domingo, 26 de diciembre de 2010

BOLIVIA MOUNTAINS

INCERTIDUMBRES

Los momentos en que uno lo pasa mal, te ayudan a saber soportar futuras situaciones, aunque en el transcurso de lo sucedido uno es solo consciente de intentar soportar algo llamado dolor. La mente se ofusca debido a que el cuerpo segrega algún tipo de substancia que nos bloquea los transmisores que nos proporcionan bienestar. Uno intenta recopilar todos los datos y saca un diagnostico de lo sucedido, aunque como siempre, nosotros mismos nos auto medicamos y si no funciona, entonces vamos corriendo a buscar la opinión de un profesional.
Debido al estado físico en que me encontraba después de sufrir descomposición, decidí no coger la bicicleta por unos días, hasta que mi cuerpo, sabio él, me mostrara el momento oportuno y el camino a seguir. Acordamos con mi compañero separarnos por dos días, así el ciclaría el trayecto que va desde La Paz hasta Oruro y yo lo realizaría mediante bus. El descanso me sentó de maravilla, ahora solo era cuestión de lanzarse y observar el comportamiento de la maquinaria. Al salir de Oruro montado en la bici, la cosa no estaba clara, teníamos que recorrer 120 km hasta llegar a Chayapata. El recorrido era largo y no sabia como iba a responder la musculatura. No me lo esperaba pero el cuerpo se adaptó muy rápido, aunque por mi parte iba proporcionándole energía constantemente, a base de pan y plátanos.
Menos mal que todo el recorrido transcurrió por un terreno totalmente plano, porque al final apareció el temido viento, el cual nos empujaba de costado y nos invitaba constantemente a salirnos del arcén. Tuvimos que ir con mucho cuidado ya que cuando se nos cruzaba un bus o un camión la fuerza del viento se multiplicaba y aparecían invisibles fuerzas de succión que podían desequilibrar la bici y ponerte en serios problemas.
Por los parajes en que nos movemos, resulta cada vez mas complicado encontrar alojamiento y comida decente. El país, salvo las zonas turísticas, no esta preparado para el transito de extranjeros. Entre los bolivianos, hemos encontrado de todo tipo de caracteres, pero nos sorprende el desinterés que muestran a veces para hacer negocio ya que prefieren dejar de captar un cliente extranjero, a sacar buen provecho de ese acto.
Al poco de abandonar Chayapata, hemos dejado de ciclar por asfalto y ha aparecido la pista. El camino resulta duro y pesado ya que esta repleto de baches los cuales nos impiden movernos con agilidad. La marcha se ralentiza y en cada momento tenemos que trazar el mejor rumbo para evitar perder el equilibrio. Todo se mueve, la bicicleta no para de tambalearse, y para ella es una prueba de fuego con todo el peso que lleva encima. En todo este trayecto tendremos un acompañante más, el polvo. Este esta presente en todo el recorrido y es frecuente ver pequeños remolinos o tornados de arena que van apareciendo y desapareciendo por los alrededores.
El paisaje se vuelve cada vez más desértico. Aparecen zonas de dunas y a veces observamos explanadas con un manto blanco, formado por una fina capa de sal. La vida en estos parajes es pura supervivencia, la tierra no da para más y el ganado aquí se va transformando. Aquí solo resisten las llamas y las vicuñas, acostumbradas a soportar las duras condiciones que el medio les exige. Tardamos unas tres horas en recorrer 21 km por la pista , así que imaginaos lo lento que nos movíamos, pero el terreno no daba para mas. Al final paramos en Sevaruyo, el lugar parecía desértico, aunque había un antiguo hospedaje donde nos aposentamos. Pudimos comer aunque solo nos dieron sopa. Por cierto es el primer lugar donde me alojo que no tiene lavabos. Si tienes una necesidad te vas a la calle y listo, toda para ti, sin complejos. Vaya momento tuve para tener un apretón, tuve que ir a la parte trasera y plantar un pino, la escena era de risa porque no tenia ningún parapeto y delante mio había otra calle llena de viviendas, aunque a esas alturas ya me daba igual que me mordiera un perro que una perra.

Por la tarde, en estos lugares se da una metamorfosis, sus pobladores los cuales están desaparecidos durante el día, salen a las calles cuando el sol esta apunto de extinguirse. Los pueblos que parecían deshabitados, cobran vida como si de repente en un desierto brotara agua. Los niños del lugar parecen multiplicarse y sus voces tienen el poder de crear vida. Juegan con cualquier objeto con el afán de divertirse y comparten lo poco que tienen. Los mas mayores intentan matar la tarde jugando al fútbol en estado puro, sin existir reglas complexas. No existe el fuera de banda y los equipos son de multitud  de jugadores, siendo imposible observar desde fuera quien pertenece a cada bando.
Si uno camina por el pueblo fuera de la zona dedicada a los juegos, solo percibe la soledad de sus calles, todo esta envuelto de polvo, aunque a veces observas un movimiento de muslos excitante. Son los cerdos, que se mueven con toda libertad por el pueblo, rastreando el lugar en busca de alimento. A veces, tienen sus conflictos y trifulcas con los perros de la zona ya que entre ellos se disputan la supremacía del trono para poder tener acceso a las mismas migajas.
Es el segundo día en que nos movemos por la pista, parece ser que hay tramos que permiten avanzar mas rápidamente aunque se mezclan zonas donde la arena nos pone una barrera a nuestras ruedas. Multitud de veces nos quedamos clavados en la fina capa de arena, haciendo que nuestras ruedas derrapen y a veces nos vayamos al suelo. Los huesos tienen que ir absorbiendo las vibraciones que soporta la bicicleta al moverse por el inestable terreno. Las etapas se hacen duras y mientras, transcurre el día, uno se va agotando poco a poco. El sol, ademas parece no descansar y va intentando deshidratandonos poco a poco. Al realizar alguna parada, no existen las sombras, uno se siente incómodo postrado debajo de la luz, la cual desprende una calor abrasadora. Al final paramos en Río Mulatos. Era pronto, concreta mente la hora de comer y decidimos no continuar la marcha. La idea de no continuar era lógica, no había nada más a 80 kilómetros a la redonda y en esos momentos se aprecia tener un lugar donde poder comer caliente.
El tercer día por la pista, el terreno habia mejorado y eso ha permitido que nuestro avance fuera mas rápido, aunque la cosa no ha sido fácil. La dichosa arena nos ha dificultado la tarea en infinidad de ocasiones. Los parajes cada vez son mas hostiles y eso implica observar la temida despoblación de estos parajes. La etapa ha sido larga, concretamente 102 kilómetros por la pista, atravesando lugares perdidos, hasta que por fin llegamos a Uyuni. Los riñones y las muñecas han sido los que han sufrido más debido a los impactos del terreno. Una vez en el pueblo, se ha producido un milagro.
En el hospedaje teníamos agua en el lavabo y en la ducha, el agua brotaba caliente, para nosotros ha sido especial. Por fin podíamos despegarnos de todo el polvo que estaba adherido en nuestros poros. Ya no recordaba el olor de sentirse limpio. Por mis fosas nasales se introducían esencias de fragancias que desprendían los jabones y fue entonces cuando pude darme cuenta de la mala olor que desprendían nuestras ropas de licra.
Ahora toca saborear un poco el descanso mrecido y recuperarse de la dureza del recorrido hecho por la vía sin asfaltar. Nos espera unos días complicados, tendremos que atravesar salinas, desiertos, lagunas y posteriormente algún que otro puerto de montaña para poder cruzar a Chile, lo cual implica sufrimiento, fatiga, escasez y penurias.
Han sido dos días de descanso merecido en Uyuni, no había nada que hacer, únicamente alimentarse y descansar. Lo único que cabe destacar fue la visita al cementerio de trenes que hay en las afueras de la ciudad. Máquinas oxidadas y vagones de trenes de otra época yacen abandonados en medio de la nada, continuando su proceso de deterioro, al paso de los días. Es una pena ya que todo ese metal ha dejado de ser funcional y podría ser reutilizado en la fabricación de otras cosas.


SALAR DE UYUNI

Era el día, se nos presentaba la ocasión de cruzar el Salar. Cuando nos íbamos acercando al lugar una especie de luz iluminaba el horizonte. Era la luz del sol que se reflejaba en la blanca superficie del Salar. El sitio es increíble, tienes la sensación de encontrarte en uno de los dos polos de la tierra ya que parece que estés ciclando por encima de hielo. Miles de millones de toneladas de sal estaban solidificadas debajo de nuestros pies. Dentro del salar es fácil perderse ya que no hay referencias, mires donde mires solo ves un manto blanco que se pierde en el horizonte. Llevar el GPS sirve de mucha ayuda, aunque en el suelo estaban marcadas las huellas de los vehículos 4x4 que llevan a los turistas. Dentro del salar cada uno puede tomar el rumbo que quiera, no existen carreteras aunque es aconsejable seguir las trazas marcadas por los vehiculos. El suelo del salar parece como si hubiera estado tejido por un enjambre de abejas. Infinidad de paneles hexagonales cubrían el suelo y se extendían por toda su superficie. Cada vez que pasábamos por encima de un panel se iba oyendo un crack, provocado por la fuerza de nuestros pneumáticos al impactar con los cristales de sal.
Al principio del salar pudimos ver como las gentes del lugar explotaban la sal de las salinas, recopilando esta en montículos que a posteriori sacaban con camiones. También visitamos el hotel de sal, lugar como su nombre indica hecho con rocas de sal. Aquí encontramos a cuatro ciclistas aunque a dos de ellos ya los habíamos conocido en Copa Cabana. Desde aquí nos dirigimos a la isla de Incahuasi ( La casa del Inca). La isla es una superficie de roca situada en medio del Salar. Lo mas destacable de la isla es su situación privilegiada y sus inmóviles habitantes.

 Multitud de cactus gigantes viven en la isla y se postran inmóviles como auténticos vigilantes de viejas historias ocurridas por estos lugares. Esta isla, no es la única dentro del salar sino que hay otra isla cercana, llamada la isla del Pescado. Recorrimos aproximadamente unos 70 kilómetros por dentro del salar hasta llegar a la isla. La sorpresa fue, que al llegar encontramos a un vasco y un argentino con un Ford fiesta, los cuales muy amistosamente y viendo el estado en que nos encontrábamos nos ofrecieron vino, pastas con paté y dulce de leche. Fue todo un manjar y desde aquí quiero agradecer su gesto desinteresado que tuvieron con nosotros. La verdad es que pasamos un buen rato conversando y degustando esos pequeños manjares. Espero que hayan tenido suerte en su viaje ya que su vehículo había sufrido algunos desperfectos provocado por las duras condiciones orográficas del lugar.


PERDIDOS OTRA VEZ

Al dia siguiente abandonamos la isla y dejamos el salar recorriendo 40 km mas en dirección sud oeste. La realidad nos volvía a golpear, la pista que nos había de llevar a las lagunas, era un infierno. La arena y la multitud de baches hacia que ciclar fuera un calvario. En infinidad de veces fue imposible moverse debido a que los neumáticos se quedaban inmóviles enganchados en la fina arena. Apearse de nuestra compañera la bicicleta era una acción habitual y empujarla por las pequeñas dunas de arena era un gesto repetitivo y agotador.
Nuestra meta era llegar a San Juan, pero surgieron complicaciones en el trayecto. Debido a las bifurcaciones del camino, cada uno intentaba buscar el camino mas confortable. En una de esas, me decidí a tomar un camino que discurría por la laguna. La trazada era mas fácil y avancé metros sin darme cuenta que Chusma se iba quedando atrás debido a la dificultad de la pista. Cuando me incorporé a la pista, vi unas huellas de bicicleta y pensé que eran las de mi compañero. Estaba equivocado, aunque me daria cuenta mas tarde. Fui ciclando durante bastantes kilómetros pero no lograba verlo. Hice varias paradas pensando que podía estar detrás de mi, pero no aparecía. Al cabo de un rato, apareció detrás de mi un motorista suizo , el cual me dijo que mi compañero estaba 15 km detrás de mi posición y me dio consignas de que al día siguiente nos encontariamos con Chusmi en San Juan. Teniendo esa información continué la marcha, pero la cosa se iba complicando por la multitud de caminos que se cruzaban en el lugar.

No disponía ni de mapa ni de GPS, así que iba preguntando a los pocos vehículos que encontraba si la dirección tomada era la correcta. Fui bien durante bastantes kilómetros hasta que en la última bifurcación tomé el camino equivocado. No había señales, no pasaba nadie y después de estar un buen rato esperando, me arriesgué tomando rumbo sur. No se cuantos kilómetros de mas realicé pero cuando me di cuenta de la equivocación ya había recorrido entre 15 y 20 km de mas. Este fallo me pasaría factura, debido a que se hacia tarde y como siempre a esas horas aparecía el temido viento. Rachas intermitentes de fuerte viento hicieron que no hubiera mas remedio quebacar  de la bici y  empujarla. El viento, esta vez no era el factor mas determinate en mi avance, en la pista estaba depositada una gran cantidad de arena que hacia imposible que la bici se moviera utilizando el movimiento circular de las bielas.
Los últimos 5 kilómetros se me hicieron infinitos, llegué a San Juan entrada la noche y rebasando supuestamente el limite de mis fuerzas. Mi situación era patética, parecía que fuera una simple marioneta, tan frágil ella, moviéndose de manera titubeante a través de finísimas cuerdas que daban algo de consistencia a su esqueleto. Se me hace difícil describir el estado de agotamiento extremo en el cual acabé, donde la mente continua ordenando al cuerpo que aun puede continuar y este asume ser engañado, aunque al cabo de un rato, cuando el cuerpo descubre la verdad, ya es demasiado tarde. Estaba poseído por una sensación extraña que se te apodera de todo tu ser. Estas en otro mundo paralelo, caminas pero no avanzas, escuchas pero no sientes, miras pero no observas, tocas pero no palpas. En resumen,  yo no tenia el control de parte de mis sentidos, parecia que estos estuvieran ajenos a percibir la realidad del momento.

Tube que gastar mis ultimas fuerzas en subir mi equipaje a la habitación. Fue una tarea donde mis pulmones se tubieron que esforzar para conseguir un poco mas de carencia insuflatoria, para poder vencer el desnivel de las metálicas escaleras.
Cené con un grupo de brasileñas, suizas y un francés y la verdad es que no tenia hambre pero me obligué a comer. Tuvimos una cena en la que sin querer, yo, me convertí en el tema de conversación. La gente me iban preguntando cosas relativas al viaje y estuvimos hablando de multitud de temas hasta que se hizo tarde.
Por la noche, no dormí bien, a eso de las 04:00 me entro frío en los pies y tuve que tomarme un antitermico para entrar en calor. Mi cuerpo respondía con señales de debilidad al esfuerzo realizado el día anterior. Costó un buen rato que los dedos de mis pies estuvieran calientes y temía que me vinieran nauseas o diarrea. Por la mañana, casi no pude desayunar. Una sensación rara estaba ubicada en mi estomago, así que decidí irme a la cama. Cuando me disponía a tumbarme dentro del saco, para esperar a mi compañero, la sirvienta del hostal me comunicó que mi compañero había llegado. Lo encontré un poco raro ya que eran las 08:00 de la mañana y según mis cálculos faltaban al menos un par de horas para que el llegara. Chusma me explicó que el dia anterior intentó llegar al pueblo, pero se quedó a 5 Km, debido al agotamiento producido por la arena y al viento del camino. Se había quedado sin agua y estaba deshidratado. Ese día decidimos descansar y quedarnos en el hospedaje. Yo estuve medio día en la cama bebiendo y recuperandome debido a que me encontraba bastante flojo. Al día siguiente queríamos llegar a la laguna Herionda, que estaba a 80 kilómetros, pero sabíamos que dependiendo del estado de la pista, llegaríamos o no.
 Primero avanzamos rápido debido a que ciclábamos por un salar, pero al dejarlo apareció la temida pista. Subimos 500 metros de desnivel por un camino lleno de arena y baches. El paso continuo de los todo terrenos, provocaba que la pista estuviera en esas pésimas condiciones. Tuvimos que llevar a rastras las bicicletas en la mayor parte de la subida. Era una tarea agotadora ya que te esfuerzas al máximo pero no avanzas. Una vez superado el desnivel, el camino no mejoraba ya que volvía la acumulación de arena y la aparición de piedras. Recorrimos unos cuantos kilómetros más, hasta que encontramos un lugar adecuado para parar y montar nuestras tiendas. El viento había aparecido, aunque esta vez no era tan fuerte que los días anteriores. Nos aposentamos cerca de unas rocas que nos hacían de parapeto respecto al viento del lugar y para merendar nos comimos una lata de sardinas made in Marruecos. El bocado fue exquisito pero el problema era el agua. La dura subida había hecho que bebiéramos y eso había disminuido nuestras existencias del preciado liquido. Estábamos en medio de la nada y era imposible encontrar agua. Me quedaban dos litros de agua pero estos tenían que servir para llegar al día siguiente al hotel de la laguna. Tuve que raccionar mi agua y  para cenar,  tomamos pan con dos latas de atún, ( fue bocato cardinale), el pescado era made in  Thailandia, aun estoy salivando de lo güeno que estaba. Después de cenar, las plumas del saco, me transportaron a otra dimensión, el calor volvía atravesar mi cuerpo y notaba como la subida de temperatura iba recorriendo mis venas, provocando un efecto placentero. Pensad que estábamos a 4200 metros y fuera de la tienda hacia algo de frescuni.

Por la mañana, después de recoger las cosas, hicimos desayuno de supervivencia y rápido note que estaba flojo. Comenzamos a ciclar y de nuevo la dureza de la pista pasaba factura. Iba a 0 y había tenido nauseas, así que abrí un paquete de galletas y comencé a ingerir liquido. La cosa fue mejorando, pero aparecieron las subidas. El esfuerzo cada vez exigía mas rendimiento al cuerpo y este, cada vez estaba mas debilitado. La velocidad de avance era de risa, 8 Km por hora de media, pero era imposible ir mas rápido. Por ahora si lo pienso bien hemos tenido suerte, ya que la dureza de la pista no ha pasado factura a nuestras bicicletas.
 La infinidad de baches y piedras, producen infinidad de vibraciones que nuestros cuadros han de soportar y con el peso que están soportando hubiera sido fácil que se hubieran fisurado. Mientras íbamos avanzando por la ruta, nos iban pasando los 4x4 que transportan a los turistas y teníamos que intentar esquivar el polvo que iban levantando.
Menos mal que dentro del grupo de conductores hay algunos samaritanos. Digo esto porque cuando llegamos a la laguna Cañapa, un chófer nos ofreció la comida sobrante del grupo que transportaba. Comimos pasta con verduras y fruta de postre, este gesto se lo agradecimos con toda el alma. La laguna estaba llena de flamencos que con su pico filtraban los microorganismos que habitaban en sus lodos. Solo nos faltaban unos 10 kilómetros para llegar a nuestro destino. El recorrido se me hizo durisimo por la lentitud de mi avance, debido a la arena y al agotamiento. Llegamos al econo lodge Los Flamencos. Aquí tome la decisión de que al día siguiente tomaría un coche para que me llevara a la Laguna Colorada, la cual queda a unos 80 km. Estoy demasiado débil para ir arrastrando la bici y prefiero no forzar ya que puede ser que un día de estos, el cuerpo me pase factura. El Chusma irá en bici y puede que tarde 2 o 3 días. Pensad que no hay nada entre estas distancias y la pista esta en condiciones pésimas.


DURO,DURO,DURO DE COJONES

La mañana siguiente, me he despertado cuando Chusma se preparaba para irse, nos volveremos a ver dentro de un par de días . He aprovechado y he dormido hasta que mi cuerpo me dijo que era suficiente. El desayuno ha sido genial como la cena, pero he podido conversar con la cocinera y uno de los trabajadores del lugar. Hemos tenido una buena conversación y hemos entablado una buena amistad. Después me fui a posicionar en la laguna para poder parar alguno de los vehículos que transportaban a los turistas. Al cabo de dos intentos he podido encontrar un vehículo que estaba dispuesto a transportarme junto mi bicicleta. El trayecto ha transcurrido por terreno lleno de arena y la pendiente en todo el rato iba siendo positiva. Mientras circulaba con el vehículo, pensaba en lo duro que se le debería de hacer a mi compañero. Cuando lo encontré había recorrido unos 30 kilómetros de los cuales 20 los había pasado empujando la bicicleta. Pero lo duro aun estaba por llegar. Pasamos por el desierto del Sinoli, lugar inhóspito y lleno de arena. Uno había de seguir la trazada de los coches para no quedarse anclado en el inestable terreno. El desierto era inmenso y creo que va a ser uno de los pasos donde mi compañero va a sufrir mas ya que todo es arena y no hay opciones a la hora de cambiar la traza marcada. Llegamos a la zona de la Laguna Colorada, lugar increíblemente bello, por las tonalidades rojizas que poseen sus aguas.
 El lugar esta plagado de flamencos, los cuales poseen tonalidades mas rojizas debido a su alimentación  proporcionada  por algas de color rojo que habitan en sus aguas. Me busqué alojamiento y una vez aposentado fui conociendo a diferentes personas que hacían los tours. Al día siguiente me dediqué a descansar y alimentarme bien. Mientras pasaba el día intentaba distraerme sin gastar muchas energías. A eso de las 4 de la tarde salí de mis aposentos y fui a buscar a los xoferes de los tours para que me dijeran el lugar donde habían visto a mi compañero. Al final uno de ellos me comunicó que estaba llegando a la entrada del parque, pero estuve un rato esperándole y al ver que no llegaba pensé que se habría quedado en las lodges que hay anexas al control de la laguna.
Por la mañana nos encontramos con mi compañero y según lo que me contó, menos mal que hice caso a lo que me dictaba mi consciencia, sino hubiera acabado bastante mal ya que hubiera tenido que arrastrar la bicicleta el 85 % del recorrido.
En la etapa de hoy hemos tenido que superar un desnivel de 600 metros hasta llegar a los 4900 metros. Lo duro de la etapa no ha sido la altura ni el desnivel sino otra vez la maldita pista. Hemos visto gueisers, aunque al principio no los veía pero si que los escuchaba. Un sonido brotaba del suelo y fue entonces cuando observando mejor el terreno descubrí como una especie de gas salia de un agujero que había en la tierra. Tuve suerte de contemplarlo ya que estos agujeros suelen tener una carencia y en ese instante me encontraba en el sitio adecuado. Cerca del lugar también pudimos observar unas especies de marmitas que alojaban en su interior un espeso liquido que estaba en ebullición, del cual aparecían una especie de ampollas que iban formándose y desapareciendoal mismo tiempo .
Hoy he mantenido un pulso con el viento, el intentaba derribarme de mi bicicleta y yo intentaba mantener el equilibrio para no caer al suelo. El, lo intentaba de manera continua, aumentando  a veces su intensidad, provocando que en algunas ocasiones me pusiera en apuros. Al final, no consiguió sus intenciones aunque me dejó bastante debilitado. Mentalmente son situaciones difíciles ya que  el continuo fluido  tiende a fatigarte y psicologicamente te va desgastando hasta que en  un descuido te vence o mentalmente te hace desistir y provoca la detención de tu marcha. Hoy le gané.
Al final hemos legado a la Laguna Salada, lugar donde se encuentran unas aguas termales. La verdad que con el viento que hacia se nos han quitado todas las ganas de ponernos en la poza.
En el sitio no había alojamiento, pero nos han hecho un lugar en el comedor. Nos aposentamos en el suelo del establecimiento pero el olor a diésel que utilizaban para limpiar la madera del suelo hizo que tuviera que subirme a la mesa para poder conciliar el sueño.
La siguiente etapa ha sido corta hasta la laguna verde. Las vistas del camino han sido magnificas, hemos atravesado el desierto de Dalí, montañas tricolores y valles inmensos. Nuestro final ha estado ver la laguna verde rodeada por el volcán Licancabur . Sus aguas parecian que reflejaran el brillo de una esmeralda sumergida en sus profundidades.
Ya estábamos a punto de abandonar Bolivia, nos quedaban únicamente 7 km para atravesar la frontera, pero eso lo dejaríamos para el día siguiente. Por la cabeza te invadian varias sensaciones contradictorias a la vez, por una parte abandonas uno de los mejores paisajes  y de otra parte abandonas la dureza de una pista y de sus condiciones climáticas tan severas. La llegada a Chile fue cosa fácil, teníamos una bajada de 2000 metros de desnivel en 40 kilómetros. Las ruedas de las bicicletas, no se lo podían creer, volvían a correr. La fuerza potencial les iba invitando a que cada vez se movieran a mayor velocidad y el impulso cada vez iba incrementándose. Los frenos quemaban goma en alguna aproximación alguna curva y al cabo de un hora, llegamos al pueblo de Atacama (Chile).

1 comentario:

  1. Hola
    Soy una chica brasileña que conoceste cuando estaba en el Salar de Uyuni en un alojamiento en un momento em que perdió a su amigo. Nos encantan sus historias y su blog! Felicitaciones por tu viaje! Bellas imágenes!

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