jueves, 31 de marzo de 2011

PERITO MORENO

Cuando salí del Chalten, había chirimiri, el viento comenzaba hacer acto de presencia pero esta vez no me daba miedo. Se había convertido en mi aliado. Tenia 90 km por la carretera numero 23 hasta el cruce con la 40, pero el viento que me estaba empujándome por la espalda, me dio alas. El pedaleo era suave y el plato grande giraba fácilmente, aunque la cosa cambió rápidamente al incorporarme nuevamente a la ruta 40. El viento dejó de aliarse conmigo y ahora tenia que contrarrestar su fuerza con un mayor esfuerzo de pedaleo. Apuré las horas de sol, pero me fue imposible llegar al Calafate, así que me tocó hacer vivac. La noche fue muy fría, aunque dentro del saco estaba cómodo. Solamente notaba el frío en mi nariz o en mis manos cuando sin darme cuenta mi cuerpo producía movimientos ajenos a mi control. Eso provocaba que algunas partes del cuerpo me sobresaliesen de la funda de vivac . Por la mañana, a eso de las 07:00 me levanté y el frío exterior me activó rápidamente. De mi boca salían señales de humo y el moquillo se me había instalado en mi nariz produciendo un goteo continuo. El sol no tenia fuerza y mis dedos se encogían escondiéndose en el manillar de mi poderosa. Cuando estaba a punto de llegar al Calafate me encontré a una pareja catalana que montaban sus monturas y se dirigían hacía el Chalten. Mientras conversábamos, un nuevo ciclista se unió al grupo. Esta vez, era un francés que se uniría a ellos ya que llevaban mismo rumbo. En un suspiro acabé de recorrer los escasos metros que me faltaban para llegar a la ciudad donde se encontraba mi compañero, Chusma. El local donde estábamos alojados era encantador “ Hostel Che Lagarto”. Te sentías como en casa, el trato del personal y las instalaciones eran acojonantes. Únicamente había una pega, los israelitas que pululaban por allí. No he visto gente mas problemática que ellos, sobretodo por la falta de respeto versus los demás y por incumplir la mayoría de las normas establecidas. Así les va. Tema aparte, el gitano ha cambiado sus planes.

No se va pa Ushuaia sino que continuará la ruta hacia el norte siguiendo la carretera austral. Parece ser que se ha quedado pelado, esta en números rojos y le acechan los acreedores. Tuve que soltar unas lucas para que pudiera ir tirando hasta que consiga algo de liquidez en sus tarjetas de plástico.
En el hostel eramos una pareja atípica, todo el mundo desaparecía temprano por la mañana para hacer tours. Los turistas estaban sedientos por ver el mayor número de lugares. Entonces era el momento en que nos quedábamos solos en el local, hasta que a media tarde iban retornando y todos ellos parecían repetir “que macuuuu”.
Esos días los aprovechamos para arreglar las partes de la bicicleta que estaban deterioradas. Por mi parte, cambie el porta bultos trasero ya que se me había partido una soldadura lateral y aunque me funcionaba bien no quería arriesgarme a que acabara partiéndose del todo generandome un problemón.
Después de un merecido descanso, el dúo se volvía a separar y los rumbos se bifurcaban en sentidos diferentes. Tampoco se, cuando nos volveremos a encontrar con el gitano, pero en algún momento no muy lejano nuestros destinos se volverán a unir. Mi dirección era llegar al glaciar Perito Moreno y ver las formaciones de las catedrales de hielo. Tenia 80 kilómetros hasta el lugar los cuales me pasaron relativamente rápidos.

En la entrada del parque tuve que abonar 100 pesos al Gobierno Argentino. Mientras avanzaba por el interior del parque, vi como iba apareciendo el enorme bloque de hielo que parecía tomar vida. La blanca pared era inmensa, mas grande de lo que me imaginaba ya que sus dimensiones me sorprendieron. Lo que no sabia era que el glaciar iba creciendo y estaba apunto de unirse con la tierra circundante al lago. Cuando se produce este proceso, el lago queda separado en dos partes. El Perito estaba compuesto por gigantes bloques de hielo que a veces se iban quebrándose desprendiéndose del conjunto. Cuando sucede este proceso, primero se oye un fuerte ruido agudo. Es el previo aviso del inicio de la separación de alguna de las partes. Seguidamente se podía oír su posterior caída en las aguas del lago Argentino.
Después de dar unos rulos por las pasarelas ubicadas al frente del glaciar, me dirigí al restaurante. Cuando llegué, me sorprendió ver aparcadas dos bicicletas. Una de las cuales me pareció un poco extraña. Al acercarme, resultó ser que una de ellas era un tándem el cual era conducido por Veronique y su acompañante, su hijo Grabiel de 5 años de edad. La otra bicicleta era conducida por Isabele, una canadiense del Québec que hacían el recorrido de Ushuaia hasta Lima.

Aunque sabíamos que era ilegal acampar en el parque, acordamos escondernos e ilegalmente montar nuestras tiendas a reparo de la vista de los guarda parques. Antes, las bellas señoritas me invitaron a cenar una suculenta cena delante del mirador del glaciar. Por la mañana siguiente, abandonamos el parque y nos separamos en el cruce del lago Roca. Me encaminé hacia el lugar y acampé en las orillas del lago. El sitio era espectacular, me encontraba solo rodeado por montañas y glaciares. Cuando estaba apunto de irme a dormir, me vinieron a ver un cuantioso numero de terneros, los cuales estaban inquietos y curiosos por el color naranja de mi tienda. Durante la noche estuvo lloviendo y al despertarme me encontré con las cumbres de las montañas totalmente blancas. El amanecer era frío, así que no perdí mucho tiempo en recogerlo todo y comenzar el camino de vuelta al Calafate. Había nubes pero en poco tiempo el sol me hacia sombra. El camino era de ripio y en una bajada tuve un descuido y la gravilla junto a mis frenos tubieron la culpa de que me fuera por los suelos. El golpe me dejó tocado, sobretodo en mi pierna izquierda. Era cuestión de no enfriarse, así que tocaba continuar la marcha. Cuando llegué al albergue, me limpié las rascaduras las cuales se habían convertido en moratones. Mas tarde, quedé para cenar con las dos ciclistas y Gabriel.

 Al día siguiente me despedí de los tres y me dispuse a reponer mi despensa portátil de nuevos víveres para afrontar las nuevas etapas. Cambie moneda a pesos chilenos para evitar futuras sorpresas y al día siguiente abandoné la ciudad. El tiempo estaba inestable y con esa premisa se mantuvo todo el día. A veces me mojaba con una fina capa de lluvia pero en poco tiempo volvía a estar seco. En la ruta me encontré una larga subida, llamada el Cerrito que se me hizo eterna. Al coronar la subida, saqué el dulce de leche y como arte de magia desapareció medio pote sin darme cuenta. Rodé unos 20 kilómetros en plano hasta que apareció un cruce. La ruta se desviaba a Taipe Aike, de repente todo canvió. El fuerte viento volvía hacer acto de presencia y chocaba otra vez contra mi. Todo era una carga, la lluvia, el viento y el ripio se asociaban para unir sus fuerzas contra mi. Al ver que mi avance era escaso, decidí al cabo de un par de horas pararme en un desagüe de carretera para protegerme del viento. No valía la pena hacer todo ese esfuerzo para nada, así que saqué mis trastos y me acomode en mi colcha de plumas. En el interior de la cañería de acero me aislé de todo, desaparecieron los ruidos y los oídos al fin podían descansar de los zumbidos amorfos que durante todo el día intentaban coger formas y sentidos en mi trastocada cabeza. La noche brillaba como nunca, la presencia de la luna llena me llenaba de vida. Soy signo de cáncer (26/06) y eso implica según los estudiosos de la materia, que las personas nacidas bajo este signo estemos afectados por la luna. No lo compararé con la metamorfosis que sufren los hombres lobo, pero cierto es, que mi cuerpo nota la presencia del astro lunar cuando esta en su zenit. No se como explicarlo, pero cuando la esfera cambiante esta totalmente redonda, nace en mi una energía o sensación que me hace un poco mas activo. Estad tranquilos que no me salen ni afiladas uñas ni brota de mi cuerpo recio pelo. Dormí mucho, no, muchiiiisimo así que me desperté muy activo. Era de madrugada pero la luna no se quería ir. Ella me guiaba y me daba fuerzas para seguir. Parecía que el sol no quería despedirse de la luna y a eso de las 09:00 horas se despidieron hasta su eterna cita diaria.

A lo lejos se me aparecieron las siluetas de las Torres del Paine pero no pude contemplarlas por mucho tiempo ya que las nubes parecían protegerlas de mis miradas. Iba siguiendo la ruta y en el lugar donde debía desviarme la cagué. Sabia que tenia que entrar a Chile por Cerro Castillo siguiendo una carretera asfaltada, según la información de mi mapa. Resultó que el lugar tenia ripio y eso junto al nombre fronterizo que desconocía me acabaron de despistar . Me di cuenta de mi equivocación al cabo de haber recorrido 20 km, pero para mi ya era tarde. No quería remontar esos kilómetros de subida teniendo el viento en contra. El cielo estaba tapado y la expectativa de poder ver el parque era realmente mala. Así que tomé rumbo a Yacimiento Río Turbio y de aquí tomé el paso fronterizo que te lleva a Puerto Natales. En la aduana Chilena, otro sello mas en el pasaporte y ademas tuve que comerme las dos manzanas que llevaba conmigo  ante la mirada del inspector del control de Agricultura. Parece ser que no permiten la entrada de productos frescos.

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