martes, 8 de marzo de 2011

EN TIERRA PATAGONICA

BARILOCHE


San Carlos de Bariloche, un punto donde hice una parada larga. Mi gemelo derecho me iba dando avisos sobretodo en etapas largas, donde se me subía, así que decidí darle un respiro.
Me instalé en un hostel (Tango in) situado al lado de la estación de Omnibus. El lugar tenia un ambiente muy agradable y el movimiento de gente era continuo. La ciudad estaba situada a las orillas del lago Nuah Pi y eso le daba una ubicación única. El lugar era muy turístico y eso se observaba al moverse por las arterias principales de la ciudad. Multitud de turistas recorrían el centro, el cual estaba repleto de tiendas, entre las cuales destacan las que vendían productos elaborados con chocolate. Aquí tienes mil posibilidades para hacer actividades tanto en la circundantes montañas como en el amplio lago. Desde la ciudad se podían divisar bonitas aristas de cumbres muy escarpadas, las cuales daban un toque alpino al lugar. En las aguas del lago, aparecían cometas de kyte surf y tablas de wind surfing y os aseguro que iban a fondo debido al fuerte viento que soplaba en la zona. Los cayaks y demás embarcaciones invadían las zonas cercanas a las orillas. Por mi parte no realicé ninguna actividad y dediqué mi tiempo a relacionarme con la gente del hostel.

Cuando abandoné la ciudad, el tiempo no estaba claro ya que aparecieron nubes amenazadoras en el horizonte. Iba siguiendo la orilla sur del lago con la incertidumbre de la amenazante lluvia, hasta que de repente desapareció la lamina de agua y me vi envuelto en medio de bosques. Al cabo de poco tiempo, otro lago aparecía en la ruta y multitud de húmedos arroyos volvían hacerse presentes entre las rocas. La ruta, aunque pensaba que era cuesta arriba resultó ser una cómoda bajada. Hice varias paradas e incluso me tomé el capricho de hacer una siesta. No tenia prisa y quería llegar a la población del Bolsón, al ida siguiente para ver su feria de artesanos del sábado. Antes de llegar al pueblo, me aparecieron diversas casas de madera con diseños vintage que se integraban en el bosque, las cuales muchas de ellas estaban adornadas con figuras de duendes y hadas. Según las referencias que tenia, sabia que el lugar era un reducto de la población hippie del sur de Argentina. El fin de semana visité la feria de artesanos y por lo que pude ver, todos ellos desarrollaban piezas bastante bonitas. Lastima que no puedo llevarme nada, por no disponer de espacio, sino hubiera adquirido algunas de ellas. Multitud de paradas invadían la calle anexa a la plaza principal. Los artesanos que vendían sus productos se conocían todos y entre ellos reinaba muy buena onda. Las melenas, barbas y la delgadez de sus cuerpos era la nota común que les asemejaba entre todos ellos, aunque la pasividad de su habla y su comportamiento era lo que transmitía mas empatia.
Parece que este lugar es una tierra de hadas y duendes que se mueven entre dos mundos, uno ficticio e imaginario donde toman vida y uno real donde quedan inmóviles atrapados en sus cuerpos tallados en diferentes clases de materiales y formas. Uno de los días de la feria estuve con tres vendedoras hipys. Estas estaban delgadas, pero de sus frágiles cuerpos emergían caudalosas venas que transmitían energía a los que les rodeaban y aunque parecían estar estancadas en antiguas tradiciones siguiendo antiguos patrones quizás seamos nosotros los que no hemos evolucionado de la manera correcta.

Después de pasar dos días en el reducto hippy continué la ruta. Al abandonar el pueblo me arrepentí de no haber visitado el Parque Nacional de Lago pueblo situado a 13 kilómetros del Bolsón, pero cuando decido descansar no me apetece moverme mucho. El paisaje estaba compuesto con bosques de abetos y pinos los cuales invadían la parte de las montañas que no estaban desnudas por su gradiente de temperatura. En la ruta avisté varios parques de bomberos y paré en el del departamento de las Golondrinas, donde había varios retenes forestales. De los vehículos y del material que vi, mejor no hacer comentarios, pero en todos los sitios sucede lo mismo, los buenos profesionales intentan hacer su faena de la manera mas eficiente con los medios de que disponen.
Me aprovisioné en el pueblo del Hoyo y continué la marcha hasta llegar al desvió de Epuyen. Aquí mientras hacia una fotografiá a una casa de madera, me salieron al ataque una jauría de perros. Los animales eran de raza pezqueñina, hacían mucho ruido pero eran inofensivos. Al cabo de unos instantes donde predominaban los ladridos, apareció la propietaria de la vivienda, la cual me traía un vaso de agua y unas peras. La señora muy amablemente me invitó a ver el interior de la vivienda y me invitó a comer. Rechacé la invitación a comer ya que hacia escasamente una hora que había comido, pero agradecí el gesto y la gaseosa que me ofreció. Estuvimos al menos una hora charlando hasta que tuve que continuar mi camino.
 La ruta me hacia sudar, las cuestas se iban entrelazando unas con otras y parecía que no avanzaba. Al final aparecieron las rectas donde a veces aparecían casas aisladas ubicadas cerca de los pocos arroyos que aun no se habían secado. Sus habitantes eran Mapuches, antigua tribu procedente de Chile. Vestían de manera peculiar ya que llevaban en sus cabezas unas boinas de color negro y se fijaban el pantalón con una especie de faja ancha, con bordados en diferentes dibujos. Esa noche no llegué a ningún lado así que acabé en tierra de nadie y tuve que dormir dentro de un desagüe de carretera.
Hacia días que me encontraba en la Patagonia, tierra de interminables praderas donde uno parece empequeñecerse. Todo parecía estar mas deshabitado y encontrarse en un estado mas salvaje. Aquí aveces surge un vacío producido por sus montañas y sus aristadas cumbres. A menudo de repente aparecen salvajes arroyos donde surgen multitud de oasis donde aislarse de todo. El camino parece que no tiene fin y uno se pierde entre las paredes de sus montañas. Lo mas duro es el tremendo viento que sopla de manera inesperada. Nunca sabes cuando se tomará un pequeño respiro pero cuando parece que todo esta en calma, al próximo giro vuelve a visitarme y me vuelve a susurrar en el oído sonidos que nunca logro comprender.
El cielo se torna amenazador y en un corto espacio de tiempo se forman nubarrones que crean un eclipse de sol y descargan su pesada carga por toda la pampa. Ahora las distancias para encontrar poblaciones para abastecerse son bastante grandes y uno tiene que planificar en llevarse suficientes víveres para afrontar las largas jornadas. Llevo varios días mojándome con la débil pero incesante lluvia que lo inunda todo.

El cuerpo al paso de las horas queda entumecido debido a la humedad ambiental. La ropa técnica que llevo evita que el agua de lluvia entre en contacto con mi cuerpo pero los huesos y la piel absorben la humedad que se respira en el ambiente y junto a mi sudor provoca que al final de la jornada tenga una sensación térmica desagradable.
Continuando la marcha, llegué al cabo de dos días a la población de Tecka mojadito hasta los huesos. El lugar era chico así que instalé mi carpa detrás del restaurante donde decidí cenar. Su propietario me permitió instalarme y me dio información de la ruta. Por la noche no pude ver las estrellas ya que el cielo iba descargando su fluido. Por la mañana estaba todo xoooffff asi que abandoné el pueblo a primera hora y apareció una pequeña sorpresa, una subidita larguísima que me costó remontarla un par de horas con la compañía de la lluvia. Estaba bien calado y me iba calentando recordándome en infiernos y demonios. Al fin el tiempo me otorgó una tregua y pude sacar mi réflex para captar unas instantáneas. Cuando estaba tomando una fotografiá de un paisaje me sorprendieron unas palabras que procedían de mi espalda. Eran de un ciclista argentino el cual llevaba mi mismo destino. El hombre era corredor de maratones y ultra maratones. Decidimos continuar juntos el camino pero debido a la diferencia de peso que llevábamos, el se avanzó y al cabo de un par de pausas en las que tomé unas instantáneas, lo perdí de vista.

Llegue a Governador Costa, pueblecito tranquilo donde los bomberos voluntarios de la localidad me ofrecieron sus instalaciones para que pasara la noche. El parque tenia todos los servicios así que los aproveché para poder secar todas las prendas que se habían quedado húmedas por la lluvia en días anteriores. No poseía la previsión meteorológica para esos días así que desconocía lo que el tiempo me depararía en las siguientes jornadas. Siempre adelante, ese es el lema a seguir, nunca se sabe que deparará el futuro así que uno puede quedarse sentado o decidir subirse a la bici y afrontar lo que venga. Al día siguiente las cosas fueron diferentes, el sol tenia fuerza y no soplaba nada de aire. Los rayos de sol me transmitan el calor que se me había negado en días anteriores. Mi cuerpo comenzó a generar algún tipo de substancia que me producía un efecto placentero y mi sangre se encargaba de transportarlo por todo mi ser. Seguramente todo era causado por el incremento de la sensación térmica, pero eso me transportó a un nivel de bienestar que me llevó a rodar de manera muy cómoda. Sin darme cuenta al final de la jornada había recorrido unos 170 kilómetros.
El camino, como os podéis imaginar, había transcurrido en terreno plano pero lo mas preocupante es que entre esa distancia solo encontré una casa donde paraban los comunitarios. La noche la pasé a la vera del río Senguer, aunque a media noche las paredes de mi tienda comenzaron a tener Parkinson. El viento pegaba fuerte y la estructura de mi débil tienda intentaba aguantar cada envestida. La casita aguantó pero yo no pude pegar ojo debido a los ruidos y los movimientos que hacía la estructura.
Al día siguiente había una etapa corta pero no contaba que la carretera hacia un giro dirección oeste. Vaya calvario, como me costó moverme debido al viento. Sufrir, lo que se dice sufrir es poco, pasé duros momentos que se me hicieron eternos para poder llegar a Rio Mayo. El viento el cual al principio me venia de cara, intentaba echarme para atrás, mas tarde la carretera iba virando y el viento me venia de costado complicándome las cosas. La bicicleta con todos sus bultos hacia de pantalla al viento y esto provocaba que el metálico instrumento se moviera con violencia. A veces la fuerza era tal que la bicicleta se iba de un carril a otro y me era casi imposible controlarla. Tuve que ir mirando mi retrovisor constantemente para controlar que no vinieran vehículos por mi espalda y así evitarme algún susto. En mi cabeza solo oía el zumbido que provoca el viento y tenia que ir distrayéndome en mis pensamientos para poder olvidarme del prolongado sufrimiento.

Cuando por fin llegue a Río Mayo, me sorprendió ver el estado de las calles del pueblo. Nunca habían estado asfaltadas y ahora comenzaba el proceso para alquitranarlas. Como el otro día había ido bien el tema del hospedaje en el parque de bomberos intenté otra vez la misma estrategia y la verdad es que volvía a funcionar. Techo, agua caliente y cama por la patilla, aunque lo mas importante era que tenia la compañía de personas que se juegan la vida sin esperar nada a cambio. Aquí los voluntarios son como dice la misma palabra voluntarios y no reciben nada del estado, aunque alguna vez puedan tener algún tipo de ayuda para poder gestionarse los vehículos o el material. En el pueblo el fuerte viento no desapareció y el parapeto que ofrecían las casas era mas bien insuficiente. Según la información meteorológica, las rachas de viento seguirían unos días mas así que las siguientes etapas serán durisimas ya que a todo esto se asocia con la aparición del ripio.
Que grata sorpresa tuve al día siguiente cuando me encontré con la pista, esta no era tan fea como pensaba. La ruta 40 estaba transitada por camiones Chilenos que van a hacia el sur a Puerto Natales por que en la parte chilena no existe una carretera debido a la discontinuidad de su tierra producido por la aparición del Océano Pacifico.

El ripio estaba compactado y la bicicleta no sufría tantos golpes que en etapas anteriores aunque siempre tenia que ir con prudencia. Tuve la suerte de encontrar diferentes tramos donde las maquinas estaban construyendo la nueva ruta y de esa manera aproveché el nuevo asfalto facilitando la circulación de mi maquina. En principio pensaba que tardaría dos días en llegar a Perito Moreno ( se ha de concretar) me refiero al pueblo, no el glaciar que recibe el mismo nombre . En el transcurso del día abandoné la provincia del Chubut y entré en la provincia de Santa Cruz, eso provocó algunos cambios, sobretodo cuando me dirigí al parque de bomberos a pedir alojamiento. En esta nueva provincia los bomberos son policías que se especializan en la extinción y realizan turnos de 24 horas. Les pregunté si podía poner la carpa en su zona ajardinada y me permitieron utilizar sus instalaciones. Allí pase el fin de semana, tranquilamente disfrutando del oasis que tenia a mi alrededor. El lunes, cuando salí de Perito Moreno, era tarde debido a que tuve que esperar a que abrieran las tiendas para poder comprar una pila para mi reloj , el cual se había muerto el día anterior y aproveché para abastecerme de víveres porque tenia aproximadamente 550 kilómetros sin encontrar nada a mi paso.
El día empezó calmado pero por el sur aparecían formaciones de nubes con formas irregulares y alargadas. Cuando comenzaba a calentar los músculos vi aparecer un ciclista que venia hacia mi. Un joven argentino montaba una bici unida a un bob. Procedía de Ushuaia y se dirigía hacia el norte aunque ahora mi memoria me falla y no recuerdo cual era su destino final. Al cabo de recorrer unos 80 kilómetros apareció el ripio aunque los trabajadores de viabilidad estaban haciendo obras para construir la nueva R-40. Me colé en la vía en construcción y me aproveché de la capa de arena que estaban compactando las maquinas. A veces aparecía un trozo de capa abetunada y entonces la bici quedaba aliviaba de las vibraciones que surgían del suelo.
 Por otra parte el viento era muy fuerte y en un momento que hice una parada para beber, tuve un despiste y una ola de viento me tiró por los suelos, pero por suerte parece que no se rompió nada. Cuando pasaba entre medio de las maquinas motopalas, paré para hablar con uno de los trabajadores, el cual me invitó a quedarme en la zona donde tenían su obrador. Carlos, era un trabajador boliviano que gracias a él pude ducharme y comer caliente durante esa noche. Lo me me apenó fue que a la mañana siguiente echaron de la empresa a tres personas y una de ellas era él debido a que el día anterior habían hecho un paro para reivindicar que les pagaran lo que estaba escrito en su convenio pero parece que eso no cayó bien a sus superiores. Me despedí de él con un mal sabor de boca por lo sucedido pero noté que ya estaban acostumbrados a esas situaciones así que les deseé suerte y continué la marcha.
El día siguiente comenzaba con fuerte viento racheado, haciendo complicado el inicio de la etapa. Iba xino xano, ganando cada paso con el sudor de mi esfuerzo. Me iba acostumbrando a toda esta nueva situación haciéndome cada vez mas inmune al viento. Cuando ya llevaba largas horas pedaleando el tiempo se volvió gris. Comenzaba a llover y eso complicaba el avance así que aproveché para hacer una pausa para comer tomando parapeto en una alcantarilla de las obras de la nueva carretera. Me equipé con ropa de lluvia y continué, pero surgieron serios problemas.

La arcilla que había en la pista se adhería a los neumáticos e impedía que pudiera continuar el avance. Me estaba mojando por la lluvia y no había ningún lugar para poder refugiarme. Tuve que empujar la bicicleta con fuerza ya que esta patinaba al no tener adherencia en las gomas. El barro se adhería como si fuera pegamento y parecía que tuviera un imán para quedarse enganchado en todas las partes del ciclo. Aparecían nuevos ruidos provocados por la terrible asociación entre agua, fango y metal. Estaba un poco agotado de empujar, de mojarme y de que el viento me fuera castigando la cara y las extremidades. Al cabo de unas horas me apareció un módulo metálico al lado de la vía. Pregunté a uno de los trabajadores si me podía quedar en el modulo y me contestó que podía utilizarlo. Como pude intenté desprenderme de todo el fango adherido a mis pies y a todas mis bolsas y me instalé en el interior del módulo que no era muy grande. Cuando estaba entrando en calor con la muda nueva y seca, se abrió la puerta y apareció un hombre el cual se identificó como el sereno. Ostia, pensaba que esa figura había desaparecido con la evolución de las sociedades pero resultaba que era el encargado de vigilar las máquinas que construían la carretera. El hombre era un paraguayo de edad avanzada e iba vestido como una cebolla, al menos llevaba 10 capas de ropa. Parecía el muñeco de michelín tan hinchado por tanta ropa , pero entendí que eso era una situación normal ya que el pobre hombre no disponía de saco de dormir. La noche era muy fría y menos mal del parapeto que nos proporcionaba el módulo aislándonos del viento y la lluvia. Después compartir víveres en la cena, me quedé frito en la calidez de mi saco y no me desperté hasta que el amable señor me despertó a las 7 de la mañana del día siguiente.
En la inmensidad de la pampa aunque parezca que no existen reductos de vida, el lugar esta lleno de fauna.

Aquí abundan las liebres, zorros, armadillos, wandus y guanacos. Para que os ubiquéis, los guanacos son lo que se denominan vicuñas en Perú y los wandus son semejantes a avestruces pero sus dimensiones son menores. La primera vez que los vi de lejos, estaba confuso, no sabia de que animal se trataba aunque sus movimientos eran inconfundibles. Desconocía que en Argentina tuvieran esa clase de aves. Lo que no me queda claro es si estos animales son originarios de este país o fueron introducidos en un pasado.
Después de las lluvias, aparecían en el camino algunas charcas donde algunos ejércitos de libélulas azules volaban alrededor de mi, cruzándose a toda velocidad. Parecían que querían observarme de cerca y aterrizar en mis vistosas ropas de licra que de bien seguro les atraían por su variedad de colores. Sus movimientos eran parecidos a los del vuelo de un helicóptero y sus frágiles alas no paraban de balancearse en repetidas agitaciones. Me hacían compañía aunque desaparecían rápidamente cuando notaba en mi cara un pequeño estimulo debido al temblor del aire.
Los siguientes días aun fueron mas complicados por el fuerte viento, ya se, que me repito mucho pero era la nota constante. Viento, viento y mas viento en medio de parajes desérticos sin encontrarme nada. Pasé por el borde del lago Cardiel y seguí bordeándolo hasta que pude encontrar una estancia donde pude comer algo caliente. A cada bocado, mi boca recordaba matices gustativos olvidados en los últimos días debido la repetición de mi menú a base de latas de sardinas. La tarde se fue complicando por los vendavales que azotaban el paisaje y por la noche fue terrible. Me parapeté detrás de unas pilas de piedras pero me fue imposible montar la carpa debido a la fuerza de las acometidas del viento. Menos mal de traer la funda de vivac ya que pude introducirme en su interior y convertirme en  fase de crisálide aislándome del tiempo exterior. El viento a veces me desplazaba escasos centímetros de mi aislante y tenia que vigilar que mi cuerpo no se separara de la colchoneta para que esta no se fuera volando.

Me quedaba poco para llegar a mi destino intermedio, el Chaltén, aunque a lo lejos comenzaba a divisar sus montañas. En el horizonte aparecía la cordillera con cumbres nevadas donde destacaban el Fitz Roy con 3405 m y el Cerro Torre de 3102 m. Me costó de lo lindo llegar al pueblo ya que la carretera número 23, esta en dirección contraria a la dirección del viento y a la aparición de  algunas subidas. Los 90 kilómetros fueron durísimos, para poder soportarlo me imaginaba  que era un queso grouyer, lleno de  multitud de agujeros por donde el aire me atravesaba. De esa manera conseguí vencer a mi enemigo. Al llegar al Chaltén fui a buscar alojamiento y lo primero que hice fue arrugarme la piel con la larga ducha de agua caliente que me di. Después tocaba parrillada de carne, cerveza y siesta en una cama de verdad. Por la noche mientras conocía la gente del lugar decidí no irme a dormir y aprovechar la noche para hacer el trekin del Cerro Torre.  Hice esta estupidez debido a que por el dia hizo buen  tiempo y aquí se han de aprovechar las ventanas que ofrece la metereología. La frontal iluminaba la senda que salia del pueblo y subía por las montañas. El camino estaba totalmente marcado y en las intersecciones estaban indicadas las diferentes rutas con paneles de madera. La ruta iba sorteando varios cerros y se adentraba dentro de diversas formaciones boscosas. El viento me acompañaba en todo instante aunque soplaba flojo. Los arboles y la vegetación me iban protegiendo con su follaje de las sacudidas del aire y sin darme cuenta llegué al campamento de Agostini. Habían pasado unas tres horas, en las que había vencido un desnivel de 250 metros y recorrido unos 10 kilómetros. Desde el campamento me encaminé al lago Torre donde se observa el glaciar del Cerro torre. Eran las 5:30 de la mañana y mi desilusión fue ver que el cielo estaba despejado excepto la zona que había venido a visitar. La pared del Cerro Torre estaba tapado por formaciones de nubes que tapaban la totalidad de la pared, unicamente pude ver el arcoiris que parecía fijado a las paredes laterales del lago.

 A la salida del sol, me esperé para poder ver si los rayos solares podían deshacer las nubes de la montaña. En un principio parecía que el sol iba ganando parcialmente la batalla pero después de un largo rato en que se iban deshaciendo parcialmente las nubes las cosas se empeoraron. Las nubes iban compactándose y a medida que iba pasando el tiempo se hacían mas tupidas impidiendo cualquier expectativa de ver la gran placa vertical de piedra. Me sentí mal, toda la noche sin dormir esperando poder captar la visión del paredón a la salida del sol. Resultó ser un fracaso total, vaya decepción. En eso se basa la ley de la montaña, el tiempo es impredecible y siempre hay un factor incontrolable que lo marca la climatología del lugar. A mi regreso, pude ver como el pico Fitz Roy estaba totalmente despejado. Había hecho una apuesta a cara y había salido cruz pero así es la vida, a veces las cosas salen bien y a veces las cosas no salen como las habías planificado. Por la mañana, cuando llegué a l´hostal habían cambiado las caras de mis compañeros de habitación, los tres argentinos se habían convertido en tres mujeres israelitas. Por mi parte al llevar un día sin dormir me quedé absorto en mis dulces sueños hasta que el hambre me despertó. Por la noche me encontraba cansado así que decidí no salir aunque había fiesta en el pabellón ya que hacían la fiesta del treking.
 Por la mañana siguiente parecía que tuviera agujas en las piernas, el treking del día anterior me pasaba factura y al bajar las escaleras parecía Fores-gum cuando era pequeño. Tocaba rehacer bolsas e intentar reparar el porta bultos trasero de mi bici del cual se había roto una soldadura. De noche me fui a la fiesta del treking y pude ver en directo el baile del tango, flamenco, trovadores, un concurso de belleza y para finalizar el concierto de Leon Geico.  La verdad es que mi estancia en el Chalten había estado muy gratificante sobretodo por la gente que conocí. Lautano, un argentino muy agradable que me explicó la reciente historia de Argentina y corpantimos muchos ratos juntos. Tambien compartí estancia con una ciclista Americana llamada Claire, que hablaba español,  la cual estaba descansando en el hostel  con la cual  me reí mucho con ella i Lautano.
Ahora tenia que encaminarme hacía Calafate donde mi compañero Chusma había llegado recientemente procedente de Brasil.

1 comentario:

  1. Hola xipi!!! Yo me encontré antes del bolsón contigo, nosotros eramos 3 pedaleando hacia el norte. Te mando saludos y tu blog está de hijo de puta je je je recuerdo que repetiste mucho esa frase! te estoy robando informacion de alaska usuahia

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