domingo, 24 de abril de 2011

COLOMBIA

Al abandonar las tierras Argentinas se apoderaron de mi, una mezcla de sensaciones extrañas, habían sido tres meses circulando por un inmenso país lleno de contrastes que van dejando huella en esos lugares donde se almacenan los recuerdos. El duro recorrido junto las condiciones atmosféricas adversas había hecho que la tarea no fuera fácil. Sin lugar a duda, las metas mas difíciles de conseguir producen estímulos mas satisfactorios que con al paso del tiempo se saborean mas intensamente. Ahora tocaba disfrutar del éxito sucedido y aposentar algunas reflexiones que se me plantearon mientras pedaleaba. Todo esto esta madurándose en mi baúl de los recuerdos. Como anécdota, al irme de la Tierra del Che, en la zona de embarque del aeropuerto tuve la grata sorpresa de no pagar ninguna luca por embarcar las bicicletas tanto en Ushuaia como posteriormente en Buenos Aires. Tuve muchísima suerte porque llevaba de largo exceso de equipaje y eso se paga, y se paga caro. Creo que las personas que encontré en los mostradores de embarque no querían complicarse la vida haciendo burocracia tramitando formularios que habitualmente no estaban acostumbrados a gestionar. Eché un vistazo a mi billete electrónico y este me mostraba una información que ya conocía de antemano. Tardaría un día y medio en llegar a mi destino, así que me lo tomé con calma. Primero el avión hizo una escala en Río Gallegos donde no tuve que bajarme del avión. 
 Únicamente cambiaron algunas caras de algunos pasajeros. Seguidamente y después de unas tres horas de vuelo aterrizamos en el aeroparque de la ciudad de Buenos Aires. En la capital de los porteños tenia que cambiar de aeropuerto así que tuve que coger un bus que atravesó toda la ciudad y me trasladó al aeropuerto Internacional Pistarini.
 En el aeropuerto no había free wifi así que tenia que matar el tiempo de alguna manera. Quedaban 8 horas antes de mi segunda escala que me llevaría a Lima. Me dediqué a visionar algunas películas de mi disco duro pero el cansancio estaba presente en mis ojos asi que no les presté demasiada atención. Mas tarde ya estaba volando hacia Lima aunque para decir verdad no me enteré de nada ya que mi visión se me quedó como el color de las nubes.
En el aeropuerto de Lima, tocaba mas de lo mismo, 8 horas mas de espera que me pasé nuevamente visionando mas películas y viendo el partido del Barcelona Scaktar donde el equipo local ganó 5-1. Este resultado junto al del Real Madrid indican que los dos equipos se verán las caras en las semifinales de la Champions. Será un mes de abril de infarto ya que se sucederán cuatro clásicos F.C Barcelona- Real Madrid. Este choque promete espectáculo. En el aeropuerto, las horas se me hacían pesadas y mi cuerpo pedía a gritos una ducha y un descanso en posición horizontal.
 Al final, después de 30 horas de vuelos y escalas en aeropuertos, llegué a Bogotá. En el aeropuerto la policía comenzó hacerme preguntas sobre mis cajas y mostraron mucho interés por mis bultos así que utilizaron sus perros para revisarlos. Los animales ni se inmutaron oliendo los embalajes. Después de pasar los controles policiales me fui a buscar mi taxi. En teoría, tenían que venir a buscarme desde el Hostel pero en el exterior del aeropuerto no había ningún cartel con mi nombre, así que después de dejar pasar un poco de margen de tiempo me fui a buscar un vehículo en que pudiera encajar mi caja.
 Mientras me dirigida al Hostel, comencé a visionar la ciudad. Lo que vi no me gustó nada ya que iba pasando por unas calles que daban miedo. La gente parecía deambular en ellas sin tener rumbo . Las calles estaban escasamente iluminadas, con multitud de viviendas que parecían abandonadas. Las aceras eran de color negro debido a la suciedad impregnada y a  restos de basura. La fauna que transitaba por allí, iban sucios con prendas haraposas y parecía que se escondieran entre el cobijo de las sombras. El taxista me comentó que esa zona era extremadamente peligrosa aunque no hacia falta que lo dijera, era obvio. Mi hostel estaba en el casco antiguo, concreta mente en el barrio de la Candelaria . El lugar era bonito pero había que ir con cuidado ya que al ser el centro históricode la ciudad, la zona era visitada por turistas y eso atraía a otro tipo de fauna que intenta conseguir unos pesos para poder subsistir a un nuevo día.
 Por la mañana el lugar estaba lleno de policías y el sitio era seguro, pero a partir de las 19:00 horas la oscuridad se aliaba con el lado oscuro y sin disponer de una espada láser el sitio se tornaba potencialmente peligroso. Por mi parte no tuve ningún problema pero no iba tentando la suerte. Estuve 5 días recorriendo la ciudad que tiene 9 millones de habitantes. La urbe no me acabó de agradar, no le encontraba ningún encanto aunque le daré otra oportunidad cuando retorne a mediados del mes de junio para coger otro vuelo que me llevará  a Asia.
La Candelaria era un barrio con las calles adoquinadas con techos de tejas árabes y casas de estilo colonial. Sus paredes estaban pintadas de colores vivos donde resaltaban sus puertas y ventanas trabajadas en madera. Las calles eran empinadas y mientras te dirigías a la Plaza de Bolivar sobresalían por encima de los tejados diferentes campanarios de distintas iglesias que poseía la ciudad.
El domingo decidí irme de la ciudad y dirigirme hacia el noreste para visitar las playas del caribe colombiano. Estaba cansado de las inclemencias del sur de Patagonia y mi cuerpo parecía tener memoria. Aun se recordaba del frío y la humedad instalada durante varias semanas en mis extremidades. Por todo esto, me pedía unas sesiones de playa y hamaca con noches de terrazas . Había estudiado el camino para salir de Bogotá y la gente del Hostel me facilitó un mapa para no perderme.
 La salida fue fácil ya que el domingo se cortan algunas calles de la ciudad para que la gente pueda practicar deporte sin tener que preocuparse por el denso tráfico. Pero paso lo peor, cuando afrontaba una subida, el cambio hizo un sonido mientras daba un golpe de pedal y crak, se rompió el desviador y la cadena. Estaba en las afueras de la ciudad, era domingo y llovía. Mi compañera estaba muerta, no podía dar un paso con ella así que me tranquilicé y paré un taxi.
 El vehículo era muy pequeño así que dije a su conductor que llamara a un vehículo mayor para que me llevara al hostel. El taxista era muy amable y me ofreció intentar poner la bicicleta en su vehículo. No quería que el servicio se lo llevara otro asi que desmonté la bici y probé de introducirla. Previamente habíamos abatido los asientos traseros del buga y fue un milagro pero entró perfectamente. Al retornar a mi hospedaje, los del Hostel se sorprendieron de volver a verme. Tenia un día para descansar, era domingo y todo estaba cerrado, o eso creía. Me informaron que era posible que hubiera tiendas de bicicletas abiertas . Volví a montar la bicicleta en un taxi y me fui a la calle 13 a buscar tiendas de bicicletas. Aquí un par de mecánicos me cambiaron la cadena, el casette y el desviador aunque esta vez perdía un desarrollo, pase de 9 a 8 piños. Al día siguiente a las 6:30 salia del hostel para cruzar la ciudad y no encontrar tanto transito.
 La verdad es que el tráfico era un poco caótico sobretodo debido a la anarquía de las maniobras que realizaban los autobuses. Cuando ya había abandonado las principales arterias de Bogota, el cambio se me desajustó y no era plan, parar en las afueras así que continué con el piñón pequeño fijo en el cassete. Menos mal que me quedaba la opción de poder jugar con los platos.
 Mas adelante me informaron que había una tienda de bicicletas antes de iniciar el alto del vino. Eso me dio ánimos aunque no hacia falta porque encontré a Jose, un colombiano sexagenario amante de la bicicleta y que había recorrido medio mundo. Me acompañó hasta un mecánico y después de que me ajustaran el cambio nos fuimos juntos a subir el alto del vino. La subida no era muy larga pero exigía un esfuerzo. Al coronar el alto nos despedimos con Jose y cada uno siguió caminos diferentes.
Me gustaría recalcar la gran afición que tiene Colombia con el deporte de la bicicleta. Era lunes y la carretera que se dirige hacia el norte de Bogota, estaba repleta de multitud de gente que salia a practicar ciclismo.
Había gente de todas las edades haciendo mover los pedales y eso transmitía buenas sensaciones ya que parecía que te encontraras  en familia. Después de coronar el alto del Vino, venían las bajadas en la que uno tenia que ir con cuidado ya que el asfalto no estaba en muy buenas condiciones. En la  ruta iban apareciendo algunos agujeros y los neumáticos en uno de ellos, acabaron pinchando. Tocaba cambiar la cámara y continuar pedaleando. El paisaje era diferente al que había recorrido durante mi viaje. Ahora la carretera estaba rodeada de una vegetación exuberante. La selva se apoderaba de todo y el verde predominaba a ambos lados de la calzada, aunque en los altos de montaña todo estaba tapado por una neblina que iba mojandolo todo.
 Rodando llegué a una población llamada La Vega y a partir de aquí desapareció la neblina que dio paso a un halo de calor que era sofocante. Al final decidí parar en Vileta, un pequeño y encantadora población a setenta kilómetros al oeste de Bogotá. Eran las 15:00 horas y no tenia ganas de afrontar un nuevo alto que venia nada mas cruzar susodicha población. El pueblo era encantador y me hospedé en una residencia que tenia un patio interior con dos palmeras y un par de loros que iban repitiendo algunas palabras. Aquí conocí a un mecánico de bicicletas que me cambio el cable de frenos, me cuadro el cambio y ajusto mis ruedas sin cobrarme nada.

EL ALTO DEL TRIGO

Comenzaba la mañana con luvia tenue. Al salir del pueblo comenzaba la subida y esta se me hizo interminable. Multitud de mulas (trailers) me iban adelantando en mi lenta marcha. El desarrollo estaba a tope y las rampas iban dejando paso a mas rampas. De vez en cuando iba parando y hidratandome ya que la humedad era del 100%. Sudaba, sudaba y sudaba, el ambiente era sofocante y tenia las ropas mojadas tanto por fuera como por dentro. De repente, comencé adelantar camiones ya que estos se encontraban apeados. Varios derrumbes habían provocado cortes en la vía. Los taludes estaban compuestos por empinadas pendientes que al saturarse de agua no podían soportar el incremento de peso y eso comprometía su estabilidad. Ahora era yo el que avanzaba y los camiones estaban esperando una señal para poder continuar su marcha. Los conductores de los diferentes vehículos me miraban extrañados. Sus miradas iban dirigidas a mis bultos y algunos de ellos me soltaban gritos dándome ánimos en la subida. Vaya con el puerto, saque el hígado. Desconozco la altura y el desnivel pero parecía que hubiera tardado un siglo en llegar a la cima. Luego en la bajada, los frenos no paraban de chirriar. La humedad estaba calada en las llantas y los giros se volvían peligrosos por el transito de camiones. Estos intentaban invadir el carril contrario para poder ir mas rápido en el sinuoso trazado y eso me restaba espacio para poder maniobrar. En el final de la bajada encontré el pueblo de Guaduas, aquí almorcé y agarre fuerzas para poder afrontar el siguiente alto.
 La subida era mas suave que la anterior y la distancia fue pequeña así que corone el alto de la Mona bastante rápido. De aquí hasta la localidad de Honda fue todo bajada. Multitud de curvas iban serpenteando las colinas pero el estado del asfalto estaba fatal debido al transito pesado y al continuo brote de torrentes que destrozaban la fina capa de betún.
Al día siguiente salí de Puerto Salgar y fui rodando hasta que llegue a San Joan de Dios. Ese día pequé de novato ya que los rayos de sol me rostieron los brazos. Olvidé ponerme crema protectora y al acabar la etapa notaba mil pinchazos en mi piel. Menos mal que por estas tierras se come bien y uno puede coger fuerzas. Grata ha siso la sorpresa versus la comida que estoy conociendo. Aquí los platos son abundantes y uno nunca se queda con hambre. Las carnes siempre vienen acompañados con raciones de lentejas, frijoles, arroz y plátanos macho frito. A todo eso, aveces ponen una especie de acompañamiento de algo frito que aun no se de que se trata pero esta bueno.
La ruta que tomé al abandonar la capital era la vía 50 pero al llegar a Honda, apareció un cruce de caminos. La carretera se bifurcaba y tomé la ruta 45 que es la que atraviesa el centro de Colombia y sigue el cauce del río Magdalena. La selva tiñe de verde los paisajes y en el plano, el agua intenta inundarlo todo. Los mosquitos están cada noche de fiesta y a veces vienen a visitarme. Esos pequeños vampiros quieren morderme y lo consiguen demasiadas veces. La ruta que sigo a veces es para mi una incógnita ya que los únicos mapas que encontré en Bogota no estaban muy currados. La mejor táctica para mi, es usar el boca a boca con la gente local y me funciona bastante bien aunque aquí las referencia de las distancias se hacen en función del tiempo que tarda un coche en recorrer una distancia y eso es bastante relativo. Mi viaje por el centro del pais era duro por la intensa calor que hacía y por la humedad presente durante todo el dia. Las lluvias o mejor dicho los diluviones eran frecuentes. Cuando mirabas a los campesinos o trabajadores, estos vestian con botas de plástico hasta media rodilla  asi que ya os podeis hacer idea de como estaba el suelo. Cada mañana el tráfico de camiones me salpicaba con litros de agua encharcada en los inexistentes peraltes de las curvas.
A media mañana toda el agua de la carretera desaparecia como arte de magia. El sol, la fuerte temperatura y el tráfico pesado se encargaban de secar el asfalto. A media mañana hacía una parada para desayunar, momento donde iba conociendo a difrentes camioneros. Estos me iban dando consejos sobre la ruta y se interesaban por mi recorrido.
En los ultimos dias los  fenómenos de la niña hacen estragos en el país. Los ríos se desbordan al igual que las quebradas, las montañas se deslizan y hay avalanchas de lodo de todas las proporciones. Obviamente las carreteras están en mal estado, taponadas muchas y otras con interminables cortes debido al derrumbe de arboles . Al paso de mis dias por la ruta he observado un incremento de trafico de vehiculos ligeros, esto se debido a que estamos a las puertas de semana Santa y eso hace que haya mucha gente viajando por carretera. Desconocia la riqueza de estas tierras, las cuales son productoras de café, bananas, frutas tropicales, ganado, oro, esmeraldas, petroleo, gas y otras cosas ilegales.

Después de ocho días llegué a Santa Marta, concretamente en Dream Hostel. El sitio esta apartado de la ciudad pero tiene una zona comunitaria espectacular, formada por una piscina, bar, restaurante, zona ajardinada, una pista para practicar deporte y eso le aporta un ambiente especial. Solamente llegar hice gestiones para poder saber donde podia ir a buscar un sitio donde televisaran la final de la Copa del Rey entre los dos grandes. El partido lo vi en un bar que estaba full de colombianos y yo era el único extrangero. Las aficiones estaban divididas pero eso no importaba a la hora de expresar sus sentimientos. El partido fue electrizante y al final ganó el Madri por 1-0 con un golazo de CR7. Ahora les toca a los del Barcelona tomarse la revancha en las semifinales de la Champions.

domingo, 3 de abril de 2011

FIN DEL MUNDO

TIERRA DEL FUEGO

Ahora en Argentina aparecía el asfalto y la ruta 3 me conduciría hasta Ushuaia. Durante varios días estuve durmiendo en los desagües de carretera aislándome del viento y la lluvia. Era imposible secar mis guantes y calcetines debido a la gran humedad que había en el ambiente. Mi intención era ponerlos en el interior del plumas pero debido a la gran retención de agua que poseían desistí en introducirlos, así que cada mañana tenia que luchar contra esa sensación desagradable de ponerse prendas frías y húmedas. Antes de llegar a Ushuaia paré en el pueblo de Tolhuin. Aquí pude calentarme y secar las prendas mojadas en el horno de la panadería del pueblo. De paso, aproveché para tomarme unos lomitos y algunas pastas de fabricación artesanal. El encargado del establecimiento me ofreció una habitación gratuita preparada para los ciclistas. La invitación costaba de rechazar, pero no me quedé debido a la temprana hora y la aparición momentánea del sol con la detención de la lluvia. Tenia que apresurarme, me quedaban solamente 100 km para llegar a mi destino y el tiempo habría una ventana que se tenía que aprovechar. Abandoné todo lo negativo que me aportaba el mal tiempo y comencé a darle caña a la bicicleta.

Tenia que rodar lo mas rápido que pudiera. El cuerpo se iba animando y la escasa calor de los débiles rayos de sol me animaban a seguir. Antes tuve que hacer un stop técnico para lubricar la cadena. La bicicleta con tantos días seguidos de lluvia y humedad provocaba la aparición de algunos sonidos peligrosos. En poco tiempo rodeé el lago Fangano y luego llegué al lago Escondido, lugar donde me indicaron que venia un pequeño puerto de 8 km llamado Paso de Garibaldi. La subida fue suave pero larga, aunque la noche ya parecía pedir paso. Coroné la subida y rápidamente bajé ya que cada vez la luz era mas tenue. Comenzaba a llover, aunque esta vez la lluvia se convirtió en agua nieve. Bajando el puerto , me encontré con un puesto de viabilidad, así que aproveché la oportunidad para pedir refugio. Los trabajadores, muy amablemente me dejaron dormir en un cuarto destartalado, pero ese lugar representaba para mi como una habitación en el Hilton. La calor que noté nada mas abrir la puerta, me elevó a gloria. Me cambié toda la ropa y me di una ducha caliente. Mis pies no se lo creían, volvía a sentir los dedos. Mi cabeza no quería abandonar la ducha, y mi dermis agradecía el paso de cada gota de agua caliente que resbalaba por mi cuerpo.

Mi piel al paso del tiempo se iba arrugando y transformé en poco tiempo el baño en una improvisada sauna. Olas de vapor impedían verte en el espejo y la olor a jabón me hacia sentirme limpio. Seguidamente puse la ropa a secarse en un improvisado tendedero y me fui a comer mis últimos víveres. Mientras comía iba conversando con los trabajadores que iban retornando de sus tareas. Cuando estaba tomando el postre untando unas galletas con mi preciado dulce de leche, los currantes se pusieron a cenar y me invitaron a unas milanesas, acompañadas con puré de patatas. Todo esto estuvo regado con unos buenos vasos de vino tinto. Cené dos veces, así que acabé con la barriga hinchada. No estaba acostumbrado a tanta abundancia así que por la noche tuve que hacer algún que otro viaje al roca a equilibrar la balanza.
Por la mañana después de desayunar me despedí de los trabajadores y volvía a los pedales con ropa seca. El tiempo estaba indeciso, pero no tardó mucho en aparecer la lluvia aunque no era muy intensa. El camino estaba compuesto por infinidad de cerros que tenias que subir y bajar pero la gran cantidad de agua en la calzada impedía un buen avance. Las puntas de las montañas estaban nevadas y vi aparecer los primeros telesillas de las pistas de esquí. Al poco rato llegué a Ushuaia. Hacia un tiempo de perros así que fui a buscar un lugar donde alojarme y cambiarme antes de que el frío y la humedad calaran en mis huesos. Una vez ubicado en el hostel Freestly fui a tomarme unas birras, aunque no celebré nada ya que aun me quedaban 20 km para llegar a Lapataia.
 Este lugar es donde acaba la carretera num. 3 y es la ruta terrestre mas austral del mundo. Al dia siguiente el tiempo se puso feisimo así que tomé descanso y me quedé en el hostal dedicándome a cocinar una paella y un poco de carne estofada con bolets.

La gente del hostel cuando olieron los perfumes que iban desprendiéndose de las sartenes, sintieron curiosidad y venían a investigar cerca de los fogones a ver que se cocinaba por ahí . Muchos curiosos me hacían preguntas sobre lo que cocinaba y a algunos de ellos les ofrecí al finalizar la tarea, unas tapas de paella. Así, si que se hacen amigos,o eso parece por las birras a que invitaron.
 Al día siguiente me levanté a las 07:00 Am para dirigirme a la Bahía de Lapataia. Quería aprovechar la mañana ya que es cuando el tiempo esta mas estable. El lugar esta dentro del Parque Nacional Tierra del Fuego, así que de paso recorría y conocería el parque.
 Era el primero del día en visitar el parque así que no me encontré a nadie. La bahía estaba con el mar tranquilo y solamente algunas aves marinas rompían el tranquilo silencio.
Aquí pude ver el famoso cartel que indica la distancia que queda por recorrer a los viajeros que tiene como destino dirigirse a Alaska, concretamente 17848 km. Mas tarde cuando recorría el camino inverso, me desvié por algunos senderos y pude observar un dique compuesto con troncos de arboles que fabricaban los castores para crear sus madrigueras. Me quedé un rato en silencio para ver si podía ser afortunado y poder ver alguno de los roedores, pero eso hubiera sido tener muchisssima suerte.
 Antes de salir del parque me pasé por Ensenada, un pequeño amarre cerca de la isla redonda donde hay una oficina de correos y se encuentra Carlos, el cartero del fin del mundo. Aquí sellan el pasaporte con unas estampas de Tierra del Fuego. Me los puse en el pasaporte y Carlos tubo el detalle de hacérmelo gratuitamente. Por el parque me encontré con varios zorros de cola gris los cuales están habituados al transito de los turistas ya que uno de ellos vino hacia mi y me pasó de largo a escasos centímetros de mis piernas sin que el bicho se inmutara por mi presencia.
Al dia siguiente no tenia intención de hacer nada pero la mañana se desperto güena, asi que cogí un bote y me fuí a ver la replica del faro del fin del Mundo y un par de islas donde habia albatros y lobos marinos.

El viaje fue interesante ya que eramos un grupo reducido de personas y entre ellos se encontraba una pareja de catalanes que estaban en el mismo hostel.
Aquí, finaliza una etapa iniciada en el mes de noviembre donde el destino era llegar al fin del mundo   (Ushuaia ) antes de que llegaran las inclemencias del invierno austral. Ahora se inicia otra etapa, pero aun no esta definida. En mi cabeza, solo existen varias pinceladas de un posible rumbo que se ira haciendo realidad mientras avancen los días y todo vaya cogiendo forma.

Próximo destino Bogotá (Colombia).

sábado, 2 de abril de 2011

PUERTO NATALES.

En un principio, en la entrada a Chile no tuve sensaciones que percibieran cambios importantes. El paisaje era el mismo aunque a lo lejos se veían montañas teñidas de colores verdes, medio tapadas por nubes que parecían perpetuas. Recorrí los 15 kilómetros que me separaban del paso fronterizo hasta Puerto Natales y llegué cuando estaba a medio anochecer.
Tuve muy buenas sensaciones al llegar a dicho puerto pesquero, aunque quizás lo de pesquero a pasado a un segundo termino debido al auge del turismo. El lugar donde estaba ubicado el pueblo me recordaba a Alaska. Su clima era frío y la humedad del mar te atravesaba las ropas. El paisaje estaba envuelto de bosques rodeados de nevadas cumbres con frías aguas que transformaban la zona en un lugar salvaje. Sus casas eran de madera y estaban pintadas de colores vivos creando un paisaje multicolor. Entre ellas destacaban algunas residencias de estilo colonial que debido a las inclemencias del tiempo y al descuido de sus propietarios parecían abandonadas. Algunas estaban forradas con placas de metal para soportar mejor las acometidas del viento y evitar el deterioro de la madera. Pero también se veía mucha chatarra abandonada en las zonas circundantes a las viviendas. 

Aquí en estas aisladas tierras, la basura se intenta reciclar, pero lo que no se puede reutilizar queda abandonado integrándose en el paisaje . Sus gentes viven aisladas durante el invierno debido a la climatología y eso les forja el carácter. Entre los habitantes del pueblo, podía ver algunas personas con rasgos indígenas en sus rostros. Las caras redondas con los ojos achinados y cabellos lisos con colores negros brillantes no eran habituales. De vez en cuando te topabas con algún personaje que seguramente portaba en su sangre algunos genes que descendían de algún lejano colonizador.
Mi intención era visitar el parque de las Torres del Paine mediante un tour de “full day” pero al final desistí después de ver la previsión del tiempo. Había cogido una racha mala, aunque según oí, aquí es normal encontrarse con este tiempo. Venían días de mas nubes y lluvias, así que no demoré mucho mi estancia, aunque la compañía con la pareja que regentaba el hostel, Omar i Anne fue esplendida.
Durante mi estancia di varios paseos por el pueblo, pero el fuerte viento y la lluvia, hacia que fuera una tarea masoquista desplazarse por sus calles. El plumas se había convertido en mi prenda habitual sin la cual no me atrevía afrontar la temperatura exterior. En cada salida por el pueblo se me ponía la nariz de payaso y la piel de la cara se me tensaba como si me hubieran hecho un lifting.

Hablando de frío, desde que he entrado en la región XII de Chile, he notado como la temperatura ha bajado en picado. Los guantes no pueden despegarse ni un segundo de mis manos y el moquillo parece haberse instalado permanentemente en mi nariz. Todo son contrastes, paso del calor y de las zonas desérticas al frío y lluvias. Aunque algo positivo tenia que encontrar en tierra chilena . He descubierto un placer hasta ahora olvidado. En los supermercados Chilenos poseen mayor diversidad de víveres que los supers argentinos y entre ellos he encontrado mi tesoro: NUTELA, y “ yogures con manjar “. Me daba igual lo que pesasen , me agencié un par de potes de Nutela para poder afrontar las nuevas etapas. Era mas, un factor psicológico que un factor físico, ya que cuando te viene un bajón por el esfuerzo realizado, el simple hecho de pensar que llevas un pote de nutela en las ortlieb te hace pensar en positivo, aunque tengas un día de perros. Es parecido a un efecto placebo y os aseguro que a mi me funciona de maravilla.


Estuve un par de días en ruta antes de llegar a Punta Arenas recorriendo paisajes con un poco mas de vegetación. En la ruta, como siempre no había casi nada, unicamente aparecian algunas estancias dispersadas por el territorio. En el paisaje comencé a ver los típicos árboles con el tronco inclinado hacia el  este debido a la acción del viento. Sus copas estaban estiradas y parecia que las hubieran untado de gomina para poder modelar esas formas en su  escaso follaje.
 Los campos estaban muy transitados por multitud de grupos de ovejas que se quedaban como hipnotizadas cuando se apercibian de mi paso. La mayoria de ellas tenian el cuerpo con señales indicando que hacía poco tiempo habían estado esquiladas. Llegué a Punta Arenas, el lugar  era grande y fue la primera vez en tres meses que veía la primera pescadería, aunque se tendría que decir que la tienda era de ultra congelados por que de los pescados que había, ninguno movía la cola. 

Pasé un par de días moviéndome por sus calles aunque su clima no era muy propicio al paseo. Solo destacaba su puerto marítimo en el cual se veía mucha actividad de carga y descarga. Mi paso por este lugar se debía a que en su puerto se encontraba el ferry que me serviría para cruzar el estrecho de Magallanes para entrar en Tierra del fuego. El paseo en barco apenas duró unas dos horas ya que el tiempo y la mar lo permitieron. Tuvimos el honor de presenciar un grupo de delfines que iban saltando repetidamente, pegados a escasos metros del barco. Cuando el barco toco tierra, nos dejo en la bahía de los inútiles, al lado de una pequeña población llamada Porvenir. Mientras duró el viaje no podía sacarme de la cabeza lo duro que debía de ser para Magallanes y su tripulación, el viaje marítimo que llevaron a cabo. Eso si que eran aventuras de verdad o mejor dicho supervivencia pura y dura. Al bajar del barco recorrí unos dos kilómetros hasta llegar al pueblo. El lugar parecía medio abandonado, no se veía nadie por sus calles. Fui a buscar algún lugar económico para acabar de gastar mis últimos pesos chilenos. Al principio no encontraba nada, ni a nadie a quien preguntar . Después de rodar sin rumbo por las desérticas calles, encontré un lugar que se ajustaba a lo poco que me quedaba en mis bolsillos. 

Los propietarios del establecimiento me recomendaron que visitara un comedor regentado por dos abuelitas que hacían platos económicos pero de una calidad excelente. El lugar, resultó ser una tienda-bar, pero me comí un estofado de cordero con papas blancas y pollo al copin que me puso la piel de gallina. Esto fue lo que acabó de gastar hasta el ultimo céntimo chileno que llevaba en mis bolsillos. Al día siguiente cuando me fui del lugar, parecía que el sitio fuera un pueblo fantasma. Era sábado, pero a las 8.00 no vi a nadie, únicamente unos perros rondaban las calles ladrándose entre ellos. Uno de estos perros vino a saludarme y recibió un par de caricias de mis manos. La perra, era de color negro y me estuvo acompañando unos 60 kilómetros. Era joven, tenia nervio y se atrevía con todo. No paraba de correr en frente de mi roja máquina . Era curiosa y no veáis como hacia correr a los guanacos. Me hizo mucha compañía, pero cuando le indicaba que no me siguiera, el animal no me hacia caso.

Tenia una contradicción con mis sentimientos, quería que se fuera ya que cada vez nos alejábamos mas de Porvenir, pero me daba compañía, siendo muy dócil y juguetona con migo. Como recompensa iba jugando con ella cuando paraba a tomar alguna foto y en una parada le di un par de galletas para que se recuperara del esfuerzo. Pero a partir del kilómetro 60, el ripio estaba mejor y desaparecieron las subidas así que la bicicleta comenzaba a rodar a una velocidad normal. Aquí fue el momento en que dejé a la pobre perra a mis espaladas.
El animal se iba quedando atrás, debía estar destrozada pero supongo que se dio cuenta que era el momento de detenerse y volverse por el camino recorrido. Al final del día comenzó a llover y no pararía durante los siguientes días. La lluvia era una carga muy pesada ya que iba calando en mis manos y sobretodo en mis pies. Los cubre pies de neopreno iban muy bien para aislarme del frío pero, cuando calan en ellos, las gotas de lluvia penetran hasta mis calcetines y el frío me dormía las extremidades. Al segundo día llegué a otro puesto fronterizo entre Chile y Argentina, todo fue muy rápido.