domingo, 24 de abril de 2011

COLOMBIA

Al abandonar las tierras Argentinas se apoderaron de mi, una mezcla de sensaciones extrañas, habían sido tres meses circulando por un inmenso país lleno de contrastes que van dejando huella en esos lugares donde se almacenan los recuerdos. El duro recorrido junto las condiciones atmosféricas adversas había hecho que la tarea no fuera fácil. Sin lugar a duda, las metas mas difíciles de conseguir producen estímulos mas satisfactorios que con al paso del tiempo se saborean mas intensamente. Ahora tocaba disfrutar del éxito sucedido y aposentar algunas reflexiones que se me plantearon mientras pedaleaba. Todo esto esta madurándose en mi baúl de los recuerdos. Como anécdota, al irme de la Tierra del Che, en la zona de embarque del aeropuerto tuve la grata sorpresa de no pagar ninguna luca por embarcar las bicicletas tanto en Ushuaia como posteriormente en Buenos Aires. Tuve muchísima suerte porque llevaba de largo exceso de equipaje y eso se paga, y se paga caro. Creo que las personas que encontré en los mostradores de embarque no querían complicarse la vida haciendo burocracia tramitando formularios que habitualmente no estaban acostumbrados a gestionar. Eché un vistazo a mi billete electrónico y este me mostraba una información que ya conocía de antemano. Tardaría un día y medio en llegar a mi destino, así que me lo tomé con calma. Primero el avión hizo una escala en Río Gallegos donde no tuve que bajarme del avión. 
 Únicamente cambiaron algunas caras de algunos pasajeros. Seguidamente y después de unas tres horas de vuelo aterrizamos en el aeroparque de la ciudad de Buenos Aires. En la capital de los porteños tenia que cambiar de aeropuerto así que tuve que coger un bus que atravesó toda la ciudad y me trasladó al aeropuerto Internacional Pistarini.
 En el aeropuerto no había free wifi así que tenia que matar el tiempo de alguna manera. Quedaban 8 horas antes de mi segunda escala que me llevaría a Lima. Me dediqué a visionar algunas películas de mi disco duro pero el cansancio estaba presente en mis ojos asi que no les presté demasiada atención. Mas tarde ya estaba volando hacia Lima aunque para decir verdad no me enteré de nada ya que mi visión se me quedó como el color de las nubes.
En el aeropuerto de Lima, tocaba mas de lo mismo, 8 horas mas de espera que me pasé nuevamente visionando mas películas y viendo el partido del Barcelona Scaktar donde el equipo local ganó 5-1. Este resultado junto al del Real Madrid indican que los dos equipos se verán las caras en las semifinales de la Champions. Será un mes de abril de infarto ya que se sucederán cuatro clásicos F.C Barcelona- Real Madrid. Este choque promete espectáculo. En el aeropuerto, las horas se me hacían pesadas y mi cuerpo pedía a gritos una ducha y un descanso en posición horizontal.
 Al final, después de 30 horas de vuelos y escalas en aeropuertos, llegué a Bogotá. En el aeropuerto la policía comenzó hacerme preguntas sobre mis cajas y mostraron mucho interés por mis bultos así que utilizaron sus perros para revisarlos. Los animales ni se inmutaron oliendo los embalajes. Después de pasar los controles policiales me fui a buscar mi taxi. En teoría, tenían que venir a buscarme desde el Hostel pero en el exterior del aeropuerto no había ningún cartel con mi nombre, así que después de dejar pasar un poco de margen de tiempo me fui a buscar un vehículo en que pudiera encajar mi caja.
 Mientras me dirigida al Hostel, comencé a visionar la ciudad. Lo que vi no me gustó nada ya que iba pasando por unas calles que daban miedo. La gente parecía deambular en ellas sin tener rumbo . Las calles estaban escasamente iluminadas, con multitud de viviendas que parecían abandonadas. Las aceras eran de color negro debido a la suciedad impregnada y a  restos de basura. La fauna que transitaba por allí, iban sucios con prendas haraposas y parecía que se escondieran entre el cobijo de las sombras. El taxista me comentó que esa zona era extremadamente peligrosa aunque no hacia falta que lo dijera, era obvio. Mi hostel estaba en el casco antiguo, concreta mente en el barrio de la Candelaria . El lugar era bonito pero había que ir con cuidado ya que al ser el centro históricode la ciudad, la zona era visitada por turistas y eso atraía a otro tipo de fauna que intenta conseguir unos pesos para poder subsistir a un nuevo día.
 Por la mañana el lugar estaba lleno de policías y el sitio era seguro, pero a partir de las 19:00 horas la oscuridad se aliaba con el lado oscuro y sin disponer de una espada láser el sitio se tornaba potencialmente peligroso. Por mi parte no tuve ningún problema pero no iba tentando la suerte. Estuve 5 días recorriendo la ciudad que tiene 9 millones de habitantes. La urbe no me acabó de agradar, no le encontraba ningún encanto aunque le daré otra oportunidad cuando retorne a mediados del mes de junio para coger otro vuelo que me llevará  a Asia.
La Candelaria era un barrio con las calles adoquinadas con techos de tejas árabes y casas de estilo colonial. Sus paredes estaban pintadas de colores vivos donde resaltaban sus puertas y ventanas trabajadas en madera. Las calles eran empinadas y mientras te dirigías a la Plaza de Bolivar sobresalían por encima de los tejados diferentes campanarios de distintas iglesias que poseía la ciudad.
El domingo decidí irme de la ciudad y dirigirme hacia el noreste para visitar las playas del caribe colombiano. Estaba cansado de las inclemencias del sur de Patagonia y mi cuerpo parecía tener memoria. Aun se recordaba del frío y la humedad instalada durante varias semanas en mis extremidades. Por todo esto, me pedía unas sesiones de playa y hamaca con noches de terrazas . Había estudiado el camino para salir de Bogotá y la gente del Hostel me facilitó un mapa para no perderme.
 La salida fue fácil ya que el domingo se cortan algunas calles de la ciudad para que la gente pueda practicar deporte sin tener que preocuparse por el denso tráfico. Pero paso lo peor, cuando afrontaba una subida, el cambio hizo un sonido mientras daba un golpe de pedal y crak, se rompió el desviador y la cadena. Estaba en las afueras de la ciudad, era domingo y llovía. Mi compañera estaba muerta, no podía dar un paso con ella así que me tranquilicé y paré un taxi.
 El vehículo era muy pequeño así que dije a su conductor que llamara a un vehículo mayor para que me llevara al hostel. El taxista era muy amable y me ofreció intentar poner la bicicleta en su vehículo. No quería que el servicio se lo llevara otro asi que desmonté la bici y probé de introducirla. Previamente habíamos abatido los asientos traseros del buga y fue un milagro pero entró perfectamente. Al retornar a mi hospedaje, los del Hostel se sorprendieron de volver a verme. Tenia un día para descansar, era domingo y todo estaba cerrado, o eso creía. Me informaron que era posible que hubiera tiendas de bicicletas abiertas . Volví a montar la bicicleta en un taxi y me fui a la calle 13 a buscar tiendas de bicicletas. Aquí un par de mecánicos me cambiaron la cadena, el casette y el desviador aunque esta vez perdía un desarrollo, pase de 9 a 8 piños. Al día siguiente a las 6:30 salia del hostel para cruzar la ciudad y no encontrar tanto transito.
 La verdad es que el tráfico era un poco caótico sobretodo debido a la anarquía de las maniobras que realizaban los autobuses. Cuando ya había abandonado las principales arterias de Bogota, el cambio se me desajustó y no era plan, parar en las afueras así que continué con el piñón pequeño fijo en el cassete. Menos mal que me quedaba la opción de poder jugar con los platos.
 Mas adelante me informaron que había una tienda de bicicletas antes de iniciar el alto del vino. Eso me dio ánimos aunque no hacia falta porque encontré a Jose, un colombiano sexagenario amante de la bicicleta y que había recorrido medio mundo. Me acompañó hasta un mecánico y después de que me ajustaran el cambio nos fuimos juntos a subir el alto del vino. La subida no era muy larga pero exigía un esfuerzo. Al coronar el alto nos despedimos con Jose y cada uno siguió caminos diferentes.
Me gustaría recalcar la gran afición que tiene Colombia con el deporte de la bicicleta. Era lunes y la carretera que se dirige hacia el norte de Bogota, estaba repleta de multitud de gente que salia a practicar ciclismo.
Había gente de todas las edades haciendo mover los pedales y eso transmitía buenas sensaciones ya que parecía que te encontraras  en familia. Después de coronar el alto del Vino, venían las bajadas en la que uno tenia que ir con cuidado ya que el asfalto no estaba en muy buenas condiciones. En la  ruta iban apareciendo algunos agujeros y los neumáticos en uno de ellos, acabaron pinchando. Tocaba cambiar la cámara y continuar pedaleando. El paisaje era diferente al que había recorrido durante mi viaje. Ahora la carretera estaba rodeada de una vegetación exuberante. La selva se apoderaba de todo y el verde predominaba a ambos lados de la calzada, aunque en los altos de montaña todo estaba tapado por una neblina que iba mojandolo todo.
 Rodando llegué a una población llamada La Vega y a partir de aquí desapareció la neblina que dio paso a un halo de calor que era sofocante. Al final decidí parar en Vileta, un pequeño y encantadora población a setenta kilómetros al oeste de Bogotá. Eran las 15:00 horas y no tenia ganas de afrontar un nuevo alto que venia nada mas cruzar susodicha población. El pueblo era encantador y me hospedé en una residencia que tenia un patio interior con dos palmeras y un par de loros que iban repitiendo algunas palabras. Aquí conocí a un mecánico de bicicletas que me cambio el cable de frenos, me cuadro el cambio y ajusto mis ruedas sin cobrarme nada.

EL ALTO DEL TRIGO

Comenzaba la mañana con luvia tenue. Al salir del pueblo comenzaba la subida y esta se me hizo interminable. Multitud de mulas (trailers) me iban adelantando en mi lenta marcha. El desarrollo estaba a tope y las rampas iban dejando paso a mas rampas. De vez en cuando iba parando y hidratandome ya que la humedad era del 100%. Sudaba, sudaba y sudaba, el ambiente era sofocante y tenia las ropas mojadas tanto por fuera como por dentro. De repente, comencé adelantar camiones ya que estos se encontraban apeados. Varios derrumbes habían provocado cortes en la vía. Los taludes estaban compuestos por empinadas pendientes que al saturarse de agua no podían soportar el incremento de peso y eso comprometía su estabilidad. Ahora era yo el que avanzaba y los camiones estaban esperando una señal para poder continuar su marcha. Los conductores de los diferentes vehículos me miraban extrañados. Sus miradas iban dirigidas a mis bultos y algunos de ellos me soltaban gritos dándome ánimos en la subida. Vaya con el puerto, saque el hígado. Desconozco la altura y el desnivel pero parecía que hubiera tardado un siglo en llegar a la cima. Luego en la bajada, los frenos no paraban de chirriar. La humedad estaba calada en las llantas y los giros se volvían peligrosos por el transito de camiones. Estos intentaban invadir el carril contrario para poder ir mas rápido en el sinuoso trazado y eso me restaba espacio para poder maniobrar. En el final de la bajada encontré el pueblo de Guaduas, aquí almorcé y agarre fuerzas para poder afrontar el siguiente alto.
 La subida era mas suave que la anterior y la distancia fue pequeña así que corone el alto de la Mona bastante rápido. De aquí hasta la localidad de Honda fue todo bajada. Multitud de curvas iban serpenteando las colinas pero el estado del asfalto estaba fatal debido al transito pesado y al continuo brote de torrentes que destrozaban la fina capa de betún.
Al día siguiente salí de Puerto Salgar y fui rodando hasta que llegue a San Joan de Dios. Ese día pequé de novato ya que los rayos de sol me rostieron los brazos. Olvidé ponerme crema protectora y al acabar la etapa notaba mil pinchazos en mi piel. Menos mal que por estas tierras se come bien y uno puede coger fuerzas. Grata ha siso la sorpresa versus la comida que estoy conociendo. Aquí los platos son abundantes y uno nunca se queda con hambre. Las carnes siempre vienen acompañados con raciones de lentejas, frijoles, arroz y plátanos macho frito. A todo eso, aveces ponen una especie de acompañamiento de algo frito que aun no se de que se trata pero esta bueno.
La ruta que tomé al abandonar la capital era la vía 50 pero al llegar a Honda, apareció un cruce de caminos. La carretera se bifurcaba y tomé la ruta 45 que es la que atraviesa el centro de Colombia y sigue el cauce del río Magdalena. La selva tiñe de verde los paisajes y en el plano, el agua intenta inundarlo todo. Los mosquitos están cada noche de fiesta y a veces vienen a visitarme. Esos pequeños vampiros quieren morderme y lo consiguen demasiadas veces. La ruta que sigo a veces es para mi una incógnita ya que los únicos mapas que encontré en Bogota no estaban muy currados. La mejor táctica para mi, es usar el boca a boca con la gente local y me funciona bastante bien aunque aquí las referencia de las distancias se hacen en función del tiempo que tarda un coche en recorrer una distancia y eso es bastante relativo. Mi viaje por el centro del pais era duro por la intensa calor que hacía y por la humedad presente durante todo el dia. Las lluvias o mejor dicho los diluviones eran frecuentes. Cuando mirabas a los campesinos o trabajadores, estos vestian con botas de plástico hasta media rodilla  asi que ya os podeis hacer idea de como estaba el suelo. Cada mañana el tráfico de camiones me salpicaba con litros de agua encharcada en los inexistentes peraltes de las curvas.
A media mañana toda el agua de la carretera desaparecia como arte de magia. El sol, la fuerte temperatura y el tráfico pesado se encargaban de secar el asfalto. A media mañana hacía una parada para desayunar, momento donde iba conociendo a difrentes camioneros. Estos me iban dando consejos sobre la ruta y se interesaban por mi recorrido.
En los ultimos dias los  fenómenos de la niña hacen estragos en el país. Los ríos se desbordan al igual que las quebradas, las montañas se deslizan y hay avalanchas de lodo de todas las proporciones. Obviamente las carreteras están en mal estado, taponadas muchas y otras con interminables cortes debido al derrumbe de arboles . Al paso de mis dias por la ruta he observado un incremento de trafico de vehiculos ligeros, esto se debido a que estamos a las puertas de semana Santa y eso hace que haya mucha gente viajando por carretera. Desconocia la riqueza de estas tierras, las cuales son productoras de café, bananas, frutas tropicales, ganado, oro, esmeraldas, petroleo, gas y otras cosas ilegales.

Después de ocho días llegué a Santa Marta, concretamente en Dream Hostel. El sitio esta apartado de la ciudad pero tiene una zona comunitaria espectacular, formada por una piscina, bar, restaurante, zona ajardinada, una pista para practicar deporte y eso le aporta un ambiente especial. Solamente llegar hice gestiones para poder saber donde podia ir a buscar un sitio donde televisaran la final de la Copa del Rey entre los dos grandes. El partido lo vi en un bar que estaba full de colombianos y yo era el único extrangero. Las aficiones estaban divididas pero eso no importaba a la hora de expresar sus sentimientos. El partido fue electrizante y al final ganó el Madri por 1-0 con un golazo de CR7. Ahora les toca a los del Barcelona tomarse la revancha en las semifinales de la Champions.

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