viernes, 28 de enero de 2011

MUCHA,MUCHA,MUCHA CALOR

Belén, en un principio parecía un pueblo fantasma como muchos otros por los que habíamos transitado. La sorpresa la tuvimos al ver la metamorfosis que sufría la población cuando se ponía el sol. La temperatura se tornaba agradable y eso permitía a la gente, salir de sus casas para poder refrescarse. Las terrazas tomaban vida, los barres se llenaban y la gente intentaba finalizar el día disfrutando de la noche. Nos sorprendió ver como la gente vivía en la sombra, nos recordaba mucho el país donde vivíamos. Aquí, la gente sale a cenar tarde y eso facilita que la fiesta no comience hasta bien entrada la madrugada. La gente del lugar era encantadora, su humildad y su trato con nosotros era exquisito. En el hostal Fredy, parecía que fuéramos uno mas de la familia, la relación con las personas que regentaban el lugar fue magnifica. La madre, Ariana y Gastón nos hicieron muy cómoda la estancia en el lugar. Parecía que estuviéramos como en casa ya que compartíamos mucho tiempo y espacios comunes con ellos. En principio íbamos a quedarnos un dia descansando en Belén pero al final resultaron cinco. Sobretodo disfrutamos mucho el día o mejor dicho la noche en que hubo el desfile de carrozas. Los jóvenes de la localidad se disfrazan y la gente del pueblo se implica mucho en el acontecimiento. Multitud de disfraces teñían las calles de colores. La competición fue reñida pero al final ganó la carroza que iba ambientada en los personajes de la película de Avatar. Particularmente me gustaron mas los disfraces de los payasos del Mc. Donals y el de un joven que iba vestido de tiburón.
 Después de disfrutar viendo el desfile de las carrozas nos fuimos de fiesta. Mas de mil personas se amontonaban en las carpas y nos pasaron las horas volando, hasta que de repente apareció el sol y se detuvo la música. La bebida que consumíamos ( Frené con cola ) no nos produjo resaca pero rápidamente notamos sus efectos en nuestros abstemios cuerpos. Su graduación era del 45% de alcohol, así que ya os podéis imaginar como subía. El día siguiente fue muy tranquilo, tocaba recuperarse de los días anteriores. Ademas teníamos que reservarnos para la noche del sábado donde se celebraba la fiesta de playa 2011. Esta fiesta es una de las mas famosas del lugar y la primera se había realizado hacia aproximadamente, un mes atrás, congregando aproximadamente unas 8000 personas. El acontecimiento se realizaba en el camping municipal y en esta segunda edición se reunieron aproximadamente unas 3000 personas. Como matiz, indicar que las mujeres de Belén eran preciosisimas. Quizás fuera sus rasgos raciales que presentaban. Caras morenas, bellísimas, con rasgos marcados y pelo largo, oscuro y liso como el de una gitana. Sus cuerpos estilizados con cinturas estrechas y caderas amplias competían con el brillo y la proporcionalidad de sus perfectas piernas. Los días de descanso pasaron demasiado rápido y por nuestra parte hubiéramos alargado nuestra estancia aunque sabíamos que no disponíamos de tanto tiempo. Por cierto para comer, se ha de visitar el restaurante 1900 que sin ninguna duda es el mejor de la localidad. Sus camareros son geniales, tienen un trato exquisito con el cliente y la carne, sobretodo el “ bifé de lomo” estaba para chuparse los dedos.
El día de partida, al dejar el hostal notaba como al principio me invadía una sensación de amargura la cual se apoderaba de mi. Volvíamos al acto cotidiano del pedaleo y esto implicaba la desaparición de las comodidades y el trato que habíamos disfrutado en los últimos días. En pocos kilómetros la mente se aisló y el pasado ya solo eran recuerdos. Solo se vive el presente, así que mi cabeza volvía a la realidad. Las piernas que ahora estaban descansadas, movían mas intensamente el giro de los platos. En pocas horas recorrimos 100 kilómetros hasta llegar a una población cercana a San Blas.
Antes de llegar a nuestro destino, la carretera estaba cortada en un cruce de caminos. El motivo del corte era la reivindicación que hacían los nativos de la zona en contra de las industrias mineras. Los manifestantes nos informaron de la problemática que había en diferentes departamentos. Las explotaciones mineras dedicadas a extraer oro, plata, cobre y diferentes minerales radiactivos, se llevaban a cabo a cielo abierto y estaban contaminando el agua del ecosistema produciendo la destrucción de los hábitats de la zona. Estas industrias, utilizan en sus praxis, para poder realizar la extracción del mineral, substancias como el cianuro y el ácido sulfúrico, así que ya os podéis imaginar lo que puede provocar su vertido al medio natural. Aquí en Argentina, las industrias de la minería mueven una gran cantidad de dinero. Esto ha creado que con parte de sus beneficios, se pueda comprar a nivel político, las influencias necesarias para poder gestionar las leyes a favor de dicha industria. La población harta de esos abusos intenta, con sus escasos medios, manifestarse y hacer todo lo posible para evitar que se contaminen los acuíferos.

La siguiente etapa era recorrer unos 120 km para llegar a Chilecito. La etapa se me hizo larga en sus últimos 70 km. El sol apretaba y la sensación de agobio era terrible. El sol de estas tierras es terrible, por eso la gente durante las horas de mas insolación desaparece e intentan matar el tiempo haciendo la siesta.
No había ningún lugar donde poder comprar bebida fresca. El liquido de los botellines estaba caliente y las sales que les añadimos, hacían que beber el liquido azucarado con la fuerte calor, fuera una acción bastante desagradable. Soñabas en una coca-cola helada y en una ducha fría para refrescar cuerpo y mente. Mientras circulábamos a pleno sol, reinaba el silencio que a veces era invadido por el sonido de las langostas. Estas hacían sonar sus chicharras ajenas, al insoportable calor. Al llegar a Chilecito, estaba seco como papel de fumar, así que fuimos rápidamente a saciar nuestra sed. El pueblo de 50.000 habitantes era grandecito y nos alojamos en un hostal a cuatro cuadras de la plaza. El pueblo aun conservaba rastros del paso del rally. El Dakar estuvo por allí recientemente y esto se notaba en infinidad de carteles donde aparecía el famoso dibujo del touareg. La noche fue tranquila aunque durante la madrugada, alguna que otra vez, escuché algún ritmo de música electrónica que nos recordaba que eran noches de verano.

Por la mañana me levanté con la garganta irritada, la fría bebida del día anterior había provocado que aparecieran mucosidades en mi laringe. Cada vez que bebía liquido, una sensación de irritación aparecía en mi cavidad. Compré cuatro limones para exprimir su jugo y mezclar lo con el agua de una de las botellas. Al primer trago, noté como el ácido del limón intentaba limpiar la zona afectada, aunque todo necesita un tiempo y seguir un proceso. Abandonamos Chilecito y nos dirigimos hacia el sur, para subir la cuesta Miranda de 2020 metros. Poco a poco la carretera se iba empinando, con largas rectas que obligan a mover el cambio. El sol se había despertado temprano y ya estaba jodiendo. Sin darnos cuenta en pocos minutos estábamos empapados en sudor. No corría nada de aire y antes de afrontar el ripio, paramos en una despensa a beber una coca. La verdad es que no tomé muchos sorbos ya que me daba miedo que la fría bebida me perjudicara aun mas la delicada garganta. Al cabo de 15 kilómetros de subida por asfalto, este desapareció y el ripio nos volvía acompañar. La subida no fue tan dura como esperaba. Supongo que rodar durante un mes por encima de los 4000 metros ha provocado la adaptación de nuestros mecanismos biológicos provocando un aumento del rendimiento de nuestro organismo. No seré tan necio para decir que fue fácil y no sudamos. Costó lo nuestro, sí, pero en ningún momento pasamos por situaciones de cansancio ni agotamiento. Durante el ascenso volvían aparecer en el paisaje, cactus gigantes y afloramientos de minerales de tonalidades rojizas. Íbamos siguiendo el curso del río Miranda, que aparecía en el fondo del barranco, el cual había estado escarbado de manera sinuosa por su cauce, a base de años. Al culminar la subida, como siempre aparece la deseada bajada. Fuimos bajando hasta encontrar un lugar donde refrescarse. La subidita y el calor nos pasaban factura.
Aun nos quedaban unos 60 km para llegar a Valle Unión, pueblo de 7000 habitantes. En los últimos kilómetros me quedé medio afónico, cada vez que intentaba beber, mi garganta me raspaba. Las sales calientes de la bebida tenían un efecto contrario al de paliar mi sed. Llegué al lugar con malas sensaciones, tenia tarea atrasada, solo quería beber algo que no me irritara y a la vez me hidratase. El agua con limón fue lo que mejor me fue, ya que entraba fácil y al no tener gas no me producía ninguna sensación de hinchazón. Ahora tocaba esperar que pudiera expectorar toda la mucosidad adherida a las paredes de mi garganta.
Al día siguiente continuamos rodando, pero el tiempo estaba complicado. El cielo intentaba sostener un manto de nubes, pero estas trataban de quitarse peso para poder escaparse del lugar aliándose con el viento. Mientras nos dirigimos a Guandacol, en una subida, observábamos como en el valle estaba cayendo una tormenta. Decidimos hacer una parada en el pueblo de Guandacol, el cual tenia 400 habitantes y la lluvia no había llegado. El lugar era tranquilísimo y nos hicimos amigos de los perros de la pensión. Uno de ellos era un dogo argentino. Tenia una mandíbula terriblemente fuerte pero era un buenazo. Solo quería jugar con nosotros y disfrutar del sabor de nuestras galletas. Pasamos el día tranquilo recuperando líquidos perdidos. Por la mañana siguiente después de desayunar nuestros bocadillos de mortadela con queso, nos encaminamos hacía Jachal .

 La lluvia del día anterior, nos dejaba huellas en los pequeños barrancos que cruzaban la carretera. Restos de escorrentía estaban apartados en los falsos arcenes. El asfalto se teñía de colores magentas, procedentes de las frágiles partículas que arrastraba el agua en su largo recorrido. Al llegar al cruce de Huaco nos desviamos de la ruta 40, debido a que esta ruta daba un largo rodeo para llegar al mismo destino. Tomamos la carretera número 491 para llegar a Jachal, aunque esta tenia una empinada cuesta, la distancia era mas corta.
Cuando llegamos a Jachal, el pueblo estaba desértico, era hora de máxima insolación. Solo encontramos gente en el bar del pueblo, donde había los típicos hombres que se ponen morados de cervezas, discutiendo e intentando arreglar los problemas que suceden en sus aparentes mundos. Nos enteramos que en el lugar se celebraba una competición de ciclismo profesional que duraba tres jornadas. En la plaza íbamos viendo ciclistas con sus vestidos de licra, los cuales estaban calentando las piernas antes del inicio de la prueba. También era gracioso ver al equipo logístico era característico. Un enjambre de motos acompañaba a los corredores con las ruedas de repuesto. La estancia fue muy linda ya que nos hospedamos en una pensión con un trato muy familiar. Los otros inquilinos eran como vecinos, así que hacía que todo fuera muy casero.
El día siguiente se presentaba complicado debido a la larga distancia a recorrer. Había 160 kilómetros hasta nuestro destino. El inconveniente era que entre ambas poblaciones no existía nada entre los dos puntos.
Largas rectas con pliegues de acordeón nos iban acompañando en todo el trayecto. El paisaje se iba repitiendo volviéndose monótono al paso de los kilómetros. Recorridos unos 100 km, encontramos una posta donde pudimos comer y beber liquido fresco. A partir de ese punto solo quedaba coronar un cerro y la posterior bajada nos llevaría hasta San Juan. Por ahora esta etapa ha sido la mas larga en distancia que habremos hecho, aunque no ha sido la mas dura. En la ciudad nos hospedamos en el hostel Argentina, el lugar estaba bien diseñado y tenia una gran piscina en su interior. Mientras estábamos adaptándonos al nuevo local, vimos como unos jóvenes montaban altavoces y unos equipos de Djs. Preguntamos y nos dijeron que por la noche habría una fiesta, era sabado. Solían hacer estas fiestas cada 15 días siempre que no hubieran alojados en el hostal familias con criaturas. Salimos a cenar y al regresar de la cena aun no había comenzado la fiesta. Aproveché para descansar pero al comenzar el jaleo estaba tan relajado en mis sueños que no me apetecía abandonarlos. El Chusma se fue a ver que pasaba y al cabo de un buen rato, supongo, me vino a buscar.

Me desperté y vi que estaba envuelto en sudor así que me duche y fuimos a ver la party. El ambiente estaba logrado, todo giraba alrededor de la piscina. Dos Djs se iban turnando y la música electrónica estaba acorde a mis gustos. Una tela porosa hacia de pantalla, donde se proyectaban una serie de secuencias visuales de formas abstractas y vivos colores que aportaban un toque de color al evento. La fiesta era privada, así que la puerta del local estaba cerrada. La hija de la dueña era la encargada de controlar la entrada de la gente en el recinto. El lugar se puso a rebosar y después de varias horas la birra se agotó. No contaban con la sed que traíamos y les rompimos los esquemas. Al día siguiente el complejo estaba patas arriba. La señora de la limpieza seguro que libra el domingo y nadie se hacia cargo de la limpieza del local. Era domingo y después de la pasada noche nos dedicamos a dormir hasta que el cuerpo se cansó. Los domingos, a veces son esa especie de días inútiles, pasándolos tumbados encima de la cama con la cabeza confusa, intentando recuperarse de los efectos de la noche anterior.

Nos quedaban 170 km antes de llegar a Mendoza así que decidimos afrontar la distancia en dos etapas. La primera fue bastante corta, unos 50 km, llegando a Medias Aguas. Lugar muy tranquilo aunque llegamos sudados por las temperaturas que se registraban. La temperatura rozó los 40 grados centigrados y esa noche fue muy larga. La temperatura nocturna no era agradable y nuestro cuerpo se dedicaba a sudar. Las sabanas se nos quedaban pegadas en nuestros poros y la piel comenzaba a irritarse. Era imposible conciliar un sueño. De vez en cuando me revolcaba intentando buscar la mejor posición para concebir el sueño, pero luego me despertaba por la sensación que me producía el descenso de las gotas de sudor bajando por mi espalda. En la habitación teníamos ventilador, pero sus aspas no tenían la suficiente fuerza para poder generar una potente corriente de aire que nos secara el sudor de nuestra piel. Por la mañana al salir de la habitación me fui a la calle donde la temperatura exterior era agradable. La casa parecía un horno, sus paredes  retenían el calor del día anterior y la falta de corrientes de aire hacían insoportable la estancia.
En la jornada, rodamos rápido gracias al asfalto aunque teníamos que ir vigilando con el paso de los camiones que nos pasaban bastante cerca. Pronto llegamos a Mendoza, ciudad de mas de un millón de habitantes.
Aquí pasaremos unos cuantos días, dedicados a descansar, reparar las bicicletas y recopilar información de la nueva ruta. De aquí unos días, me separaré de mi compañero, el cual se irá a Brasil con su novia Alba, a pasar el mes de febrero. Por mi parte tomaré la ruta 40 dirección Sur. Ahora afronto un nuevo reto, viajar solo hacia nuevos lugares. Esto solo representa la aparición de un pequeño cambio. La soledad, ira apareciendo al cabo de los días haciéndose aliada mía y de bien seguro, mantendré largas e interesantes conversaciones con ella. Destino próximo Ushuaia, distancia restante aproximada 3300 kilómetros, tiempo estimado dos meses. El trayecto se prevé duro pero a la vez interesante. Patagonia, la Tierra de Fuego debe ser un lugar increíble por los comentarios y fotos que he visto, ahora solo falta comprobarlo personalmente.

sábado, 15 de enero de 2011

N-W ARGENTINA


SALTA

No podré describir de manera muy precisa de como es dicha ciudad ya que  mi paso por ella lo dediqué a descansar después de intensas jornadas de pedaleo. La ciudad es bastante grande y su población ronda el medio millón de habitantes pero uno no percibe esa sensación. El lugar es muy tranquilo y parece que la vida de sus habitantes discurre a otro ritmo. Buscamos hosperia alrededor del centro y encontramos un hostel hecho a nuestra medida, con espacios comunitarios pero tranquilos. El lugar se encontraba ubicado cerca del centro, se llamaba “ El andaluz” y estaba a unas pocas cuadras de la plaza 9 de Julio, lugar que representa el corazón de la ciudad. Los días en que nos establecimos en la urbe estuvieron pasados por agua. La lluvia estaba presente todos los días aunque parecía no molestarnos ya que su acompasado ritmo endulzaba nuestros sueños. Era el momento de probar la famosa carne Argentina así que cada noche íbamos a tomarnos unas parrilladas de carne acompañado con la cerveza local. Una vez después del festín culinario íbamos a una heladería a tomar un helado para  ayudar a nuestro estomago a digerir la cena. Esto es importante ya que la primera noche que comimos toda esa carne, nuestro estomago y nuestros instentinos no estaban preparados para nadar en tanta abundancia y tuvieron que ponerse al día.

Eso provocó que al Chusma le subiera de repente la temperatura de su cuerpo viniendole un sofocón y que a mi me viniera un apretón al cabo de media hora.
En el hostel estabamos muy cómodos, el lugar  estaba muy concurrido de gente y esta iba cambiando constantemente, renovándose cada mañana. En el lugar encontramos un canadiense que viajaba con bicicleta y venia de Alaska, pero el hombre no era muy comunicador y estaba siempre encerrado en su habitación. Cada personaje que ibas conociendo en el hostel tenia su historia y con el paso de los días ibas teniendo relación con ellos y te hacías participe de sus historias.
Una de las cosas que me sorprendió de la ciudad, fue ver como conviven bellas reliquias del pasado de la automoción con vehículos mas modernos de marcas conocidas pero con modelos diferentes de los que se fabrican en Europa.

Cuando decidimos abandonar Salta, nos dirigimos por la ruta 68 hacia el Sur, rumbo Mendoza aunque nos quedaban unos 1300 kilómetros para llegar a nuestro siguiente objetivo . La salida de la ciudad, como siempre, esquivando automóviles con los ojos abiertos como naranjas y cambiando continuamente de carril para poder sortear los vehículos . Era sábado y esto se notaba en el tráfico ya que veíamos muchos domingueros que se dirigían a los embalses recreativos cercanos a la ciudad. La carretera pasaba por zonas rurales y se nos aparecían a ambos lados de la carretera, campos en los cuales afloraban plantaciones de tabaco. Infinidad de hectáreas estaban dedicadas a este cultivo. En algunas de ellas se encontraban secaderos controlados donde se trataba con mimo las hojas de la planta tabacalera. Era habitual cruzarse con algún tractor transportando varios remolques con fardos de hojas recién recolectadas.

Cada vez que íbamos entrando en el valle de Lerma, iban apareciendo cambios significativos en las plantaciones. El cultivo del tabaco dejaba paso al cultivo de la uva. Numerosos carteles nos iban indicando que nos encontrábamos en la ruta del vino y  nos  recordaban  donde estaban ubicadas las principales bodegas. Una de las cosas que mas me sorprendió fue el sistema de cultivo de la uva. Aquí dejan que el tronco de la cepa crezca unos dos metros de altura y esto favorece su recolección ya que de esta manera la gente no tiene que sufrir agachandose para recoger su fruto.
Íbamos pasando poblaciones rurales hasta que llegamos a un  lugar donde nos habían dicho que se encontraba el ultimo hospedaje. Era una casa de campo en mitad de ninguna parte. La casa se llamaba, poste de las cabras, lugar donde es mejor no parar ya que timan al turista. Nos vieron cara de extranjeros  y se creian que ibamos a picar. Nos pedian un precio exhorbitante, 250 lucas por persona y lo tubimos claro, salimos pitando del establecimiento. Ellos son los que  salieron perdiendo dos estancias, dos cenas y dos desayunos.  Al final llegamos a Alemanía, aldea formada por cuatro casas y una escuela. En el lugar se podía acampar y tenían una zona verde donde al llegar ya habían instaladas tres carpas. Escogimos el mejor lugar y nos fuimos a la tienda a buscar comida. Al llegar, su dueño se había ido y se creó una incertidumbre porque no sabíamos si el personaje volvería, ya que nos dijeron que estaba de borrachera. Nos dedicamos a esperar y conocer el escaso territorio que abarcaba el pueblo. Rápidamente regresamos a nuestras tiendas y por mi parte me puse a descansar dentro de la carpa.
Mas tarde, cuando anochecía volvimos a la tienda pero no hubo suerte. Todo seguía igual que antes con la única diferencia que había un R4 y dos mujeres esperando lo mismo que nosotros. El hombre no llegaba y de repente se puso a llover. La cosas no pintaban bien hasta que descubrimos que una de las señoras que estaba esperando en el vehículo, era la hija del tendero. La señora traía la comida para aprovisionar de alimentos el susodicho establecimiento. Hablamos con ella y le pudimos comprar los víveres necesarios. Rápidamente nos fuimos a nuestras carpas a ponernos a reparo de la lluvia y a cenar en medio de la oscuridad. Mientras estábamos cenando, llegaron un numeroso grupo de personas que se pusieron a plantar sus tiendas. Yo estaba dentro de mi carpa por lo cual no pude verles, pero tenia que escuchar sus conversaciones chorras ya que las finas paredes de mi carpa no me aislaban del bullicio exterior, aunque en pocos minutos me quedé frito tumbado en el confortable aislante.
La noche fue tranquila y al día siguiente al despertarme y salir de la tienda quedé sorprendido por la cantidad de carpas que se habían instalado a escasos metros de las nuestras. Parecía que habían brotado como los champiñones, aunque ahora sus ocupantes parecían haberse quedado mudos. Solo se oía el canto del gallo, el cual repetidamente nos iba avisando, recordándonos que era la hora de levantarse.

Nos fuimos dirección Cafayate, la carretera era la misma del día anterior aunque ahora había una ligera pendiente. Aparecía una quebrada mas, mostrándonos infinidad de paisajes lunares mezclados con la vegetación que brotaba en las fondaladas del valle. El tiempo estaba tapado,las nubes cubrían parte de las montañas y estas nos amenazaban aunque a veces caía alguna gota. Parecía que el tiempo tenia la intención de darnos una tregua. Todo se retrasó debido a la infinidad de pausas que realizamos y eso hizo que llegáramos a Cafayate poco antes de que el sol se despidiera de la luna. El lugar era muy turístico y esto se percibía al entrar en la primera calle de la población. Afloraban restaurantes y hostales en cada esquina e infinidad de  mochileros argentinos deambulaban  por sus calles, cargados con  guitarras y sus aluminizados aislantes.
Por la mañana cuando salimos del pueblo, fue el momento en que  observas la infinidad de plantaciones dedicadas al cultivo de la vid que rodean al municipio. Anexo a la carretera van apareciendo bodegas, las cuales parecen que compiten entre ellas para ver cual es arquitectonicamente la mas bonita de todas. La mirada se te pierde en infinitas lineas de cepas donde los ojos se te confunden con el verde paisaje.
El paisaje, teñido de diferentes tonalidades verdosa,s  iba siguiendo el fondo del valle, buscando la humedad de la capa freática menos profunda. En los lugares aparecen  diferentes clases de animales  caballos, mulas, burros y  cabras se mueven por los campos con total libertad. Únicamente la aparición de algunas vallas les hace modificar su trayectoria.

Rodando bajo un sol abrasador llegamos a Santa María, pueble cito de 35.000 habitantes. El lugar no era muy bonito y no vimos a ningún turista. Después de coger alojamiento nos dimos cuenta como los rayos del sol nos habían castigado la piel. Tonalidades rojizas aparecían en nuestros brazos y pies. Por mi parte, me había protegido del sol untandome en varias ocasiones con crema protectora y eso fue factor clave para no tener las típicas irritaciones en mi dermis.
Al día siguiente había una complicada etapa ya que teníamos que atravesar una zona  donde nos habían avisado que soplaba viento fuerte. Los primeros 30 kilómetros eran tranquilos, atravesamos varias poblaciones rurales, pero mas tarde después de unas subidas llegábamos a la zona desértica, llamada Los Campos de Pozuelo. Dos rectas de aproximadamente 40 kilómetros nos estaban esperando con una sorpresa. La carretera subía muy lentamente en su parte final, pero las rachas de viento que castigaban la zona nos complicó el día. Costaba mucho ir ganando metros y cada golpe de pedal era igual de importante que el siguiente. El viento en varias zonas del desierto levantaba la fina arena y aparecían las temidas tormentas de arena donde únicamente has de preocuparte de sobrevivir. Por suerte las humaredas de arena que se formaban estaban lejos de la zona de la carretera por donde nosotros circulábamos.No se el tiempo que tardamos en recorrer esa distancia, pero durante varias horas estuvimos castigados por el viento, la arena y el sol. El agua de nuestras botellas había desaparecido mas rápido de lo habitual y aun así estábamos secos. La saliva de la boca estaba petrificada y ansiosa de incorporar algún liquido en ella, pero uno había de dosificar el escaso liquido restante.

 El viento tiene esa facilidad, te va minando la moral, te frena en el avance y te deshidrata poco a poco. Menos mal que mi Ipod  tenia batería. La música me transportó a otra dimensión y mientras ciclaba me iba distrayendo tatareando la música de Los planetas, Groove Armada, Lali Puna... y eso hacia que la mente no se ofuscara en las consecuencias del puto viento. Al final de la pesadilla, vimos como se acababa la infinita recta y eso nos alegró, pero esa alegría no duró ni un segundo. Volvían de nuevo las sorpresas. Después del agotamiento pensábamos ir un poco mas rápido al abandonar la zona pero ahora aparecía un cartel indicándonos el inicio del ripio. La carretera asfaltada desaparecía por arte de magia en el peor momento y aparecía la incomoda pista. Comenzaba una ligera bajada pero el estado del camino, lleno de serruchos (badenes) y el viento, menos intenso, pero igual de molesto, impedía movernos con agilidad. El sol estaba débil y nos indicaba que nos quedaríamos a pocos kilómetros del lugar planificado. Llegamos a Nacimientos, aldea de pocos habitantes donde pudimos plantar la tienda en una parcela dedicada a este uso, situada en mitad del pueblo. En el lugar había una tienda y fue donde nos hidratamos con la chispa de la vida (coca-cola) y pudimos comprar queso y mortadela para recuperarnos del esfuerzo realizado. El pueblo tenia unos nacimientos de aguas termales pero estaban  ubicados a  pocos kilómetros del pueblo y eso implicaba desviarse de la ruta, por ese motivo no fuimos a visitarlas.

Al día siguiente nos quedaban unos 20 km de pista, para llegar al preciado asfalto. Antes recorrimos 11 km hasta llegar a Gualfin, lugar donde no pudimos llegar el día anterior. Nos quedamos cerca y visto el camino a posteriori, hubiéramos llegado sin ningún problema ya que la pendiente  era toda de  bajada. La etapa fue corta ya que de nuevo en el asfalto las ruedas tenían la tendencia a rodar. Hicimos una parada en un pueblo llamado La Cienaga donde nos comimos unas empanadas que desaparecieron en pocos minutos. Su masa crujiente y su preciado relleno estaban para comérselas sin mediar descanso. Pasado el pueblo, nos quedaban 20 km mas para llegar a nuestro destino, el pueblo de Belén. El camino parecía placido, pero descendíamos encajados en un barranco donde soplaba nuestro amigo el viento, parecía como si Magila el gorila se hubiera enfadado y soplara su  temido grito huracanado. Al final llegamos a Belén, pero lo mas duro fue la calor que hacia. A esa hora no se veía nadie paseando por el pueblo. Los rayos del sol te atravesaban la ropa como si fueran  finas agujas y notabas como la calor te iba transportando a una sensación de agobio. Vaya por dios, ahora que el viento era necesario para rebajar el calor, este  no se atrevía aparecer. Que cobarde, no se atrevía a jugar con el astro solar, parecía que solo quería jugar con nosotros. El pueblecito tenia 25.000 personas y poseía todos los servios que buscábamos así que decidimos quedarnos un día mas para descansar.

Una cosa que no puedo entender de la sociedad argentina es como permiten que en los pueblos no existan casi ni bancos ni cajeros. En Santa Maria pueblo de 35.000 habitantes solo había un banco y un cajero, el cual llevaba 10 días estropeado por lo que no pudimos sacar dinero. Al llegar al pueblo de Belen de 25.000 habitantes, pasó igual que antes, un solo banco con un único cajero.El dia en que llegamos  no pudimos sacar dinero porque la máquina no dispensaba papel ya que este  a las 20:00 pm ya se  había agotado el efectivo. Al día siguiente por la mañana fuimos a retirar dinero, pero tuvimos que esperarnos una hora en una  larga cola para poder tener acceso a la máquina. Pero lo peor lo tenian los clientes que tenían que realizar gestiones en el  interior del banco. Los argentinos  acostumbrados a las largas colas, se traían sillas de plástico para hacer mas llevadera las largas estancias de espera  que se formaban en la calle. Me pareció un atraso y un atraco al trato del banco versus las personas. No entiendo como la gente tolera ese tipo de abusos.


martes, 4 de enero de 2011

PASO SICO

SAN PEDRO DE ATACAMA

Después de pasar unos días en las duras tierras de Sudlipe en Bolivia, llegamos a San Pedro de Atacama. El pueblo es un lugar tranquilo donde parece que solo existen alojamientos, restaurantes y tiendas enfocadas a la caza del turista. Entre las tiendas, destacan las que ofrecen tours, alquiler de bicis y las de de  alquiler tablas de snow para descender por las dunas de arena.
Estuvimos cuatro días en el lugar, pero no vimos nada de los alrededores  ya que  dedicamos todo nuestro tiempo al merecido  descanso.
Parece mentira, pero nuestro cuerpo solo tenia ganas de relax, aunque quizás era la cabeza la que estaba mas necesitada de reposo. Volvíamos a comer de manera decente y teníamos la posibilidad de poder escoger  los platos que queríamos degustar. Poca cosa habíamos de hacer, lo principal era contactar con la familia y amigos para felicitar las fiestas. El resto del tiempo lo dedicamos a realizar nuestras  diversas tareas informáticas, aunque antes sacamos todo el polvo a nuestras bicis y engrasamos los mecanismos que se habían quedado secos por la acumulación de polvo y suciedad. En unos segundos y por arte de magia desaparecieron todos los extraños ruidos que procedían de fricciones entre metálicos mecanismos de nuestras ciclos.
El lugar donde estábamos aposentados tenia un restaurante y eso nos facilitó bastante la estancia ya que casi no salimos del complejo. Únicamente por noche buena, después de cenar salimos a tomar unos tragos, pero el ambiente que vimos nos desanimó y rápido nos volvimos a nuestra madriguera. Durante el dia, habías de tener cuidado con el sol, este pega con fuerza y su intensidad te deja la piel rosadita en pocos minutos. Las horas despues del medio dia son insoportables y todo el mundo se busca un cobijo para pasar esos ratitos de calor de manera  confortable.
El ultimo día salimos por el pueblo a dar unos paseos . Sus calles están sin asfaltar y muchas de ellas son  peatonales, las cuales creaban en el lugar una atmósfera tranquila y sosegada. Por sus calles transitaban multitud de turistas que intentaban contratar los diversos tours que ofrecen las agencias para poder visitar el desierto, el valle de la luna, el salar etc..


PASO SICO

Después de cuatro días de cómoda estancia, partimos del lugar aunque antes tuvimos que avituallarnos de la suficiente comida y bebida. Teníamos que cruzar los Andes por el paso Sico que une Chile y Argentina.  Aproximadamente son  unos 500 km donde casi todo el trayecto discurre por una pista donde no hay ninguna población intermedia  donde poder abastecerse.
Salimos de San Pedro, por la carretera asfaltada número 23, en dirección sud. Avanzábamos rápido por el negro alquitrán, comparandolo con el escaso avance de los días anteriores moviéndonos por las pistas Bolivianas. Por la carretera no había casi trafico, únicamente veíamos algunos autobuses y camiones que se nos cruzaban por el trayecto. Hicimos una parada en Toconao, un pueblecito de 800 personas para tomarnos unos refrigerios. Cuando salimos del lugar, podíamos observar como a nuestra derecha aparecian indicaciones del  Salar de Atacama. El lugar es un sitio muy visitado por turistas, aunque este no se puede comparar con la espectacularidad de su honónimo de Bolivia. Personalmente, el lugar no  es tan bonito debido a que en su superficie la sal no se presenta  de manera continua en toda la superficie. Esa discontinuidad hace que el encanto se rompa y no sea tan espectacular como el Salar de Uyuni.
Íbamos paralelos al Salar, hasta que comenzamos a ganar altura. Teníamos que llegar al pueblo de Socaire, lugar donde termina el asfalto y comienza la hora de la verdad. La subida nos puso las pilas, íbamos cargados con seis litros agua y  diversos alimentos, cosa que incrementaba nuestro peso aumentando el rozamiento de nuestros neumáticos con el asfalto. Después de un rato de duro pedaleo, llegamos a Socaire. Aquí pudimos comer aunque nos alojamos en las carpas porque el hospedaje era bastante caro para lo que nos ofrecian.
Al día siguiente , todo continuaba igual. Subida y mas subida aunque ahora el avance era mas costoso debido a la aparición de la arenosa pista. Pasamos por lugares donde había varias lagunas e infinidad de volcanes. El lugar era muy bonito y aislado, cosa que me extrañó ya que la zona  turisticamente no se explotaba. Para nosotros esto nos iba perfecto ya que el transito era casi inexistente y  pareciamos que fueramos  los primeros colonizadores del lugar . Al atardecer  tuvimos que acampar en los alrededores de la laguna Tuyaito ya que no pudimos llegar al  campamento avanzado  llamado Laco, donde hay una ubicación de carabineros chilenos. El lugar era increíble, aunque por la noche la temperatura bajó de los 0º grados centígrados. Para cenar solo hubo una sopa de fideos ya que teníamos que racionar la comida debido a que la dureza de la pista rompió nuestros planes. Nosotros pensábamos que la pista estaría en buenas condiciones por encontrarnos en paises con mas medios. El resultado nos defraudó ya que en el camino había bastante arena acumulada y estaba repelta de multitud de baches. Todo esto provocó que hiciéramos menos kilómetros de los que habíamos imaginado y eso incrementaba el numero de días que estaríamos por esos parajes. Al día siguiente costó abandonar el calor del saco de plumas. En el exterior hacia frío y una capa de hielo cubría la funda externa de la tienda.

Los rayos de sol aun no gozaban visitarnos y la gélida temperatura nos tenia atrapados en sus redes. Al final los rayos de sol tomaron fuerza y rompieron el hechizo. Comenzamos a movernos aunque nos era indiferente la hora de partida ya que sabíamos que en esta nueva jornada no llegaríamos a ningún lugar habitado donde poder hospedarnos.
Comenzamos el día subiendo hasta llegar al lugar antes mencionado, llamado Laco. En el complejo había unos módulos que pertenecen a una empresa privada dedicada a la minería. Los dos responsables del lugar nos ofrecieron un buen desayuno y nos facilitaron agua para poder continuar el camino. Seguimos la ruta hasta llegar al ultimo puesto de control  fronterizo Chileno, ubicado al costado de una laguna, donde sus aguas parecen teñidas de un color azul verdoso.
Continuamos subiendo por el puerto hasta que por fin nuestras piernas no notaron la resistencia al avance. Fue entonces cuando las manos iban abriéndose y cerrando, controlando la velocidad de bajada. Uno, no se podía emocionar y  embalarse mucho debido al irregular terreno y sobretodo lo mas importante, al peso de nuestras bicis. En la bajada los paisajes iban tomando tonalidades diferentes y aparecían formaciones montañosas que parecian estar teñidas por una paleta de colores. Los  verdes, rojos y  turquesas iban tiñendo los paisajes que parecían postales  salidas de otros planetas.

 Llegamos al puesto fronterizo de Argentina, donde realizamos los controles de pasaportes y de mercancías. Debido a  que nos  era imposible llegar a ningún sitio donde cobijarnos, preguntamos si podíamos plantar las carpas al lado del complejo fronterizo para poder protegernos del fuerte viento. La respuesta que recibimos fue muy agradable ya que nos facilitaron unas habitaciones en un edificio anexo al puesto fronterizo. La noche fue muy ventosa y la temperatura bajo en picado, aunque en nuestras habitaciones solo oíamos como el aire iba moviéndose de manera racheada, azotando todo lo que encontraba a su paso.
Por la mañana siguiente madrugamos para poder llegar Olacapato, pueblo situado a unos 66 kilómetros del puesto fronterizo. La pista estaba en pésimas condiciones y ademas la pendiente era positiva. Pedalear costaba bastante, sobretodo si en los últimos días sobrevives comiendo una sopa de sobre y una lata de atún. El sol apretaba y teníamos que estar todo el rato trazando la dirección de la bicicleta para no quedarnos clavados en la dichosa arena. Observando el paisaje me di cuenta que en estos desérticos lugares los pájaros no vuelan. Donde van a ir si no hay ninguna rama para poder postrarse . Los pájaros, alertados por nuestra presencia, caminaban rápidamente por la arena, como si tuvieran prisa y ese era el momento en el cual ellos mismos lograban  delatarse. Su plumaje tiene un perfecto camuflaje, que se confunde con el paisaje, haciendo que se produzca un mimetismo total y  sea imposible verlos si estos no deciden moverse. Por las llanuras que íbamos cruzándonos, había miles de hectáreas donde no existia  nada, unicamente se podian observar  algunas salinas y algunas  pequeñas explotaciones de  mineria.

También se nos apareció una vía férrea, la cual sus vías pertenecen al llamado tren de las nubes, aunque parece que este esta en  des huso en periodo de lluvias. Al cabo de 5 horas de pedaleo, llegamos a Olacapato, pueblo fantasma donde habitan unos centenares de habitantes. Aquí viene lo jodidoooooooooo. Resulta que en Chile, no pensamos en comprar pesos argentinos y no disponíamos de moneda local. Teníamos pesos chilenos, dolares y euros pero eso no facilitó las cosas. Hablando con la trabajadora del único hospedaje del lugar, esta se negó a darnos cobijo y comida si no realizábamos el pago con moneda local. Preguntamos por el pueblo, si alguien quería cambiar moneda, pero la respuesta fue negativa. No sabéis lo que jode no tener comida teniendo dinero en el bolsillo, el cual no tiene ningún valor real en ese lugar. Es entonces cuando te sientes un poco inútil e idiota  porque tu si eres consciente del valor real que tienen esos papelitos de colores. Al no haber solución posible repostamos nuestras botellas con agua del lugar y recorrimos unos 25 km mas, hasta llegar a una cabaña abandonada donde antiguamente  habia sido un lugar donde la gente iba a bañarse con las aguas termales que brotaban del  arrollo anexo a la cabaña. El lugar estaba abandonado y su interior estaba en pésimas condiciones pero a nosotros nos proporcionaba el suficiente cobijo y protección. La etapa fue durisima tanto físicamente como mentalmente, recorrimos 91 km por ripio, arena, viento en contra y siempre con la pendiente positiva. El racionamiento de la escasa comida y lo ocurrido en Olacapato, afectaba a nuestras piernas y aun mas a nuestras cabezas.
El ultimo tramo se me hizo duro, escaseaban las fuerzas y creo que me salvó un chupa chup, el cual me iba distraiendo y  me  aportaba la necesaria dosis de glucosa  para no llegar alcanzar el estado de “pájara”. Otra cosa curiosa: durante el trayecto que realizábamos, preferíamos que vinieran las temidas subidas,  debido a que en las pendientes la arena desaparecía movida por el viento o arrastrada por los vehículos que circulaban por la pista y eso hacia que la bicicleta no se clavara en la pista.
Este sera un fin de año que no se olvidará fácilmente, arropado en una barraca con la carpa plantada en su interior. El menú de fin de año fue especial. Para cenar me comí la ultima lata de atún acompañada con los últimos trozos de pan duro que quedaban, todo esto regado con agua de grifo de la cosecha del 2010. No teníamos claro lo que nos podía pasar en los  próximos días ya que estábamos sin comida y no sabíamos si podíamos encontrar algún lugar donde adquirir pesos argentinos. Teníamos que llegar a San Antonio de los Cobres, lugar de 4000 personas donde nos habían informado que no había bancos pero disponían de un cajero electrónico. La primera impresión fue que estaríamos salvados al llegar al pueblo, pero de repente nos vinieron malos presagios .....UFFFFFF imaginad lo que pasaba en ese momento  por nuestras mentes. Llegaríamos al pueblo el día uno de enero y habiendo un solo cajero en la localidad pensábamos que este no dispensaría ni un solo billete, porque lo mas normal es que estuviera vacío debido al uso que hace la gente  de él en esas fechas.

Con todo esto presente  en nuestro cerebro, desayunamos lo ultimo que nos quedaba. Por mi parte comí las últimas galletas untadas con dulce de leche. Con el estomago adaptándose a las nuevas circunstancias, comenzamos la etapa subiendo el puerto del alto del Chorrillo de 4560 metros. La subida fue tranquila, los ingenieros argentinos habían diseñado las suficientes curvas,  necesarias para que fueran ganando altura de manera progresiva al escarpado terreno. Una vez coronado el puerto venia la bajada hasta San Antonio de los Cobres. El cuerpo agradeció la facilidad de rodar kilómetros sin realizar esfuerzos. Al llegar al pueblo hubo unos minutos de suspense, en el momento en que tuvimos que introducir nuestras tarjetas en el único cajero electrónico de la zona. Por suerte, la maquina se comportó y por sus aberturas horizontales brotaron como por arte de magia billetes de 100 pesos argentinos. Una sensación de felicidad recorrió mi cuerpo y despejó rápidamente nuestras dudas. Lo próximo fue buscar alojamiento y lo principal fue ir a buscar algún lugar donde nos dieran comida caliente. La comida, que os voy a contar, me hubiera comido lo que fuera, pero la verdad es que después de alimentarnos el cuerpo pidió a gritos una siesta de pijama y orinal.

Al día siguiente se nos engancharon las sabanas y salimos un poco tarde, pero eso no importaba ya que en la etapa que teníamos que realizar abandonaríamos el ripio y encontraríamos el agradecido asfalto. La pista que encontramos, estaba en bastantes buenas condiciones y al cabo de unos 20 km apareció el ansiado betún. Se acabaron las malditas vibraciones que nos habían acompañado durante el trayecto de los últimos 1000 kilómetros. Que alivio nos entró al volver a pedalear sin tener que oír los ruidos y los movimientos extraños producidos por el vaivén del sinuoso baile de las irregularidades del terreno. Que descanso se me quedó para mi y para mi próstata, ya que la ultima noche había tenido que levantarme de la cama para ir a orinar en cinco ocasiones. Supongo que la gran cantidad de vibraciones e impactos recibidos con la bicicleta eran absorbidos por diferentes partes de mi cuerpo. La próstata, con tanto impacto absorbido se me habrá quedado inflamada como una bola de ping pong y eso habrá provocado el incremento de la asiduidad a orinar de los últimos días.
Inmediatamente después de coger el asfalto, tuvimos que subir un puerto de 4080 metros, donde a partir de este punto se iniciaba la ansiosa bajada. En el descenso, el paisaje sufrió un brusco cambio de formas.
Aparecían superficies rocosas donde entre sus grietas se intentaban anclar las finas raíces de gigantescos cactus. Estos estaban postrados inmóviles ajenos al fuerte viento que soplaba en el lugar. Su esqueleto formado por una estructura de madera, les otorgaba la suficiente rigidez para soportar las duras condiciones climatologicas del lugar. Pasamos varios pueblos fantasmas , en los cuales como mucho se podían contar  una decena de cabañas. En la bajada desde la cima del puerto, tuvimos que pedalear duro debido al fuerte viento en contra que apareció sin avisar.

 El avance era minimo debido a las fuertes rachas de viento que intentaban tirarnos hacia atrás. De repente oía voces, el viento me iba susurrando mensajes a mi oído en un idioma que no entendia  y a veces me parecía identificar algún ruido conocido, aunque todo era fruto de imaginaciones mías. Llegamos a Santa Rosa de Tastil, lugar donde nos habían dicho que había alojamiento. En el pueblo habitan 30 personas, pero había hospedaje. Nos aposentamos en el parador turístico. La encargada era muy amable y simpática y estuvimos compartiendo experiencias con ella. El lugar recibe el nombre de parador, pero no os hagáis ilusiones, el sitio consistía en dos salas, una donde se encontraban  las  mesas del comedor  y la otra  donde se alojaban las  10 camas del complejo. Antes habíamos realizado una  parada  para comer en el único bar que había en el pueblo. Os lo intentaré describir. Imaginaos una chabola, con el techo construido a base de chapas metálicas donde en su interior la decoración es inexistente. El suelo era de tierra compactada (material de construcción ideal, ya que se lo traga todo y nunca hace falta substituirlo ni  limpiarlo) , debajo de las mesas estaban hospedados varios canes de la zona , los cuales se movían con total libertad por el interior del local esperando algun tipo de descuido. Para comer solo quedaba Mandongo. El  plato estaba compuesto por tripas y patas de res acompañado con verduras. El plato tenia un sabor parecido a una típica tapa de callos. La comida estuvo de ordago, no hay palabras para definir lo sabroso que estaba. Me vinieron viejos recuerdos de cuando era mas joven y al salir de la Holy los domingos por la noche, nos íbamos al Macho a cenar una tapa de callos picantes para rebajar la dosis de alcohol y así engañar al aliento antes de retornar al domicilio familiar. A media tarde llegaron al lugar una pareja compuesta por  una alemana y un argentino residente en Alemania.

Los dos viajaban en bicicleta pero íbamos en direcciones contrarias. La mujer no se encontraba muy bien debido supuesta mente a la adaptación que iba sufriendo su cuerpo al incremento de la altura.
Por la noche, las estrellas se mostraban mas brillantes que nunca, parecían como si fueran diamantes pulidos desplazándose en lentos movimientos. La inexistente iluminación publica del lugar hacia que no existiera ningún tipo de contaminación lumínica que alterara la visión de un pequeño trozo de nuestra galaxia.
Al día siguiente todo el camino era de bajada hasta la ciudad de Salta. Al comenzar el descenso iniciamos infinidad de paradas para tomar multitud de instantáneas. Eso, fue debido a la aparición de infinidad de formaciones geológicas que iban aflorando a la superficie debido a la acción erosionante del agua y del viento. Lo mas sorprendente de todo fue el momento en que el paisaje tomo un giro totalmente brusco. Desaparecieron como por arte de mágia  los gigantes cactus que habitaban en las  desnudas sierras y aparecieron de repente las montañas llenas de vegetación selvática junto arroyos y cascadas. No me esperaba un cambio tan radical. Pensaba que el cambio había de ser mas progresivo pero la verdad es que las lluvias aportadas por las nubes, marcan una linea aparentemente invisible a partir de la cual hacen brotar el aumento del pigmento verde y es entonces cuando la clorofila se apodera e invade todo el paisaje. Fue entonces cuando un  sonido familiar volvió a entrar por mis oídos. Los cantos de pequeños ruiseñores sonaban como melodías que interpretaba  mi cabeza. Parecía que hubiera adquirido entradas para presenciar un concierto.

Estaba acostumbrado al silencio que otorga la inexistencia de vida de las zonas desérticas y el cambio fue sorprendente. Los pájaros volvían a tener arboles donde cobijarse y la aparición de arroyos les proporcionaba los insectos necesarios para el aporte de su alimentación. Mientras bajábamos por el asfalto se produjo una cosa curiosa, sin aviso previo la carretera desapareció y volvió aparecer el ripio durante unos 25 kilómetros mas. No entendí las causas de dicho cambio, aunque ya estábamos avisados de dicha circunstancia. Llegamos a Campo Quijano y después de comernos un menú económico decidirnos quedarnos una noche. El pueblo era tranquilo y con la barriga llena no teníamos ganas de hacer los 25 kilómetros que nos restaban para llegar a Salta.