sábado, 15 de enero de 2011

N-W ARGENTINA


SALTA

No podré describir de manera muy precisa de como es dicha ciudad ya que  mi paso por ella lo dediqué a descansar después de intensas jornadas de pedaleo. La ciudad es bastante grande y su población ronda el medio millón de habitantes pero uno no percibe esa sensación. El lugar es muy tranquilo y parece que la vida de sus habitantes discurre a otro ritmo. Buscamos hosperia alrededor del centro y encontramos un hostel hecho a nuestra medida, con espacios comunitarios pero tranquilos. El lugar se encontraba ubicado cerca del centro, se llamaba “ El andaluz” y estaba a unas pocas cuadras de la plaza 9 de Julio, lugar que representa el corazón de la ciudad. Los días en que nos establecimos en la urbe estuvieron pasados por agua. La lluvia estaba presente todos los días aunque parecía no molestarnos ya que su acompasado ritmo endulzaba nuestros sueños. Era el momento de probar la famosa carne Argentina así que cada noche íbamos a tomarnos unas parrilladas de carne acompañado con la cerveza local. Una vez después del festín culinario íbamos a una heladería a tomar un helado para  ayudar a nuestro estomago a digerir la cena. Esto es importante ya que la primera noche que comimos toda esa carne, nuestro estomago y nuestros instentinos no estaban preparados para nadar en tanta abundancia y tuvieron que ponerse al día.

Eso provocó que al Chusma le subiera de repente la temperatura de su cuerpo viniendole un sofocón y que a mi me viniera un apretón al cabo de media hora.
En el hostel estabamos muy cómodos, el lugar  estaba muy concurrido de gente y esta iba cambiando constantemente, renovándose cada mañana. En el lugar encontramos un canadiense que viajaba con bicicleta y venia de Alaska, pero el hombre no era muy comunicador y estaba siempre encerrado en su habitación. Cada personaje que ibas conociendo en el hostel tenia su historia y con el paso de los días ibas teniendo relación con ellos y te hacías participe de sus historias.
Una de las cosas que me sorprendió de la ciudad, fue ver como conviven bellas reliquias del pasado de la automoción con vehículos mas modernos de marcas conocidas pero con modelos diferentes de los que se fabrican en Europa.

Cuando decidimos abandonar Salta, nos dirigimos por la ruta 68 hacia el Sur, rumbo Mendoza aunque nos quedaban unos 1300 kilómetros para llegar a nuestro siguiente objetivo . La salida de la ciudad, como siempre, esquivando automóviles con los ojos abiertos como naranjas y cambiando continuamente de carril para poder sortear los vehículos . Era sábado y esto se notaba en el tráfico ya que veíamos muchos domingueros que se dirigían a los embalses recreativos cercanos a la ciudad. La carretera pasaba por zonas rurales y se nos aparecían a ambos lados de la carretera, campos en los cuales afloraban plantaciones de tabaco. Infinidad de hectáreas estaban dedicadas a este cultivo. En algunas de ellas se encontraban secaderos controlados donde se trataba con mimo las hojas de la planta tabacalera. Era habitual cruzarse con algún tractor transportando varios remolques con fardos de hojas recién recolectadas.

Cada vez que íbamos entrando en el valle de Lerma, iban apareciendo cambios significativos en las plantaciones. El cultivo del tabaco dejaba paso al cultivo de la uva. Numerosos carteles nos iban indicando que nos encontrábamos en la ruta del vino y  nos  recordaban  donde estaban ubicadas las principales bodegas. Una de las cosas que mas me sorprendió fue el sistema de cultivo de la uva. Aquí dejan que el tronco de la cepa crezca unos dos metros de altura y esto favorece su recolección ya que de esta manera la gente no tiene que sufrir agachandose para recoger su fruto.
Íbamos pasando poblaciones rurales hasta que llegamos a un  lugar donde nos habían dicho que se encontraba el ultimo hospedaje. Era una casa de campo en mitad de ninguna parte. La casa se llamaba, poste de las cabras, lugar donde es mejor no parar ya que timan al turista. Nos vieron cara de extranjeros  y se creian que ibamos a picar. Nos pedian un precio exhorbitante, 250 lucas por persona y lo tubimos claro, salimos pitando del establecimiento. Ellos son los que  salieron perdiendo dos estancias, dos cenas y dos desayunos.  Al final llegamos a Alemanía, aldea formada por cuatro casas y una escuela. En el lugar se podía acampar y tenían una zona verde donde al llegar ya habían instaladas tres carpas. Escogimos el mejor lugar y nos fuimos a la tienda a buscar comida. Al llegar, su dueño se había ido y se creó una incertidumbre porque no sabíamos si el personaje volvería, ya que nos dijeron que estaba de borrachera. Nos dedicamos a esperar y conocer el escaso territorio que abarcaba el pueblo. Rápidamente regresamos a nuestras tiendas y por mi parte me puse a descansar dentro de la carpa.
Mas tarde, cuando anochecía volvimos a la tienda pero no hubo suerte. Todo seguía igual que antes con la única diferencia que había un R4 y dos mujeres esperando lo mismo que nosotros. El hombre no llegaba y de repente se puso a llover. La cosas no pintaban bien hasta que descubrimos que una de las señoras que estaba esperando en el vehículo, era la hija del tendero. La señora traía la comida para aprovisionar de alimentos el susodicho establecimiento. Hablamos con ella y le pudimos comprar los víveres necesarios. Rápidamente nos fuimos a nuestras carpas a ponernos a reparo de la lluvia y a cenar en medio de la oscuridad. Mientras estábamos cenando, llegaron un numeroso grupo de personas que se pusieron a plantar sus tiendas. Yo estaba dentro de mi carpa por lo cual no pude verles, pero tenia que escuchar sus conversaciones chorras ya que las finas paredes de mi carpa no me aislaban del bullicio exterior, aunque en pocos minutos me quedé frito tumbado en el confortable aislante.
La noche fue tranquila y al día siguiente al despertarme y salir de la tienda quedé sorprendido por la cantidad de carpas que se habían instalado a escasos metros de las nuestras. Parecía que habían brotado como los champiñones, aunque ahora sus ocupantes parecían haberse quedado mudos. Solo se oía el canto del gallo, el cual repetidamente nos iba avisando, recordándonos que era la hora de levantarse.

Nos fuimos dirección Cafayate, la carretera era la misma del día anterior aunque ahora había una ligera pendiente. Aparecía una quebrada mas, mostrándonos infinidad de paisajes lunares mezclados con la vegetación que brotaba en las fondaladas del valle. El tiempo estaba tapado,las nubes cubrían parte de las montañas y estas nos amenazaban aunque a veces caía alguna gota. Parecía que el tiempo tenia la intención de darnos una tregua. Todo se retrasó debido a la infinidad de pausas que realizamos y eso hizo que llegáramos a Cafayate poco antes de que el sol se despidiera de la luna. El lugar era muy turístico y esto se percibía al entrar en la primera calle de la población. Afloraban restaurantes y hostales en cada esquina e infinidad de  mochileros argentinos deambulaban  por sus calles, cargados con  guitarras y sus aluminizados aislantes.
Por la mañana cuando salimos del pueblo, fue el momento en que  observas la infinidad de plantaciones dedicadas al cultivo de la vid que rodean al municipio. Anexo a la carretera van apareciendo bodegas, las cuales parecen que compiten entre ellas para ver cual es arquitectonicamente la mas bonita de todas. La mirada se te pierde en infinitas lineas de cepas donde los ojos se te confunden con el verde paisaje.
El paisaje, teñido de diferentes tonalidades verdosa,s  iba siguiendo el fondo del valle, buscando la humedad de la capa freática menos profunda. En los lugares aparecen  diferentes clases de animales  caballos, mulas, burros y  cabras se mueven por los campos con total libertad. Únicamente la aparición de algunas vallas les hace modificar su trayectoria.

Rodando bajo un sol abrasador llegamos a Santa María, pueble cito de 35.000 habitantes. El lugar no era muy bonito y no vimos a ningún turista. Después de coger alojamiento nos dimos cuenta como los rayos del sol nos habían castigado la piel. Tonalidades rojizas aparecían en nuestros brazos y pies. Por mi parte, me había protegido del sol untandome en varias ocasiones con crema protectora y eso fue factor clave para no tener las típicas irritaciones en mi dermis.
Al día siguiente había una complicada etapa ya que teníamos que atravesar una zona  donde nos habían avisado que soplaba viento fuerte. Los primeros 30 kilómetros eran tranquilos, atravesamos varias poblaciones rurales, pero mas tarde después de unas subidas llegábamos a la zona desértica, llamada Los Campos de Pozuelo. Dos rectas de aproximadamente 40 kilómetros nos estaban esperando con una sorpresa. La carretera subía muy lentamente en su parte final, pero las rachas de viento que castigaban la zona nos complicó el día. Costaba mucho ir ganando metros y cada golpe de pedal era igual de importante que el siguiente. El viento en varias zonas del desierto levantaba la fina arena y aparecían las temidas tormentas de arena donde únicamente has de preocuparte de sobrevivir. Por suerte las humaredas de arena que se formaban estaban lejos de la zona de la carretera por donde nosotros circulábamos.No se el tiempo que tardamos en recorrer esa distancia, pero durante varias horas estuvimos castigados por el viento, la arena y el sol. El agua de nuestras botellas había desaparecido mas rápido de lo habitual y aun así estábamos secos. La saliva de la boca estaba petrificada y ansiosa de incorporar algún liquido en ella, pero uno había de dosificar el escaso liquido restante.

 El viento tiene esa facilidad, te va minando la moral, te frena en el avance y te deshidrata poco a poco. Menos mal que mi Ipod  tenia batería. La música me transportó a otra dimensión y mientras ciclaba me iba distrayendo tatareando la música de Los planetas, Groove Armada, Lali Puna... y eso hacia que la mente no se ofuscara en las consecuencias del puto viento. Al final de la pesadilla, vimos como se acababa la infinita recta y eso nos alegró, pero esa alegría no duró ni un segundo. Volvían de nuevo las sorpresas. Después del agotamiento pensábamos ir un poco mas rápido al abandonar la zona pero ahora aparecía un cartel indicándonos el inicio del ripio. La carretera asfaltada desaparecía por arte de magia en el peor momento y aparecía la incomoda pista. Comenzaba una ligera bajada pero el estado del camino, lleno de serruchos (badenes) y el viento, menos intenso, pero igual de molesto, impedía movernos con agilidad. El sol estaba débil y nos indicaba que nos quedaríamos a pocos kilómetros del lugar planificado. Llegamos a Nacimientos, aldea de pocos habitantes donde pudimos plantar la tienda en una parcela dedicada a este uso, situada en mitad del pueblo. En el lugar había una tienda y fue donde nos hidratamos con la chispa de la vida (coca-cola) y pudimos comprar queso y mortadela para recuperarnos del esfuerzo realizado. El pueblo tenia unos nacimientos de aguas termales pero estaban  ubicados a  pocos kilómetros del pueblo y eso implicaba desviarse de la ruta, por ese motivo no fuimos a visitarlas.

Al día siguiente nos quedaban unos 20 km de pista, para llegar al preciado asfalto. Antes recorrimos 11 km hasta llegar a Gualfin, lugar donde no pudimos llegar el día anterior. Nos quedamos cerca y visto el camino a posteriori, hubiéramos llegado sin ningún problema ya que la pendiente  era toda de  bajada. La etapa fue corta ya que de nuevo en el asfalto las ruedas tenían la tendencia a rodar. Hicimos una parada en un pueblo llamado La Cienaga donde nos comimos unas empanadas que desaparecieron en pocos minutos. Su masa crujiente y su preciado relleno estaban para comérselas sin mediar descanso. Pasado el pueblo, nos quedaban 20 km mas para llegar a nuestro destino, el pueblo de Belén. El camino parecía placido, pero descendíamos encajados en un barranco donde soplaba nuestro amigo el viento, parecía como si Magila el gorila se hubiera enfadado y soplara su  temido grito huracanado. Al final llegamos a Belén, pero lo mas duro fue la calor que hacia. A esa hora no se veía nadie paseando por el pueblo. Los rayos del sol te atravesaban la ropa como si fueran  finas agujas y notabas como la calor te iba transportando a una sensación de agobio. Vaya por dios, ahora que el viento era necesario para rebajar el calor, este  no se atrevía aparecer. Que cobarde, no se atrevía a jugar con el astro solar, parecía que solo quería jugar con nosotros. El pueblecito tenia 25.000 personas y poseía todos los servios que buscábamos así que decidimos quedarnos un día mas para descansar.

Una cosa que no puedo entender de la sociedad argentina es como permiten que en los pueblos no existan casi ni bancos ni cajeros. En Santa Maria pueblo de 35.000 habitantes solo había un banco y un cajero, el cual llevaba 10 días estropeado por lo que no pudimos sacar dinero. Al llegar al pueblo de Belen de 25.000 habitantes, pasó igual que antes, un solo banco con un único cajero.El dia en que llegamos  no pudimos sacar dinero porque la máquina no dispensaba papel ya que este  a las 20:00 pm ya se  había agotado el efectivo. Al día siguiente por la mañana fuimos a retirar dinero, pero tuvimos que esperarnos una hora en una  larga cola para poder tener acceso a la máquina. Pero lo peor lo tenian los clientes que tenían que realizar gestiones en el  interior del banco. Los argentinos  acostumbrados a las largas colas, se traían sillas de plástico para hacer mas llevadera las largas estancias de espera  que se formaban en la calle. Me pareció un atraso y un atraco al trato del banco versus las personas. No entiendo como la gente tolera ese tipo de abusos.


1 comentario:

  1. Parece un lugar increíble con esos paisajes...Pero yo prefiero algo mas de ciudad. Estoy viendo a donde irnos de vacaciones con mi familia, y por ahora tenemos en vista alguno de los mejores hoteles en nueva york. Es cuestión de gustos después de todo!!

    ResponderEliminar