martes, 4 de enero de 2011

PASO SICO

SAN PEDRO DE ATACAMA

Después de pasar unos días en las duras tierras de Sudlipe en Bolivia, llegamos a San Pedro de Atacama. El pueblo es un lugar tranquilo donde parece que solo existen alojamientos, restaurantes y tiendas enfocadas a la caza del turista. Entre las tiendas, destacan las que ofrecen tours, alquiler de bicis y las de de  alquiler tablas de snow para descender por las dunas de arena.
Estuvimos cuatro días en el lugar, pero no vimos nada de los alrededores  ya que  dedicamos todo nuestro tiempo al merecido  descanso.
Parece mentira, pero nuestro cuerpo solo tenia ganas de relax, aunque quizás era la cabeza la que estaba mas necesitada de reposo. Volvíamos a comer de manera decente y teníamos la posibilidad de poder escoger  los platos que queríamos degustar. Poca cosa habíamos de hacer, lo principal era contactar con la familia y amigos para felicitar las fiestas. El resto del tiempo lo dedicamos a realizar nuestras  diversas tareas informáticas, aunque antes sacamos todo el polvo a nuestras bicis y engrasamos los mecanismos que se habían quedado secos por la acumulación de polvo y suciedad. En unos segundos y por arte de magia desaparecieron todos los extraños ruidos que procedían de fricciones entre metálicos mecanismos de nuestras ciclos.
El lugar donde estábamos aposentados tenia un restaurante y eso nos facilitó bastante la estancia ya que casi no salimos del complejo. Únicamente por noche buena, después de cenar salimos a tomar unos tragos, pero el ambiente que vimos nos desanimó y rápido nos volvimos a nuestra madriguera. Durante el dia, habías de tener cuidado con el sol, este pega con fuerza y su intensidad te deja la piel rosadita en pocos minutos. Las horas despues del medio dia son insoportables y todo el mundo se busca un cobijo para pasar esos ratitos de calor de manera  confortable.
El ultimo día salimos por el pueblo a dar unos paseos . Sus calles están sin asfaltar y muchas de ellas son  peatonales, las cuales creaban en el lugar una atmósfera tranquila y sosegada. Por sus calles transitaban multitud de turistas que intentaban contratar los diversos tours que ofrecen las agencias para poder visitar el desierto, el valle de la luna, el salar etc..


PASO SICO

Después de cuatro días de cómoda estancia, partimos del lugar aunque antes tuvimos que avituallarnos de la suficiente comida y bebida. Teníamos que cruzar los Andes por el paso Sico que une Chile y Argentina.  Aproximadamente son  unos 500 km donde casi todo el trayecto discurre por una pista donde no hay ninguna población intermedia  donde poder abastecerse.
Salimos de San Pedro, por la carretera asfaltada número 23, en dirección sud. Avanzábamos rápido por el negro alquitrán, comparandolo con el escaso avance de los días anteriores moviéndonos por las pistas Bolivianas. Por la carretera no había casi trafico, únicamente veíamos algunos autobuses y camiones que se nos cruzaban por el trayecto. Hicimos una parada en Toconao, un pueblecito de 800 personas para tomarnos unos refrigerios. Cuando salimos del lugar, podíamos observar como a nuestra derecha aparecian indicaciones del  Salar de Atacama. El lugar es un sitio muy visitado por turistas, aunque este no se puede comparar con la espectacularidad de su honónimo de Bolivia. Personalmente, el lugar no  es tan bonito debido a que en su superficie la sal no se presenta  de manera continua en toda la superficie. Esa discontinuidad hace que el encanto se rompa y no sea tan espectacular como el Salar de Uyuni.
Íbamos paralelos al Salar, hasta que comenzamos a ganar altura. Teníamos que llegar al pueblo de Socaire, lugar donde termina el asfalto y comienza la hora de la verdad. La subida nos puso las pilas, íbamos cargados con seis litros agua y  diversos alimentos, cosa que incrementaba nuestro peso aumentando el rozamiento de nuestros neumáticos con el asfalto. Después de un rato de duro pedaleo, llegamos a Socaire. Aquí pudimos comer aunque nos alojamos en las carpas porque el hospedaje era bastante caro para lo que nos ofrecian.
Al día siguiente , todo continuaba igual. Subida y mas subida aunque ahora el avance era mas costoso debido a la aparición de la arenosa pista. Pasamos por lugares donde había varias lagunas e infinidad de volcanes. El lugar era muy bonito y aislado, cosa que me extrañó ya que la zona  turisticamente no se explotaba. Para nosotros esto nos iba perfecto ya que el transito era casi inexistente y  pareciamos que fueramos  los primeros colonizadores del lugar . Al atardecer  tuvimos que acampar en los alrededores de la laguna Tuyaito ya que no pudimos llegar al  campamento avanzado  llamado Laco, donde hay una ubicación de carabineros chilenos. El lugar era increíble, aunque por la noche la temperatura bajó de los 0º grados centígrados. Para cenar solo hubo una sopa de fideos ya que teníamos que racionar la comida debido a que la dureza de la pista rompió nuestros planes. Nosotros pensábamos que la pista estaría en buenas condiciones por encontrarnos en paises con mas medios. El resultado nos defraudó ya que en el camino había bastante arena acumulada y estaba repelta de multitud de baches. Todo esto provocó que hiciéramos menos kilómetros de los que habíamos imaginado y eso incrementaba el numero de días que estaríamos por esos parajes. Al día siguiente costó abandonar el calor del saco de plumas. En el exterior hacia frío y una capa de hielo cubría la funda externa de la tienda.

Los rayos de sol aun no gozaban visitarnos y la gélida temperatura nos tenia atrapados en sus redes. Al final los rayos de sol tomaron fuerza y rompieron el hechizo. Comenzamos a movernos aunque nos era indiferente la hora de partida ya que sabíamos que en esta nueva jornada no llegaríamos a ningún lugar habitado donde poder hospedarnos.
Comenzamos el día subiendo hasta llegar al lugar antes mencionado, llamado Laco. En el complejo había unos módulos que pertenecen a una empresa privada dedicada a la minería. Los dos responsables del lugar nos ofrecieron un buen desayuno y nos facilitaron agua para poder continuar el camino. Seguimos la ruta hasta llegar al ultimo puesto de control  fronterizo Chileno, ubicado al costado de una laguna, donde sus aguas parecen teñidas de un color azul verdoso.
Continuamos subiendo por el puerto hasta que por fin nuestras piernas no notaron la resistencia al avance. Fue entonces cuando las manos iban abriéndose y cerrando, controlando la velocidad de bajada. Uno, no se podía emocionar y  embalarse mucho debido al irregular terreno y sobretodo lo mas importante, al peso de nuestras bicis. En la bajada los paisajes iban tomando tonalidades diferentes y aparecían formaciones montañosas que parecian estar teñidas por una paleta de colores. Los  verdes, rojos y  turquesas iban tiñendo los paisajes que parecían postales  salidas de otros planetas.

 Llegamos al puesto fronterizo de Argentina, donde realizamos los controles de pasaportes y de mercancías. Debido a  que nos  era imposible llegar a ningún sitio donde cobijarnos, preguntamos si podíamos plantar las carpas al lado del complejo fronterizo para poder protegernos del fuerte viento. La respuesta que recibimos fue muy agradable ya que nos facilitaron unas habitaciones en un edificio anexo al puesto fronterizo. La noche fue muy ventosa y la temperatura bajo en picado, aunque en nuestras habitaciones solo oíamos como el aire iba moviéndose de manera racheada, azotando todo lo que encontraba a su paso.
Por la mañana siguiente madrugamos para poder llegar Olacapato, pueblo situado a unos 66 kilómetros del puesto fronterizo. La pista estaba en pésimas condiciones y ademas la pendiente era positiva. Pedalear costaba bastante, sobretodo si en los últimos días sobrevives comiendo una sopa de sobre y una lata de atún. El sol apretaba y teníamos que estar todo el rato trazando la dirección de la bicicleta para no quedarnos clavados en la dichosa arena. Observando el paisaje me di cuenta que en estos desérticos lugares los pájaros no vuelan. Donde van a ir si no hay ninguna rama para poder postrarse . Los pájaros, alertados por nuestra presencia, caminaban rápidamente por la arena, como si tuvieran prisa y ese era el momento en el cual ellos mismos lograban  delatarse. Su plumaje tiene un perfecto camuflaje, que se confunde con el paisaje, haciendo que se produzca un mimetismo total y  sea imposible verlos si estos no deciden moverse. Por las llanuras que íbamos cruzándonos, había miles de hectáreas donde no existia  nada, unicamente se podian observar  algunas salinas y algunas  pequeñas explotaciones de  mineria.

También se nos apareció una vía férrea, la cual sus vías pertenecen al llamado tren de las nubes, aunque parece que este esta en  des huso en periodo de lluvias. Al cabo de 5 horas de pedaleo, llegamos a Olacapato, pueblo fantasma donde habitan unos centenares de habitantes. Aquí viene lo jodidoooooooooo. Resulta que en Chile, no pensamos en comprar pesos argentinos y no disponíamos de moneda local. Teníamos pesos chilenos, dolares y euros pero eso no facilitó las cosas. Hablando con la trabajadora del único hospedaje del lugar, esta se negó a darnos cobijo y comida si no realizábamos el pago con moneda local. Preguntamos por el pueblo, si alguien quería cambiar moneda, pero la respuesta fue negativa. No sabéis lo que jode no tener comida teniendo dinero en el bolsillo, el cual no tiene ningún valor real en ese lugar. Es entonces cuando te sientes un poco inútil e idiota  porque tu si eres consciente del valor real que tienen esos papelitos de colores. Al no haber solución posible repostamos nuestras botellas con agua del lugar y recorrimos unos 25 km mas, hasta llegar a una cabaña abandonada donde antiguamente  habia sido un lugar donde la gente iba a bañarse con las aguas termales que brotaban del  arrollo anexo a la cabaña. El lugar estaba abandonado y su interior estaba en pésimas condiciones pero a nosotros nos proporcionaba el suficiente cobijo y protección. La etapa fue durisima tanto físicamente como mentalmente, recorrimos 91 km por ripio, arena, viento en contra y siempre con la pendiente positiva. El racionamiento de la escasa comida y lo ocurrido en Olacapato, afectaba a nuestras piernas y aun mas a nuestras cabezas.
El ultimo tramo se me hizo duro, escaseaban las fuerzas y creo que me salvó un chupa chup, el cual me iba distraiendo y  me  aportaba la necesaria dosis de glucosa  para no llegar alcanzar el estado de “pájara”. Otra cosa curiosa: durante el trayecto que realizábamos, preferíamos que vinieran las temidas subidas,  debido a que en las pendientes la arena desaparecía movida por el viento o arrastrada por los vehículos que circulaban por la pista y eso hacia que la bicicleta no se clavara en la pista.
Este sera un fin de año que no se olvidará fácilmente, arropado en una barraca con la carpa plantada en su interior. El menú de fin de año fue especial. Para cenar me comí la ultima lata de atún acompañada con los últimos trozos de pan duro que quedaban, todo esto regado con agua de grifo de la cosecha del 2010. No teníamos claro lo que nos podía pasar en los  próximos días ya que estábamos sin comida y no sabíamos si podíamos encontrar algún lugar donde adquirir pesos argentinos. Teníamos que llegar a San Antonio de los Cobres, lugar de 4000 personas donde nos habían informado que no había bancos pero disponían de un cajero electrónico. La primera impresión fue que estaríamos salvados al llegar al pueblo, pero de repente nos vinieron malos presagios .....UFFFFFF imaginad lo que pasaba en ese momento  por nuestras mentes. Llegaríamos al pueblo el día uno de enero y habiendo un solo cajero en la localidad pensábamos que este no dispensaría ni un solo billete, porque lo mas normal es que estuviera vacío debido al uso que hace la gente  de él en esas fechas.

Con todo esto presente  en nuestro cerebro, desayunamos lo ultimo que nos quedaba. Por mi parte comí las últimas galletas untadas con dulce de leche. Con el estomago adaptándose a las nuevas circunstancias, comenzamos la etapa subiendo el puerto del alto del Chorrillo de 4560 metros. La subida fue tranquila, los ingenieros argentinos habían diseñado las suficientes curvas,  necesarias para que fueran ganando altura de manera progresiva al escarpado terreno. Una vez coronado el puerto venia la bajada hasta San Antonio de los Cobres. El cuerpo agradeció la facilidad de rodar kilómetros sin realizar esfuerzos. Al llegar al pueblo hubo unos minutos de suspense, en el momento en que tuvimos que introducir nuestras tarjetas en el único cajero electrónico de la zona. Por suerte, la maquina se comportó y por sus aberturas horizontales brotaron como por arte de magia billetes de 100 pesos argentinos. Una sensación de felicidad recorrió mi cuerpo y despejó rápidamente nuestras dudas. Lo próximo fue buscar alojamiento y lo principal fue ir a buscar algún lugar donde nos dieran comida caliente. La comida, que os voy a contar, me hubiera comido lo que fuera, pero la verdad es que después de alimentarnos el cuerpo pidió a gritos una siesta de pijama y orinal.

Al día siguiente se nos engancharon las sabanas y salimos un poco tarde, pero eso no importaba ya que en la etapa que teníamos que realizar abandonaríamos el ripio y encontraríamos el agradecido asfalto. La pista que encontramos, estaba en bastantes buenas condiciones y al cabo de unos 20 km apareció el ansiado betún. Se acabaron las malditas vibraciones que nos habían acompañado durante el trayecto de los últimos 1000 kilómetros. Que alivio nos entró al volver a pedalear sin tener que oír los ruidos y los movimientos extraños producidos por el vaivén del sinuoso baile de las irregularidades del terreno. Que descanso se me quedó para mi y para mi próstata, ya que la ultima noche había tenido que levantarme de la cama para ir a orinar en cinco ocasiones. Supongo que la gran cantidad de vibraciones e impactos recibidos con la bicicleta eran absorbidos por diferentes partes de mi cuerpo. La próstata, con tanto impacto absorbido se me habrá quedado inflamada como una bola de ping pong y eso habrá provocado el incremento de la asiduidad a orinar de los últimos días.
Inmediatamente después de coger el asfalto, tuvimos que subir un puerto de 4080 metros, donde a partir de este punto se iniciaba la ansiosa bajada. En el descenso, el paisaje sufrió un brusco cambio de formas.
Aparecían superficies rocosas donde entre sus grietas se intentaban anclar las finas raíces de gigantescos cactus. Estos estaban postrados inmóviles ajenos al fuerte viento que soplaba en el lugar. Su esqueleto formado por una estructura de madera, les otorgaba la suficiente rigidez para soportar las duras condiciones climatologicas del lugar. Pasamos varios pueblos fantasmas , en los cuales como mucho se podían contar  una decena de cabañas. En la bajada desde la cima del puerto, tuvimos que pedalear duro debido al fuerte viento en contra que apareció sin avisar.

 El avance era minimo debido a las fuertes rachas de viento que intentaban tirarnos hacia atrás. De repente oía voces, el viento me iba susurrando mensajes a mi oído en un idioma que no entendia  y a veces me parecía identificar algún ruido conocido, aunque todo era fruto de imaginaciones mías. Llegamos a Santa Rosa de Tastil, lugar donde nos habían dicho que había alojamiento. En el pueblo habitan 30 personas, pero había hospedaje. Nos aposentamos en el parador turístico. La encargada era muy amable y simpática y estuvimos compartiendo experiencias con ella. El lugar recibe el nombre de parador, pero no os hagáis ilusiones, el sitio consistía en dos salas, una donde se encontraban  las  mesas del comedor  y la otra  donde se alojaban las  10 camas del complejo. Antes habíamos realizado una  parada  para comer en el único bar que había en el pueblo. Os lo intentaré describir. Imaginaos una chabola, con el techo construido a base de chapas metálicas donde en su interior la decoración es inexistente. El suelo era de tierra compactada (material de construcción ideal, ya que se lo traga todo y nunca hace falta substituirlo ni  limpiarlo) , debajo de las mesas estaban hospedados varios canes de la zona , los cuales se movían con total libertad por el interior del local esperando algun tipo de descuido. Para comer solo quedaba Mandongo. El  plato estaba compuesto por tripas y patas de res acompañado con verduras. El plato tenia un sabor parecido a una típica tapa de callos. La comida estuvo de ordago, no hay palabras para definir lo sabroso que estaba. Me vinieron viejos recuerdos de cuando era mas joven y al salir de la Holy los domingos por la noche, nos íbamos al Macho a cenar una tapa de callos picantes para rebajar la dosis de alcohol y así engañar al aliento antes de retornar al domicilio familiar. A media tarde llegaron al lugar una pareja compuesta por  una alemana y un argentino residente en Alemania.

Los dos viajaban en bicicleta pero íbamos en direcciones contrarias. La mujer no se encontraba muy bien debido supuesta mente a la adaptación que iba sufriendo su cuerpo al incremento de la altura.
Por la noche, las estrellas se mostraban mas brillantes que nunca, parecían como si fueran diamantes pulidos desplazándose en lentos movimientos. La inexistente iluminación publica del lugar hacia que no existiera ningún tipo de contaminación lumínica que alterara la visión de un pequeño trozo de nuestra galaxia.
Al día siguiente todo el camino era de bajada hasta la ciudad de Salta. Al comenzar el descenso iniciamos infinidad de paradas para tomar multitud de instantáneas. Eso, fue debido a la aparición de infinidad de formaciones geológicas que iban aflorando a la superficie debido a la acción erosionante del agua y del viento. Lo mas sorprendente de todo fue el momento en que el paisaje tomo un giro totalmente brusco. Desaparecieron como por arte de mágia  los gigantes cactus que habitaban en las  desnudas sierras y aparecieron de repente las montañas llenas de vegetación selvática junto arroyos y cascadas. No me esperaba un cambio tan radical. Pensaba que el cambio había de ser mas progresivo pero la verdad es que las lluvias aportadas por las nubes, marcan una linea aparentemente invisible a partir de la cual hacen brotar el aumento del pigmento verde y es entonces cuando la clorofila se apodera e invade todo el paisaje. Fue entonces cuando un  sonido familiar volvió a entrar por mis oídos. Los cantos de pequeños ruiseñores sonaban como melodías que interpretaba  mi cabeza. Parecía que hubiera adquirido entradas para presenciar un concierto.

Estaba acostumbrado al silencio que otorga la inexistencia de vida de las zonas desérticas y el cambio fue sorprendente. Los pájaros volvían a tener arboles donde cobijarse y la aparición de arroyos les proporcionaba los insectos necesarios para el aporte de su alimentación. Mientras bajábamos por el asfalto se produjo una cosa curiosa, sin aviso previo la carretera desapareció y volvió aparecer el ripio durante unos 25 kilómetros mas. No entendí las causas de dicho cambio, aunque ya estábamos avisados de dicha circunstancia. Llegamos a Campo Quijano y después de comernos un menú económico decidirnos quedarnos una noche. El pueblo era tranquilo y con la barriga llena no teníamos ganas de hacer los 25 kilómetros que nos restaban para llegar a Salta.

1 comentario:

  1. Hola! Excelente información del norte de Sudamérica. San Pedro de Atacama es la capital arqueológica de Chile y efectivamente la puerta de entrada a las maravillas del desierto, sus impresionantes cumbres y paisajes que no han sido tocados por la mano del hombre, ideales para descubrir. Saludos!
    San Pedro de Atacama tours

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