, esmeraldas, petroleo, gas y otras cosas ilegales.

Después de ocho días llegué a Santa Marta, concretamente en Dream Hostel. El sitio esta apartado de la ciudad pero tiene una zona comunitaria espectacular, formada por una piscina, bar, restaurante, zona ajardinada, una pista para practicar deporte y eso le aporta un ambiente especial. Solamente llegar hice gestiones para poder saber donde podia ir a buscar un sitio donde televisaran la final de la Copa del Rey entre los dos grandes. El partido lo vi en un bar que estaba full de colombianos y yo era el único extrangero. Las aficiones estaban divididas pero eso no importaba a la hora de expresar sus sentimientos. El partido fue electrizante y al final ganó el Madri por 1-0 con un golazo de CR7. Ahora les toca a los del Barcelona tomarse la revancha en las semifinales de la Champions.

domingo, 3 de abril de 2011

FIN DEL MUNDO

TIERRA DEL FUEGO

Ahora en Argentina aparecía el asfalto y la ruta 3 me conduciría hasta Ushuaia. Durante varios días estuve durmiendo en los desagües de carretera aislándome del viento y la lluvia. Era imposible secar mis guantes y calcetines debido a la gran humedad que había en el ambiente. Mi intención era ponerlos en el interior del plumas pero debido a la gran retención de agua que poseían desistí en introducirlos, así que cada mañana tenia que luchar contra esa sensación desagradable de ponerse prendas frías y húmedas. Antes de llegar a Ushuaia paré en el pueblo de Tolhuin. Aquí pude calentarme y secar las prendas mojadas en el horno de la panadería del pueblo. De paso, aproveché para tomarme unos lomitos y algunas pastas de fabricación artesanal. El encargado del establecimiento me ofreció una habitación gratuita preparada para los ciclistas. La invitación costaba de rechazar, pero no me quedé debido a la temprana hora y la aparición momentánea del sol con la detención de la lluvia. Tenia que apresurarme, me quedaban solamente 100 km para llegar a mi destino y el tiempo habría una ventana que se tenía que aprovechar. Abandoné todo lo negativo que me aportaba el mal tiempo y comencé a darle caña a la bicicleta.

Tenia que rodar lo mas rápido que pudiera. El cuerpo se iba animando y la escasa calor de los débiles rayos de sol me animaban a seguir. Antes tuve que hacer un stop técnico para lubricar la cadena. La bicicleta con tantos días seguidos de lluvia y humedad provocaba la aparición de algunos sonidos peligrosos. En poco tiempo rodeé el lago Fangano y luego llegué al lago Escondido, lugar donde me indicaron que venia un pequeño puerto de 8 km llamado Paso de Garibaldi. La subida fue suave pero larga, aunque la noche ya parecía pedir paso. Coroné la subida y rápidamente bajé ya que cada vez la luz era mas tenue. Comenzaba a llover, aunque esta vez la lluvia se convirtió en agua nieve. Bajando el puerto , me encontré con un puesto de viabilidad, así que aproveché la oportunidad para pedir refugio. Los trabajadores, muy amablemente me dejaron dormir en un cuarto destartalado, pero ese lugar representaba para mi como una habitación en el Hilton. La calor que noté nada mas abrir la puerta, me elevó a gloria. Me cambié toda la ropa y me di una ducha caliente. Mis pies no se lo creían, volvía a sentir los dedos. Mi cabeza no quería abandonar la ducha, y mi dermis agradecía el paso de cada gota de agua caliente que resbalaba por mi cuerpo.

Mi piel al paso del tiempo se iba arrugando y transformé en poco tiempo el baño en una improvisada sauna. Olas de vapor impedían verte en el espejo y la olor a jabón me hacia sentirme limpio. Seguidamente puse la ropa a secarse en un improvisado tendedero y me fui a comer mis últimos víveres. Mientras comía iba conversando con los trabajadores que iban retornando de sus tareas. Cuando estaba tomando el postre untando unas galletas con mi preciado dulce de leche, los currantes se pusieron a cenar y me invitaron a unas milanesas, acompañadas con puré de patatas. Todo esto estuvo regado con unos buenos vasos de vino tinto. Cené dos veces, así que acabé con la barriga hinchada. No estaba acostumbrado a tanta abundancia así que por la noche tuve que hacer algún que otro viaje al roca a equilibrar la balanza.
Por la mañana después de desayunar me despedí de los trabajadores y volvía a los pedales con ropa seca. El tiempo estaba indeciso, pero no tardó mucho en aparecer la lluvia aunque no era muy intensa. El camino estaba compuesto por infinidad de cerros que tenias que subir y bajar pero la gran cantidad de agua en la calzada impedía un buen avance. Las puntas de las montañas estaban nevadas y vi aparecer los primeros telesillas de las pistas de esquí. Al poco rato llegué a Ushuaia. Hacia un tiempo de perros así que fui a buscar un lugar donde alojarme y cambiarme antes de que el frío y la humedad calaran en mis huesos. Una vez ubicado en el hostel Freestly fui a tomarme unas birras, aunque no celebré nada ya que aun me quedaban 20 km para llegar a Lapataia.
 Este lugar es donde acaba la carretera num. 3 y es la ruta terrestre mas austral del mundo. Al dia siguiente el tiempo se puso feisimo así que tomé descanso y me quedé en el hostal dedicándome a cocinar una paella y un poco de carne estofada con bolets.

La gente del hostel cuando olieron los perfumes que iban desprendiéndose de las sartenes, sintieron curiosidad y venían a investigar cerca de los fogones a ver que se cocinaba por ahí . Muchos curiosos me hacían preguntas sobre lo que cocinaba y a algunos de ellos les ofrecí al finalizar la tarea, unas tapas de paella. Así, si que se hacen amigos,o eso parece por las birras a que invitaron.
 Al día siguiente me levanté a las 07:00 Am para dirigirme a la Bahía de Lapataia. Quería aprovechar la mañana ya que es cuando el tiempo esta mas estable. El lugar esta dentro del Parque Nacional Tierra del Fuego, así que de paso recorría y conocería el parque.
 Era el primero del día en visitar el parque así que no me encontré a nadie. La bahía estaba con el mar tranquilo y solamente algunas aves marinas rompían el tranquilo silencio.
Aquí pude ver el famoso cartel que indica la distancia que queda por recorrer a los viajeros que tiene como destino dirigirse a Alaska, concretamente 17848 km. Mas tarde cuando recorría el camino inverso, me desvié por algunos senderos y pude observar un dique compuesto con troncos de arboles que fabricaban los castores para crear sus madrigueras. Me quedé un rato en silencio para ver si podía ser afortunado y poder ver alguno de los roedores, pero eso hubiera sido tener muchisssima suerte.
 Antes de salir del parque me pasé por Ensenada, un pequeño amarre cerca de la isla redonda donde hay una oficina de correos y se encuentra Carlos, el cartero del fin del mundo. Aquí sellan el pasaporte con unas estampas de Tierra del Fuego. Me los puse en el pasaporte y Carlos tubo el detalle de hacérmelo gratuitamente. Por el parque me encontré con varios zorros de cola gris los cuales están habituados al transito de los turistas ya que uno de ellos vino hacia mi y me pasó de largo a escasos centímetros de mis piernas sin que el bicho se inmutara por mi presencia.
Al dia siguiente no tenia intención de hacer nada pero la mañana se desperto güena, asi que cogí un bote y me fuí a ver la replica del faro del fin del Mundo y un par de islas donde habia albatros y lobos marinos.

El viaje fue interesante ya que eramos un grupo reducido de personas y entre ellos se encontraba una pareja de catalanes que estaban en el mismo hostel.
Aquí, finaliza una etapa iniciada en el mes de noviembre donde el destino era llegar al fin del mundo   (Ushuaia ) antes de que llegaran las inclemencias del invierno austral. Ahora se inicia otra etapa, pero aun no esta definida. En mi cabeza, solo existen varias pinceladas de un posible rumbo que se ira haciendo realidad mientras avancen los días y todo vaya cogiendo forma.

Próximo destino Bogotá (Colombia).